Quien reconozca la educación como la herramienta basal para el progreso colectivo y el desarrollo de la comunidad, admitirá que la lucha contra la deserción escolar -en cualquiera de sus niveles- debe constituir una tarea prioritaria de todo gobierno. Resulta innecesario detallar las razones por las cuales la enseñanza académica inicial y básica, es decisiva en la formación de cada ciudadano, pero a cambio puede recordarse que si la etapa de la niñez y adolescencia se transita lejos de los ámbitos educativos, el riesgo de que ese tiempo de aprendizaje se torne irrecuperable el elevadísimo.

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Catamarca lucha desde hace tiempo por fortalecer el sistema educativo y combatir las diferentes causales que alejan a niños y jóvenes de las escuelas.  Incluso en el proyecto de reforma constitucional que espera tratamiento desde hace varios años, un punto clave es establecer la obligatoriedad de los estudios desde el nivel preescolar hasta el secundario. La geografía catamarqueña poco contribuye a facilitar la tarea: pequeños parajes, pueblos en zonas inhóspitas, grandes distancias, tempranas obligaciones laborales, caminos complejos y falta de conectividad; dejaron en el camino a muchos estudiantes apenas concluían el nivel primario. Gran parte de esa falencia comenzó a corregir Lucía Corpacci durante su primer mandato, al crear decenas de nuevas escuelas secundarias rurales, que reinsertaron a miles de alumnos en las aulas.

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Cuando el panorama empezaba a mejorar, apareció la pandemia de coronavirus, y nuevamente se detectó el abandono de estudios -en algunos casos de manera casi forzada por la situación- de muchísimos comprovincianos en edad escolar. Por esta razón, el lanzamiento del Programa “Volvé a la Escuela” que presentó el gobernador Raúl Jalil es digno de ser plenamente apoyado. La tarea no es fácil y quizás los resultados no sean inmediatos, pero la lucha debe darse, porque es posible que no haya otra cruzada más importante con miras a mejorar la calidad de vida del pueblo catamarqueño.

El Esquiú.com