Desde la bancada periodística

Alberto Fernández, nocaut de pie

sábado, 30 de julio de 2022 01:11

En la mañana del 18 de mayo de 2019, mediante un pequeño video difundido en redes sociales, se sacudieron los cimientos de la política argentina.

En un hecho inédito, Cristina Fernández de Kirchner confirmó que se presentaría como candidata en las elecciones presidenciales, pero lo hizo como nunca antes se había hecho: ubicándose en el segundo lugar de la fórmula, y definiendo ella misma quien sería el principal candidato, Alberto Fernández.

La experiencia contra natura planteaba un conflicto desde el génesis, ya que quedaba claramente expuesto que la máxima autoridad -en términos de peso político- no correspondía a quien ocupaba el primer espacio de la lista, sino a quien debía secundarlo.

Cómo podía desarrollarse fácticamente un equipo donde el jefe no es el jefe alcanzaba para plantear muchas dudas, pero ninguna de ellas prevaleció en aquel momento.

Por el contrario, se desató la euforia de los militantes, el interés de los independientes, y la mayoría de los analistas políticos se rindieron ante lo que se definía como una jugada maestra de ajedrez.

Cristina, acorralada, hostigada y jaqueada durante los cuatro años de macrismo, lideraba sin duda alguna al núcleo opositor del electorado, pero se había demonizado tanto su figura que ese núcleo era ya insuficiente para arrebatarle el poder al macrismo.

Recurrió entonces a un tercerizador de imagen, rol que concedió a una persona del riñón kirchnerista pero al mismo tiempo históricamente crítico con ella: Alberto era un K de Néstor que no dudó en distanciarse de la mujer más poderosa del país, con lo cual diluía odios y ayudaba también a avanzar sobre el electorado independiente.

El experimento funcionó a la perfección, con más contundencia en la PASO que en las generales, es cierto, pero a la hora de las objeciones la tarea ya estaba terminada. Macri, en gran parte por mérito propio y el fracaso de su errática gestión, debía abandonar la Casa Rosada más prematuramente que cualquier otro oficialista de la historia (urnas mediante), y el regreso triunfal del peronismo, impensado entre 2015 y 2017, se había consumado casi milagrosamente. Por cierto, el milagro había sido obra de Cristina.

Otro cantar                                                                                                                         

Un repaso apenas superficial por la historia argentina, revela que existe una abismal diferencia entre una campaña proselitista exitosa y una gestión exitosa.

Incluso en las últimas décadas, abundan tantos ejemplos que la enseñanza roza la redundancia. Con todo lo difícil y complejo que resulta llegar al poder, es la parte más sencilla: gobernar es otro cantar.

Los desgastes de los oficialismos, una mala gestión, una mala racha o una de las periódicas crisis económicas oportunamente localizadas, son suficientes para alentar los vientos de cambio, y catapultar al sillón de Rivadavia a quien quede ubicado en el lugar justo y en el momento justo, si es que acierta a capitalizar el descontento mayoritario.

Cumplir con las expectativas creadas es un desafío que no se resuelve con slogans, y en ocasiones el mismo tamaño de la ilusión generada retorna como un boomerang impiadoso a la hora de juzgar a quienes se votó.

Alberto chocó con la realidad de frente a la velocidad de la luz, por factores endógenos y exógenos. Amaneció con una pandemia mundial y con una deuda lapidaria, escollos gigantes y reales sobre los cuales no se lo puede responsabilizar.

Pero pronto aparecieron otros escollos, nacidos y florecidos en el propio gobierno, con pulseadas llevadas al extremo que representan un lujo que no puede darse un gabinete en tiempos críticos.

Alberto pago un caro precio por cada uno de los golpes, y los cuestionamientos sobre el reparto de roles asimétrico de aquella particular fórmula presidencial, se tradujeron pronto en serias dificultades.

Lo que primero se sugería como discretos rumores palaciegos, desencadenó una guerra pública y abierta al límite de lesionar las instituciones: ni hablar del frente oficialista, que padeció estragos en su credibilidad, caminando sobre un campo minado donde los explosivos eran colocados por su propio ejército.

Todo el mundo vio y advirtió lo que sucedía, pero la cordura no se recuperó. Se siguió tensando la cuerda y se llegó a este punto. Un punto sin retorno.

