El regreso de las clases presenciales ya tiene fecha: será el lunes 26 de julio, una vez que concluya el receso invernal, siempre que los indicadores sanitarios no modifiquen el rumbo nuevamente. Quedan entonces algo más de tres semanas para que niños y jóvenes retornen a las aulas, luego de alrededor de un año y medio de virtualidad, con esporádicas excepciones. Todavía no se pronunciaron los gremios docentes, que reaccionaron con condiciones y exigencias cada vez que se ensayó el mismo anuncio, pero de momento la reapertura de establecimientos educativos tiene fecha.
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Aun cuando la decisión sea de potencial cumplimiento, no deja de ser una buena noticia. Al margen del esfuerzo que pueda dedicarse para que las clases virtuales permitan avanzar con los programas de las diferentes materias, la instrucción académica es apenas una de las funciones que cumple la escuela como espacio de formación y otras igualmente importantes resultan imposibles de reemplazar desde el hogar. La socialización, la interacción, la independencia en cuidadas dosis que experimentan los chicos fuera de la casa, son tan importantes como la incorporación de conocimientos.
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Cuando las clases vuelvan, si todo sucede según lo esperado, restarán todavía algunas semanas de frío. Puede que no todos los edificios escolares se encuentren en óptimas condiciones. Puede que no todos los docentes hayan completado las dos dosis del plan de vacunación. En otras palabras, quien busque inconvenientes los hallará. Pero sería importante que al menos por una ocasión todos los actores involucrados cierren filas para tratar de cumplir con el objetivo, para recuperar paulatinamente esa normalidad perdida a comienzos del año pasado. Restará conocer la modalidad del regreso, si será en etapas, si será con “burbujas”, si será por secciones, si se aplicarán los protocolos impuestos en marzo o se elaborarán nuevas normas. Eso está por verse, pero que los alumnos vuelvan a estudiar comienza a tornarse imprescindible, para que el tiempo malogrado por la pandemia comience a convertirse en un recuerdo.