El Secretario
La polémica obra del Estadio Bicentenario sigue generando sinsabores y, a poco más de una década de su inauguración, mantiene varios récords negativos que cada vez lo alejan más de las ambiciosas expectativas con que fue construido. Es el estadio que más rápido debió clausurarse en el país contando los días desde su apertura, es el que menos actividad tuvo y posiblemente sea uno de los más caros considerando la relación costo-beneficio. Sin provecho para el fútbol local, de escasa convocatoria, se apuntaba con él a generar espectáculos artísticos y deportivos de relevancia nacional, pero once años más tarde apenas queda el recuerdo de una final de Copa Argentina de poca trascendencia (ganada por Arsenal de Sarandí) y algunas presentaciones de Boca y River que no superan la anécdota. Como espectáculos, sólo se presentó Ricardo Montaner, allá por 2013, con un nivel de venta de entradas que no alcanzó ni para cubrir los costos de la contratación. Jamás vino la Selección Argentina de fútbol, por ejemplo, que ya se presentó –con Lío Messi incluido- en el estadio santiagueño, inaugurado el año pasado.
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Derrumbes, reclamos judiciales, cuestionables acuerdos y la decisión de recuperarlo fueron sumando eslabones a la opaca historia del Bicentenario, para el que cada tanto se vaticinan actividades que luego se diluyen sin concretarse, como cuando se anunció que podía volver a ser sede de la Copa Argentina pese a los problemas en las gradas, porque por la pandemia se jugaba sin público. Nada de eso sucedió y también quedó fuera de la agenda importante de este año, lógicamente porque se sigue trabajando.
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El último desacierto corre por cuenta del ministro de Cultura, Turismo y Deporte, Roberto Brunello, quien a poco de asumir anunció en medios nacionales que estaba todo listo para que el estadio reabriera sus puertas el 15 de diciembre. Un mes y medio más tarde, no hubo otras novedades y la malograda noticia quedó como testimonio de un apresurado entusiasmo, acorde con la historia de una obra que nació con el pie izquierdo y, hasta aquí, jamás logró enderezar el rumbo.
El Esquiú.com