Costo & beneficio

Acercándonos al final del séptimo mes del año, ninguna de las dos cámaras del Congreso de la Nación alcanza en este 2022 un promedio de una sesión al mes. Diputados se reunió cinco veces y el Senado seis: once sesiones entre los dos cuerpos, un promedio lindante con lo vergonzoso, para un poder que ni siquiera tuvo este año su período de extraordinarias, y vive enredado en disputas siempre enfocadas en sus propios intereses sectoriales y partidarios. El Congreso siempre encuentra una razón para justificar su inacción, si el año es electoral porque es electoral, si no lo es porque lo será el siguiente. Su cómoda pereza tiene cientos de justificativos a mano.

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En los últimos días, merced a un viejo acuerdo que aplica automáticamente para los legisladores las mejoras salariales que obtengan los trabajadores legislativos, diputados y senadores nacionales recibieron en sus dietas un incremento del 69 por ciento. Lo cobrarán en dos tramos de 30 por ciento, con una primera cuota que se aplicará retroactivamente al 1 de julio y una segunda que regirá desde el 1 de octubre. Ahora, la dieta de un legislador es de 359.000 pesos en promedio: a partir de julio llegará a 466.700 pesos, y desde octubre escalará a los 606.710 pesos mensuales. Todo ello conforma una cifra varias veces millonaria cada año, a la que deben sumarse aguinaldo, pasajes gratuitos, secretarios, gastos de representación, adicionales por desarraigo, etc., etc.

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El gasto parlamentario sopesado con el aporte que realiza al país deja un déficit abrumador. La mayoría de los legisladores nacionales, por caso, gozan ahora de sus vacaciones invernales y se esperan más semanas inactivas. Nadie espera que se vuelva a trabajar a pleno sino hasta avanzado agosto. En conjunto, y contrapuesto con la delicada realidad que enfrentan la mayoría de los trabajadores, los legisladores nacionales parecen formar parte de un círculo privilegiado hasta la grosería. Sería interesante que al menos tomaran nota para trabajar un poco más, y al menos recudir un poco la escandalosa brecha entre los costos y beneficios que representan para la sociedad.
El Esquiú.com