La política en las redes sociales, en las dos últimas semanas, tuvo como protagonistas a dos personas que nada tienen que ver entre sí: el obispo Urbanc y la dirigente Nilda Navarro de Pandolfi. El primero, acostumbrado a exabruptos descomunales, por haber dicho que “la Pandemia era una bendición” de los cielos y del creador. Le cayeron de todos lados rayos y centellas y, como ocurre en estos casos, muchos sacaron a relucir las miserias de la Iglesia de Catamarca. 

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Por ejemplo los casos de pedofilia que se tratan de tapar por todos los medios, las propiedades millonarias que dispone la milenaria institución y se venden a valores dolarizados o las canonjías que recibe del Estado, que no solo paga sueldos, sino que se hace cargo de los servicios públicos –luz, agua, gas, etc- de todas las dependencias eclesiales. 

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La otra cara de la moneda esta vez vino del lado de la política. Hubo recuerdos a raudales por la muerte de la  dirigente peronista Navarro de Pandolfi, que recibió miles de ponderaciones no solo de los “compañeros”, sino de gente que se identifica claramente con la oposición. De ambos casos, desprendemos un anhelo: que el obispo deje de lado las crispaciones y que el ejemplo militante de Nilda cunda en todas las organizaciones políticas.

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Nilda Rumalda Navarro de Pandolfi fue maestra normal nacional, maestra jardinera, profesora de historia y militante desde los 16 años. En el período 1973-1976 fue Asesora de Asuntos Políticos por la Provincia de Catamarca en el Consejo Nacional del PJ y participó de reuniones convocadas por Domingo Perón en 1973. Se desempeñó como diputada provincial en el período 2001-2005. Fue reconocida con el premio “Evita Compañera 2014” en el Senado de la Nación, y en 2014 recibió también la merecida Distinción al Mérito “San Fernando” en la ciudad Capital.

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