Desde la bancada periodística

La gente tiene que decidir

sábado, 19 de noviembre de 2022 02:23
sábado, 19 de noviembre de 2022 02:23

“La gente tiene que decidir si quiere volver a esa Argentina que tuvo”, planteó Cristina Fernández de Kirchner en su discurso del último jueves, para cerrar un mensaje que dejó mucha tela para cortar, y un mensaje inequívoco.

La figura política más importante del país, quien ostenta a la vez la condición de ser la más amada y la que más rechazo genera, se lanzó de manera implícita como candidata presidencial a poco más de diez meses de la elección que definirá gran parte del futuro de los argentinos, y posiblemente también resulte la batalla final entre kirchnerismo y macrismo, con todo lo que ello representa.

La dramática alternancia en el ejercicio del poder en el país durante los últimos años, debe admitirse, se construyó a fuerza de hastíos y fracasos.

En 2015 ganó Mauricio Macri porque la mayoría de los argentinos castigó a Cristina y su sector.

En 2019, ganó Alberto Fernández porque la mayoría de los argentinos castigó a Macri por su desastrosa gestión.

Ese voto negativo es el que alienta ahora a la oposición, que apunta toda su artillería a señalar errores y falencias del actual gobierno, con la ilusión de que el mecanismo se repita.

El voto negativo, el voto bronca, el rechazo, ha desplazado a las propuestas y las ideas, sencillamente porque funciona.

El descontento como terreno fértil para postularse, incluso se convierte en un arma de doble filo para las fuerzas mayoritarias, y genera fenómenos como el de Javier Milei, un personaje mediático de gritos fuertes y argumentos débiles, que sin embargo no deja de crecer, porque capitaliza el cansancio que las principales coaliciones han cosechado.

En ese marco, Cristina propone “volver”, propone recuperar un país que, si bien reconoce que no era “Disneylandia” (tal su expresión), indudablemente era mejor que el actual.

Cristina dice que es posible, que fueron ellos (el kirchnerismo, con Néstor cuatro años y con ella ocho años), quienes arreglaron el caos de 2001. Y que puede hacerlo otra vez.

La Vicepresidenta reivindicó fuertemente -y con buenos argumentos- su gestión presidencial que abarcó desde 2007 al 2015. Pero en el mismo acto, de manera tácita y brutal, se desprendió de este gobierno, que también es suyo.

Ella no sólo es la segunda autoridad del país, fue también quien ideó la fórmula ganadora de 2019 y quien eligió a Alberto Fernández.

No dijo una palabra contra Alberto, es verdad, pero lo desconoció de manera contundente, como subrayando que este gobierno no es su gobierno y, por extensión, que este fracaso no es su fracaso.

“La gente tiene que decidir” no hace referencia a la elección de octubre de 2023. Es un mensaje puertas adentro del partido. Un mensaje lapidario para Alberto y sus aspiraciones, un mensaje a la militancia y al conjunto de actores que dan fuerza al justicialismo.

Legisladores, gobernadores, intendentes, sindicalistas, militantes: ellos son los que tienen que decidir. Si se cierran los acuerdos necesarios y se le brinda apoyo masivo, ella será candidata a presidenta por tercera vez.

Lo hace en un contexto harto complejo, lo hace a menos de 80 días de que le gatillaran un arma de fuego en la cabeza -condenable acto que se ocupó de mencionar con mucha altura, sin victimizarse y con un llamado a la cordura-.

Lo hace además en el umbral de la resolución de una causa judicial que puede llevarla a la cárcel. Simbólicamente, porque no irá a la cárcel, pero con la carga que ello implica, ante el inminente desenlace de un proceso que para unos es una respuesta concreta a los mecanismos de corrupción oficial, y para otros un show montado por una justicia que responde a otro sector político.

Lo hace en medio de una pulseada feroz con la Corte de Justicia por la constitución del Consejo de la Magistratura, y fundamentalmente con un pueblo abrumado por las desdichas económicas y la inseguridad. No por casualidad apuntó a esos temas para alentar la idea del regreso.

Escenario potencial

¿Qué respuesta puede tener Cristina del peronismo? No habrá un apoyo unánime, pero sí mayoritario. Se adivina alguna resistencia del “albertismo”, probablemente débil como el propio Alberto, y no mucho más. Los sectores peronistas que no la apoyarán son los que nunca la apoyaron, por caos, el PJ sui generis de Córdoba, el gremialismo del ala barrionuevista y algún otro adversario histórico. No hay mucho más: la mayoría se alineará.

En ese sentido tiene el camino mucho más allanado que Macri, quien no lidera claramente ni su propio partido, y tiene además una “jauría” de precandidatos detrás (¿o delante?), comenzando por Horacio Rodríguez Larreta y los radicales. ¿Es para esa oposición una buena noticia una eventual oficialización de la candidatura de Cristina? Habrá que verlo. Tendrían el discurso ya listo y armado para atacarla, pero por previsible y repetido (hasta el hartazgo) su efectividad podría ponerse en duda. ¿Qué más pueden decir de ella que no hayan dicho ya? Y lejos de destruirla, la mantuvieron vigente y la fortalecieron.

La sociedad es otro cantar. Cristina divide al país entre enamorados incondicionales, que son millones, y otros millones que no la pueden ni ver, a quienes les repele hasta su voz.

Por ello convoca al diálogo y a la construcción de consensos. Sola no le alcanzará, y lo sabe.

¿Y Catamarca?

La posición de Catamarca, si la postulación de CFK se confirma, será al menos incómoda. A menos que Alberto termine por arriar las banderas de su reelección, Catmarca deberá hacer equilibrio en una interna que puede tornarse más ácida que hasta aquí.

El gobernador Raúl Jalil no se cansa de repetir que Alberto fue el presidente que más ayudo a Catamarca, y valora constantemente sus aportes en recursos, en obras, en presencia.

Puede que el reconocimiento sea sincero, pero es también obligado. Catamarca no puede darse el lujo de pelearse con Casa Rosada: es un “suicidio” político que cuenta con antecedentes cercanos.

Pero Catamarca no es albertista. La figura más fuerte del peronismo lugareño, y de todo el arco político provincial es Lucía Corpacci, una mujer que se lanzó a la política de la mano del kirchnerismo y nunca lo abandonó.

Lucía juega por estas horas un rol protagónico en la batalla que se libra en el Senado. Y naturalmente estuvo en el acto de La Plata, apoyando a quien fue su líder y su aliada durante sus primeros cuatro años de gobierno.

Todo hace presumir que si Cristina tiene que luchar a nivel interno por ser candidata, el PJ catamarqueño estará de su lado, sea quien sea el que se ubique enfrente.

La candidatura de Cristina no sorprende. No tiene el efecto impactante de aquel anuncio de mayo de 2019.

Y no llega de la mejor manera, sino como un último recurso ante el riesgo concreto de perder el poder.

Los meses que siguen esclarecerán el panorama. Claramente está preparada para combatir en todos los niveles, y ni siquiera una posible condena la detendrá.

Allí tiene el antecedente fresco de Lula en Brasil, que se rehizo de sus cenizas y retornó al poder cerca de sus 80 años.

Cristina tiene 69 y ya se sabe de qué madera está hecha. Está resuelta a subir al ring una vez más.

Ahora, como bien lo dijo, la gente tiene que decidir.

El Esquiú.com

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