El Secretario

lunes, 3 de enero de 2022 00:52
lunes, 3 de enero de 2022 00:52

Preocupa por estas horas la salud de Adolfo Pérez Esquivel, quien sufrió una descompensación en la costa bonaerense y quedó internado en una clínica de Mar del Plata. Las últimas noticias indican que permanece estable y se le hacen diversos estudios para saber fehacientemente qué le ocurrió. Naturalmente, la inquietud nace por su avanzada edad, ya que tiene 90 años y eso hace que ningún malestar pueda pasarse por alto. Se temió que haya sufrido un accidente cerebro vascular (ACV), pero los médicos descartaron esa posibilidad.
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Adolfo Pérez Esquivel recibió el Premio Nobel de la Paz en 1980 por su lucha en defensa de los derechos humanos durante la dictadura cívico-militar (1976-1983), y se convirtió en un símbolo del enfrentamiento no violento a los poderes dictatoriales de toda la región. Aunque es una personalidad reconocida, no se trata de un líder influyente ni mucho menos, ni cuenta en el país con un reconocimiento acorde con su trayectoria y el invaluable logro alcanzado a nivel internacional. Debe decirse que ello no es una casualidad. Su obtención del Nobel de la Paz no fue un gran suceso en Argentina, al contrario, trascendió casi discretamente y en forma simultánea con una campaña de desprestigio que lo mostraba como una suerte de loquito comunista antiargentino.
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La explicación se escribe sola: Pérez Esquivel fue premiado cuando la dictadura todavía gobernaba y los horrores que el Nobel denunciaba estaban en plena vigencia. Hubiera sido un contrasentido que oficialmente se diera algún valor a tal distinción, ya que hacerlo equivaldría a reconocer los gravísimos atropellos que se consumaban. Lo triste es que cuarenta años después perduren en el inconsciente colectivo algunas de aquellas sombras impuestas, tal como le sucede a Hebe de Bonafini, Estela de Carlotto y otros valientes luchadores de los años de plomo. Sería bueno que se los reivindicara en vida, ya que sus gestas y sus obras bien definen tanto lo que queremos como lo que no queremos para Argentina. Pero en muchos rincones el negacionismo goza todavía de buena salud.


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