Apuntes del Secretario

miércoles, 2 de noviembre de 2022 01:59
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Y siempre hay un “pero”

Se advirtió en esta misma columna hace unos días, y sucedió lo que se esperaba. Cuando de causas políticas se trata, la Justicia siempre encuentra una manera de dilatar, postergar y dejar pasar el tiempo pasivamente sin cumplir su labor. La impunidad goza de buena salud, pero que no se le ocurra a un ciudadano común cometer un delito, porque caerá sobre él todo el peso de la ley. Tal como se especulaba, se frustró una vez más el inicio del juicio por la causa de las compras directas en Acción Social durante el gobierno de Oscar Castillo. Luego de casi dos décadas de idas y vueltas por distintas cuestiones judiciales, el vergonzoso proceso se postergó, ahora rumbo al próximo lunes 7 de noviembre. “Que la clase política y/o empresarial goza de la mayor impunidad en los terrenos de la Justicia no es novedad. Tal situación no debe sorprender a ningún catamarqueño mínimamente informado. En casi 40 años de democracia, fueron varios los hechos de corrupción que tuvieron características flagrantes y terminaron en los puzles del Poder Judicial”, apuntamos aquí mismo en las vísperas del juicio, que despertaba nulas expectativas porque se vaticinaba lo que obviamente volvió a pasar, ahora por ¡cuarta! vez.

Causa eterna

La causa llamada “compras directas”, que fue una estafa gigantesca para la cual se utilizó como pretexto las necesidades de los más humildes, resulta quimérico pensar que puedan producirse definiciones que se compadezcan con los hechos reales, todos los cuales fueron irregulares y mafiosos. Esos hechos datan de 2004 y se relacionan con las elecciones de 2003, cuando irrumpió con posibilidades de ser gobernador el dirigente gastronómico Luis Barrionuevo, finalmente proscripto. Es decir que han pasado casi 20 años desde que el exdiputado y actual ministro de la Vivienda, Fidel Sáenz, presentara la denuncia penal por el manejo corrupto del dinero público por parte de proveedores del Estado recién llegados a la actividad y que respondían al manejo del gobierno de turno, comandado entonces por el exgobernador Oscar Castillo.

La maniobra

Los que vivieron los acontecimientos electorales de 2003 son conscientes que hubo un gran complot para desplazar a Barrionuevo que, por coincidencias certeras de las encuestas, iba a derrotar a los candidatos radicales, especialmente a Castillo, que por este motivo renunció a postularse para la reelección. Participaron de la jugada el gobierno local, una parte importante del peronismo nacional -con la excepción del presidente provisorio de la época, Eduardo Duhalde-, la Suprema Corte y la Justicia de Catamarca. Por cuerda aparte, había que convencer al pueblo de que Barrionuevo era la expresión del mal y el diablo en persona. Fue cuando comenzó el festival de las dádivas y de lo que dio en llamarse “el negocio del hambre”. En ese contexto se entregaron bolsones con comida a diestra y siniestra, pero aproximadamente 8.000 de esos bolsones fueron “dibujados” y rigurosamente cobrados por los “nuevos proveedores” a través de facturas apócrifas, las cuales figuran en el expediente. Los autores intelectuales de la corrupta maniobra no están en el banquillo de los acusados. Se trata de quienes ordenaron llevarla a cabo, o sea las más altas autoridades provinciales y los operadores políticos. Como ocurre habitualmente, a lo largo de los años, la Justicia se encargó en sus idas y venidas, que la acusación recayera sobre funcionarios que no podían tomar decisiones sobre una suma de aproximadamente 27.000.000 de pesos de la época. Una fortuna a partir de la cual no pocos se hicieron ricos y saltaron socialmente hacia las alturas. Solamente quedaron “pegados” a semejante fraude el exministro de Salud, Pablo Doro; el exsecretario de Acción Social, Víctor Brandán; el exencargado de Depósito, Omar Guillermo Martínez y la exencargada del servicio de Contaduría, Carlina Argentina Zurita, quienes deberán responder  en una semana ante los integrantes de la Cámara Penal Nº 3 que preside el doctor Marcelo Soria e integran, además, los camaristas Carlos Rodolfo Moreno y Mauricio Navarro Foressi. “Que nadie se sorprenda si en la misma apertura no surge algún otro subterfugio y se posterga nuevamente, como ha ocurrido en numerosas oportunidades”, advirtió El Esquiú.com. No hacen falta más comentarios.