Cuando todavía resta un largo camino de un año y medio de gobierno, Alberto Fernández parece haber quedado sin reacción ni posibilidades de reaccionar. Como esos boxeadores completamente vencidos que siguen recibiendo golpes sólo porque una mala pasada del destino les impide caerse, y están noqueados y vencidos aunque permanezcan de pie.

Raúl Alfonsín adelantó las elecciones de octubre a mayo de 1989 y luego debió entregar el poder a Carlos Menem porque el estallido social no le dejó margen ni para cerrar su ciclo.

Fernando De la Rúa renunció tras haber jugado su última carta apostando a la aparición salvadora de Domingo Cavallo, cuyas políticas prometía combatir en campaña. Fracasó y se fue.

Alberto Fernández sigue siendo Presidente de la Nación y ocupa el sillón de Rivadavia en el palacio de Balcarce 50. Pero en los últimos días quedó claro que ya no ejerce el poder.

Perspectiva

Hace falta que transcurra el tiempo para poder evaluar los últimos acontecimientos con cierta perspectiva y ensayar alguna conclusión.

En este momento, no puede determinarse fehacientemente si es que Alberto no supo gobernar o no lo dejaron hacerlo. Tampoco importa demasiado ahora. En ciertos espacios de mando, las excusas son irrelevantes: dejar que no lo dejen gobernar, si fuera el caso, es de todas maneras una falla propia.

Terminar con la grieta, recuperar la felicidad, ordenar la economía, y muchos otros objetivos planteados han quedado en el olvido. Hoy el gobierno tiene una única premisa, la más modesta de todas, y pasa por llegar a concluir el mandato conferido por el pueblo. Por pobre y triste que suene, ni siquiera esa meta está asegurada.

Si el panorama se acomoda gradualmente y la tormenta pasa, el reconocimiento será para otros.

Alberto tiene muy pocas oportunidades, o ninguna, de revertir la caída de su propia figura.

El lugar que consiguió promediando su tercer año de gestión como máxima autoridad del país, vino a ser incluso más opaco que aquel ficticio liderazgo de fórmula que lo sedujo aquella mañana de mayo de 2019.

El Esquiú.com

Comentarios

1/8/2022 | 01:18
#149006
el unico en la historia que perdió las elecciones buscando su segundo mandato fue el gatito mauri, y la nota dice bien claro que se fue antes urnas mediante, no por renuncia o golpe de Estado... aprendé a leer bobi... o seguí cantando si se puede nabo
30/7/2022 | 10:31
#149005
Lo dice Homero MANZI ( no es pariente de los de Santa fe) en su tango DESPUÉS:...paso que vuelve del fracaso canción hecha pedazos,que aún es canción. Después ...vendrá el olvido o no vendrá.. Lo de ALFERDEZ es un fracaso estrepitoso. Desde su inicio, venía a la Casa Rosada vestido por su mamá y con el paquete de galletitas Bagley, una vez las BUBU, otra las COLEGIAL y al final las MANON, en el bolsillo del...saco. Todos los compañeros (Ministros y Funcionarios nacionales) esperaban que se olvidara de su mamá e hiciera lo que tenía que hacer: DIRIGIR, CONDUCIR, PROYECTAR. Nada de eso. Hasta en determinado momento le dijeron que usara la lapicera y en vez de firmar lo que le ponían al frente, ÉL DECIDIERA. No hizo nada. Cada vez entró en la onda de discursos falsamente enardecidos, con voz tiple y sin entusiasmar a nadie. Y así termina: Después ...vendrá el olvido o no vendrá y mentiré para reír y mentiré para llorar. Torpe fantasma del pasado, bailando en el tinglado tal vez para olvidar.
30/7/2022 | 10:14
#149004
De la Rúa se fue ANTES que Mauricio Macri. Pero también antes determinar su mandato se fueron Isabelita, Alfonsín, Frondizi, Perón (1952-1955) y otros. ES DECIR...NO FALSEEN LA HISTORIA. macri se fue POR SEGUIR LAS POLITICAS POPULISTAS DEL KIRCHNERISMO. Y uno no puede trata de dar las mismas órdenes que le da un dueño a su cachorro, porque éste fue educado por oyra voz y otros gestos. Es como que MACRI COMPRÓ UNA ALEXA Y CREYÓ QUE HABLÁNDOLE CON SU VOZ Y SU TONO LE IBA A DAR PELOTA. Y lo dejó colgado de la brocha o sin respuesta alguna.

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