La conducta autodestructiva
 

El reloj avanza inexorable, el clima de campaña comienza a instalarse y las elecciones se acercan irremediablemente. El año que viene se renovará la mitad de todos los cuerpos legislativos y se elegirán intendentes, gobernadores y presidente de la Nación. La hora de la verdad para oficialistas y opositores, que despliegan su artillería en esta etapa previa para alcanzar un doble posicionamiento: puertas adentro de sus partidos y ante el electorado que decidirá su suerte. Es una etapa de naturaleza compleja, donde palabras y conflictos se magnifican, y los intereses sectoriales y personales se mezclan en una ensalada que se presenta una y otra vez como obligado menú del día.

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En este trayecto preliminar, sobresale la conducta autodestructiva del peronismo, que se esfuerza cada día por hacer más méritos para facilitar el crecimiento de la oposición. El sueño del macrismo-radicalismo, que se marchitó prematuramente tras una breve y desastrosa gestión, reverdeció a fuerza de una interna intolerable para propios y extraños. Ya ni siquiera se guardan ciertas formas: la propia portavoz del Gobierno, Gabriela Cerruti, analizó que “si seguimos con esta dinámica de decir que todo está mal, en 2023 va a terminar gobernando la derecha”. Y el mensaje no fue para la oposición, sino para los propios. Hasta los más altos funcionarios de Casa Rosada le pegan a Alberto Fernández. Por caso Jorge Ferraresi, ministro de Desarrollo Territorial, dijo que si el Gobierno pierde en 2023 “algunos vamos a ir presos y, seguramente, otros volverán a dar clases en las universidades internacionales”.

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Un panorama insólito que se extiende más allá de toda lógica, y que comienza a incomodar al peronismo catamarqueño, el más sólido de la última década, hasta aquí inmune a las olas amarillas, y triunfante una y otra vez desde 2011. La crisis oficialista ofrece muchas señales preocupantes, tantas que ya se duda de un desdoblamiento de los comicios como remedio suficiente para tanto síntoma negativo.

El Esquiú.com