Fútbol decadente

Los desmanejos y desprolijidades del fútbol argentino comienzan a pasar facturas, y la realidad objetiva indica que la bendita tierra de Alfredo Di Stéfano, Diego Maradona y Lionel Messi, está perdiendo terreno y abandonó hace tiempo el liderazgo que supo ostentar de manera indiscutible. En este país donde no se arman dos campeonatos iguales porque las reglas de juego se modifican cada 15 minutos, donde este año compitieron ¡57 clubes! entre las dos principales categorías (28 en primera y 37 en segunda, un desquicio total), donde árbitros y organizadores ofrecen ayudas y privilegios a los poderosos, donde los equipos de los más altos dirigentes  de AFA siempre avanzan con ventaja y donde los popes corren desaforados detrás del negocio, el noble y amado juego se empobrece cada día un poco más. Se agregan descensos, se anulan descensos, se agregan equipos, se inventan títulos vacíos para contentar la demanda mediática y se manosea y denigra sin cesar a un deporte maltratado y caótico, incapaz siquiera de recibir al público de los elencos que compiten en una misma cancha. En este fútbol ridículo donde toda la promoción se limita a Boca y River y el resto son reducidos al rol de partenaires, donde los equipos descienden y son campeones simultáneamente (Tigre 2019, Patronato 2022), la última perla se da por estos días: se había resuelto que el campeón de la LPF y de la Copa Argentina disputaran la Supercopa en Abu Dhabi (para recaudar dólares, obviamente), pero como el duelo que resultó es Boca-Patronato, ahora se inventará otra copa trucha para armar un show más atractivo. Patético.

Así estamos

Tanta incoherencia no es gratuita. Argentina dejó de ser la potencia que era, y hay mil datos concretos que lo corroboran. Desde que se creó el Mundial de Clubes, por ejemplo, hace más de veinte años, jamás lo ganó un equipo argentino. Incluso en Sudamérica, donde el dominio albiceleste era abrumador, el retroceso es alarmante: Argentina llegó a tener 20 títulos de Copa Libertadores contra 11 de Brasil, casi el doble. Hoy la exigua ventaja es 25 a 22, y no durará mucho. De los últimos ocho finalistas de la Libertadores, siete fueron brasileños:  es más, las últimas tres finales se resolvieron directamente entre equipos de ese país. Los futbolistas argentinos siguen brillando alrededor del mundo, porque el talento sobra, un indicador más de que el problema es la incapacidad de organizar y la intromisión de intereses que malogran las competencias locales. En pocos días comenzará el Mundial, y todos deseamos que Argentina triunfe después de casi cuatro décadas. El pueblo y especialmente Messi merecen esa alegría, pero sería triste si el éxito opera como redentor para esconder tanto desgobierno. Al fútbol argentino lo están matando en cámara lenta y necesita retomar el camino de la seriedad. Eliminar privilegios, mirar de verdad al interior y repartir más equitativamente los recursos sería un buen comienzo.

Secuestros extorsivos

RECUERDOS. Hace 20 años, en pleno auge de los secuestros extorsivos, el país se paralizó cuando cayó entre las frecuentes víctimas el padre del actor Pablo Echarri. Antonio Echarri tenía 66 años y fue capturado mientras estaba en su puesto de diarios y revistas del barrio Crucecita, en el partido de Avellaneda. Había llegado en colectivo porque meses antes le habían robado el auto. El primer llamado que recibió el popular actor fue lapidario: “Si vemos merodear un solo cana por tu casa, le pegamos un tiro en la cabeza a tu viejo”. Y reclamaron un rescate de 100.000 dólares. El infierno duró una semana. Echarri se encargó de negociar con los secuestradores -una banda pesada integrada por policías y ladrones- que había cometido otros secuestros. El actor pagó 200 mil dólares de rescate. Doce horas después, la policía detuvo a cinco personas que habían recibido el dinero y traicionado al resto de los captores. Más tarde, dos grupos de la Bonaerense rescataron a Echarri de una casa del partido de Burzaco. Por el hecho fue detenido José Luis Di Cugno, un sargento retirado de la Policía Federal de 51 años. Unos 20 días después del secuestro, apareció asesinado Ezequiel Di Cugno, el hijo de 22 años de José Luis, con dos balazos en la cabeza y tres puñaladas en el pecho. El último detenido fue el uruguayo Juan Esteban Torres Maciel, que también apareció asesinado de un tiro, con un balazo en la cabeza y en el baúl de su Mercedes Benz. Antonio Echarri murió el 3 de noviembre de 2009.

El Esquiú.com

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