El Secretario
Parodia de juicio
No hace falta conocer a fondo la historia de Catamarca de las últimas décadas para aventurar cómo puede terminar el juicio por las llamadas compras directas, un flagrante negociado de la clase política que ocurrió hace 19 años y que, hasta ahora, no tiene culpables. Que se hayan esfumado de las arcas estatales más de 27 millones de pesos -una cuantiosa fortuna en 2003- y que cuatro o cinco vivillos, avalados por las autoridades que seguramente lograron los objetivos que buscaban, se hayan convertido en millonarios, parece no importar a la Justicia de Catamarca que lleva el caso por los andariveles que pueden conducir a la prescripción de la acción penal, esto es, extinguirse la responsabilidad de los responsables por haberse vencido los términos de activación del juicio. Una jugada de manual.
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No somos adivinos u oráculos terrenales, pero el domingo pasado deslizamos la sospecha que lo programado por el Tribunal podía transformarse en una parodia de juicio. Que algún pretexto, justificado o injustificado, podía impedir que el día lunes se abriera el debate que tiene como acusados a los exfuncionarios públicos Pablo Doro y Víctor Brandán. No nos equivocamos. El abogado del gremialista, Pedro Vélez, apenas se iniciaba la sesión de la víspera pidió la nulidad del proceso y, una vez más, los jueces ordenaron una nueva postergación hasta mañana. Van tantas ya que tranquilamente marcan un récord en la materia.
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La verdad, de fondo, es que la Justicia nunca quiso hacer este juicio porque se trata de un caso político que, durante tres lustros, la Corte que integraban José Cáceres, Sesto de Leiva y Ernesto Oviedo, a quien luego reemplazó Raúl Cipitelli, nunca se animó a poner al castillismo que los nombró contra las cuerdas. En este sentido, digamos las cosas como son. Que Doro y Brandán sean los acusados, no quita responsabilidades políticas al exministro Jorge Grecco o al exgobernador Oscar Castillo y a buen número de conocidos proveedores del Estado cuyos nombres, en un debate serio, no podrían nunca ser omitidos.
El Esquiú.com