Desde la bancada periodísitica

El valor de las primarias

sábado, 24 de julio de 2021 01:23
sábado, 24 de julio de 2021 01:23

Vencerá esta noche el plazo para definir a los precandidatos que competirán en las primarias del 12 de septiembre, instancia que a su vez consagrará a quienes participarán luego en las elecciones generales, programadas para el próximo 14 de noviembre, a fin de renovar parcialmente los cuerpos legislativos municipales, provinciales y nacionales.

Las elecciones primarias, también llamadas primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO)? fueron creadas en el 2009, tras la aprobación de la Ley N.º 26.571. Allí se definen básicamente dos cuestiones: qué partidos están habilitados a presentarse a las elecciones nacionales, que según la ley son aquellos que obtengan al menos el 1,5 % de los votos válidamente emitidos en el distrito de que se trate para la respectiva categoría. Y, como se mencionó, también queda definida la lista que representará a cada partido político, de ahí lo de interna abierta.

La elección es Primaria porque, en lugar de definirse cargos, primero se determinan las candidaturas oficiales. Es Abierta porque todos los ciudadanos participan en la selección de candidatos, estén o no afiliados en algún partido político; a diferencia de las viejas internas, que sólo convocaba a los afiliados de cada fuerza.

Son Simultáneas porque todos los precandidatos por las distintas posiciones dirimen su postulación para la elección general en la misma fecha y en el mismo acto eleccionario. Y Obligatorias porque deben votar todos los ciudadanos que tengan entre 18 a 70 años a la fecha de la elección nacional y para todos los partidos y alianzas que pretendan competir en las elecciones nacionales, aún para aquellos que presentan una única lista de precandidatos. Adicionalmente, el voto es voluntario para los mayores de 70 años y para los jóvenes desde los 16 a los 18 años. Aunque esto varía según la provincia: por ejemplo, en Córdoba no se permite votar a los jóvenes que no hayan cumplido los 18.

El impulso

La “Ley de democratización de la representación política, la transparencia y la equidad electoral” fue sancionada el 2 de diciembre de 2009, impulsada por el peronismo durante la primera presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, y resultó de enorme trascendencia porque modificó los requerimientos a los partidos políticos para poder presentarse en las elecciones nacionales.

La reforma política dejó fuera de competencia a 149 partidos, entre ellos el Demócrata Cristiano (perdió la personería en 12 provincias), el Humanista (en 10 provincias) y el Obrero y el Comunista (ambos caducaron en 9 provincias).

A la vez, la Ley modificó, entre otras, a la Ley Orgánica de los Partidos Políticos, 23.298, y a la Ley 26.215, de Financiamiento de los Partidos Políticos. También cambió la cantidad mínima de afiliados que debe tener un partido político para no perder la personería jurídica, y así, tener la posibilidad de presentarse a elecciones.

Fue toda una revolución, y por ende generó las más diversas reacciones: desde el apoyo enérgico hasta el rechazo más profundo.

En las elecciones primarias cada agrupación política presenta sus candidatos, pudiendo tener una o más líneas internas. La ciudadanía elige entre esos precandidatos a todos sus cargos. Un mismo partido o coalición puede presentar cinco candidatos presidenciales o, como en estas intermedias, tres, cuatro u ocho precandidatos a senadores o diputados. Y el más votado en las primarias es quien representará al partido: los perdedores ya no podrán cambiar de partido o presentarse por fuera, como solía suceder con quienes no conseguían la candidatura que deseaban.

La nueva norma no fue aplaudida en forma unánime ni mucho menos. Se cuestionó por ejemplo su elevado costo, algo que es real, ya que en cada año eleccionario se duplican los gastos en logística y campañas.

Se la descalificó como una jugada del oficialismo del momento al sólo efecto de resolver su propia interna, se la minimizó como una simple encuesta de precio sideral y hasta se la consideró un acto sin sentido al observarse que muchas fuerzas acudían con una lista única, como una simple -y aparentemente innecesaria- formalidad.

Curiosamente, los más encendidos opositores a las PASO, se transformaron luego en acérrimos defensores. Con la fe de los conversos, cuando se sugirió la posibilidad de suspenderlas por la pandemia, señalaron que sin las PASO se dañaba la democracia. Un golpe de timón en los discursos que es moneda corriente en Argentina.

El valor

Ya tomando distancia de anteriores defensas y ataques que pueden tener una raíz más interesada y pasional que racional, debe indicarse que las PASO son una gran herramienta. Y que cumple exactamente con lo que promete desde el primer día: democratizar la representación política.

Las PASO se convirtieron en el antídoto que vino a solucionar la falta de internas en las fuerzas políticas, legitimando la participación libre, y ofreciendo una alternativa concreta a la dedocracia y las mesas chicas que todo lo manipulaban.

Hoy la ley permite que cualquier ciudadano compita, y ampara al afiliado o dirigente que quiere desobedecer las imposiciones de la circunstancial conducción partidaria.

Bastará el ejemplo de las fuerzas mayoritarias catamarqueñas para admitir que las internas eran eludidas y menospreciadas sistemáticamente, a pesar de ser la vía más directa para la expresión de los afiliados. En su desmedro, se impusieron manejos y negociados de cúpulas, a espaldas de las bases.

El Partido Justicialista, por caso, tuvo sus últimas internas para definir cargos electivos hace casi 20 años: fue en enero de 2003, cuando Luis Barrionuevo se impuso a Ramón Saadi

En la Unión Cívica Radical, hay que viajar más lejos para hallar el último antecedente: fue en mayo de 1987, cuando Genaro Aurelio Collantes se impuso a Arnoldo Aníbal Castillo.

Y esos mojones lejanos son síntomas de mala salud para la vida interna de los partidos, porque entre otras cosas violan las cartas orgánicas de las propias fuerzas.

El truco era siempre el mismo: en el Congreso del PJ o la Convención de la UCR se elegían autoridades partidarias, y allí mismo se las autorizaba a designar candidatos, burlando el mandato impuesto en los propios estatutos.

La obligación de votar, que como eje de toda vida democrática se reclamaba expresamente, se desconocía en las mismas fuerzas que hacen de la democracia la esencia de todos sus discursos.

Una dicotomía imposible de digerir entre palabra y acción, que con las PASO quedó definitivamente sepultada.

Esta noche, en Catamarca y el país, se conocerán los nombres de miles de precandidatos. En los casos en que haya ofertas diferentes dentro de un mismo sector, unos ganarán y otros perderán.

Pero es indiscutible que quienes lleguen a la contienda de noviembre, tendrán una legitimidad irrefutable, que no siempre se hallaba cuando aparecían en las boletas simplemente porque así lo habían determinado un grupito de dirigentes.

El Esquiú.com   

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