Desde la bancada periodística

Una cita con la historia

sábado, 4 de septiembre de 2021 01:32
sábado, 4 de septiembre de 2021 01:32

Se torna realmente complejo dimensionar instantáneamente un acontecimiento de tamaña magnitud como el que se vivirá hoy, pero queda claro que la historia catamarqueña hallará en este día un mojón, un hito, un punto de referencia ineludible y perdurable.

La consagración de Fray Mamerto Esquiú como beato es un acto religioso, pero trasciende largamente el interés de la feligresía católica, para convertirse en un hecho histórico sin precedentes, con impacto cultural, social y hasta económico para Catamarca y la región.

El reconocimiento universal del máximo prócer catamarqueño, adquiere un valor inigualable, que premia el esfuerzo y el trabajo de generaciones de comprovincianos, que durante un siglo entero dedicaron su tiempo y su atención a fomentar una causa que hoy se convierte en realidad.

La beatificación de Esquiú es además, y por sobre todas las cosas, la ceremonia definitiva para reivindicar los más altos valores que pueden exigirse a un ser humano: humildad, compromiso, solidaridad, lealtad, inteligencia, amor al prójimo, decisión, fortaleza.

Esquiú trazó en su vida entera un camino admirable, durante el cual demostró que es posible vencer tentaciones y miserias, durante el cual hizo gala de renunciamientos y se despojó de cualquier vanidad, para priorizar siempre el bien común, la construcción, la superación.

Le tocó transitar por este mundo en años complejos, con un país naciente y sumergido en la irracionalidad de la violencia, el caos y la desorganización.

Supo allí llevar una palabra de cordura, de unión, de conciliación, porque tenía la capacidad de ver por encima de la coyuntura inmediata, y sabía que cimentar una Nación verdadera requería postergar apetencias personales y sectoriales.

Virtudes

Era un gigante intelectual, un hombre de lucidez sorprendente, con el don de poder transmitir sus conocimientos e ideas. Era capaz de identificar la acción necesaria para que los ideales se tradujeran en cuestiones concretas y tangibles.

¿Cuántas personas pueden tener la capacidad de identificar y discernir lo correcto y lo justo en el mismo instante en que se desatan batallas tan complejas? ¿Cómo desprenderse de las pasiones y los intereses, de las presiones y deseos, para hallar siempre el mensaje exacto?

Esquiú es una figura saliente de la historia nacional, y ninguno de sus discursos ha perdido vigencia.

Es inevitable imaginar qué palabras sabias podría ofrecer hoy, cuando los odios estériles se imponen al debate sensato.

Esquiú será hoy beato, y quedará a un paso de la santidad, sublime estatura que sin duda alcanzará más tarde o más temprano, compartiendo altar con el reducido puñado de compatriotas que hasta aquí conquistaron ese honor.

Porque además de todas sus virtudes, por si hace falta recordarlo, Esquiú fue un auténtico santo.

Es un orgullo para todos los catamarqueños que un humilde franciscano de Piedra Blanca aparezca eternamente como hombre ejemplar para seguidores que ya no reconocerán fronteras.

Incluso quienes no profesan la fe católica o abrazan otros credos, pueden reconocer en él lo extraordinario de su obrar.

Porque dejó su huella allí por donde pasó, destacándose en cada una de las actividades emprendidas a lo largo de su vida.

Fue brillante como docente, como político, como legislador, como periodista, como pensador, como sacerdote misionero y obispo.

Nos legó una obra riquísima que es fiel testigo de una etapa crucial y decisiva de la Argentina, y nos legó la certeza de que llevar adelante una vida virtuosa no es imposible.

Hoy Catamarca verá consagrarse a su hijo dilecto, y el nombre de nuestra provincia recorrerá el mundo.

El mandato

El compromiso que deben asumir hoy los catamarqueños es el de mantener vivo el ejemplo de Fray Mamerto Esquiú, y para eso no alcanza con difundir su imagen, repetir su nombre o multiplicar estatuillas que lo representen.

Lo medular es mantener vivo su sentir y su pensar, su compromiso al obrar, su honestidad al actuar.

De nada servirá que citemos a Esquiú a cada paso, si al momento de resolver nuestras conductas no respondemos a los valores que enseñó.

Seguir su ejemplo es un mandato prioritario para la clase política y dirigente, pero también para cada ciudadano.

Males de nuestro tiempo como el egoísmo, el individualismo, la opresión y la indiferencia, no tendrían lugar desde la mirada del ilustre fraile.

SI Esquiú no se impone como guía para la construcción de un destino común, comprometido y con una visión global de las necesidades de nuestro tiempo, de poco servirá instalar su figura.

El pensamiento vivo exige plasmar en esta hora aquello que predicó, con su palabra y su acción.

Ya hemos perdido su corazón, ese simbólico testimonio material del prodigio que representó: no perdamos también el aporte que sus palabras nos regalan con una fuerza que no decae a pesar de las décadas transcurridas.

Plenitud

No sabemos si el acontecimiento de hoy volverá a repetirse alguna vez.

Que un catamarqueño sea beatificado, en el año del Bicentenario de Catamarca, es un hecho de altísimo impacto.

Es una cita con la historia, una oportunidad que anhelaron miles de comprovincianos desde el Siglo XIX, y que nos toca vivir a nosotros.

Un catamarqueño consagrado beato por decisión de un Papa argentino es una combinación inimaginable, que sorprendería a quienes iniciaron cien años atrás el camino que hoy concluye.

Salud a los creyentes, a los historiadores, a los postuladores, a las autoridades que bregaron por llegar a este día.

Salud al pueblo catamarqueño que hoy verá elevarse a su prócer por encima de los mortales.

Salud a esta humilde tierra, perdida entre montañas del norte argentino, tierras tantas veces olvidadas y postergadas, que hoy toman un protagonismo único por mérito del más encumbrado de sus héroes.

Salud a la Virgen del Valle, Patrona y Protectora de este rincón del universo que hoy se pone de pie.

Fray Mamerto Esquiú, aquel bebé que nació enfermo y tuvo los hábitos como única vestimenta en su vida, será hoy reconocido como la persona más importante de nuestros 200 años de historia.

El Esquiú.com

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Comentarios

4/9/2021 | 12:43
#149006
Como catamarqueño, educado en la vieja Escuela Padre Ramón de la Quintana y por consiguiente conocedor de la vida del ilustre fraile por boca de muchos franciscanos educadores en épocas en que su beatificación y su(s) milagro(s) no se imaginaban, debo decir que lo escrito por la redacción de El Esquiú es correcto y verdad desde cualquier análisis. LO EXTRAÑO ES QUE NO HAGAN NINGUNA MENCIÓN AL MILAGRO QUE LO LLEVA HOY A SER BEATIFICADO Y QUE DEBERÍA SER LO QUE MAS SE DIVULGUE Y RESALTE PARA MAGNIFICAR LA FE EN ESTE BEATO CATAMARQUEÑO .

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