Rusia en su laberinto

A casi siete meses de iniciada la guerra, Rusia comienza a padecer su ingreso a tierras ucranianas como un doloroso error, que ubica al poderoso Vladimir Putin entre la espada y la pared. Como en ningún otro campo, la historia militar enseña que la supremacía de fuerza y número no necesariamente se traduce en éxitos automáticos. El siglo pasado dejó la cercana enseñanza de la estrepitosa caída estadounidense en Vietnam, y aquellos fantasmas sobrevuelan hoy los techos de un Kremlin atrapado en su propio laberinto. Lo que se imaginaba como una incursión rápida y letal, se va transformando en una pesadilla.

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Rusia no perdió la guerra, pero se ve obligada a retroceder dramáticamente, mientras los relojes marcan que la demora en imponerse es una derrota en sí misma. Derrota psicológica y económica de tal magnitud que permite replantear la decisión de haber lanzado la ofensiva en febrero último. Le quedan varios ases en la manga, incluyendo el control de los gasoductos que alimentan a Europa y su arsenal nuclear, pero de utilizarlo las consecuencias internacionales podrían resultar devastadoras, para ellos y para todos, tanto que asumir una posible caída y aceptar abrir un diálogo de paz representaría un daño menor.

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En la última semana Ucrania reconquistó más de 20 ciudades, y recuperó un territorio que a los rusos les había demandado meses ganar. Putin pierde apoyo interno, su ejército se debilita anímicamente y la comunidad internacional -que desde el primer momento apoyó a Ucrania- fortalece su posición. China observa y celebra no haberse pronunciado abiertamente por ninguno de los dos bandos, firme en su objetivo de definir su propio eje sin encolumnarse detrás de nadie. Más lejos, países como Argentina ruegan que se apacigüen las consecuencias de las batallas en los precios de alimentos y energía. Queda claro que el último capítulo de esta novela no se escribió, pero cualquiera sea el final, distará mucho de los escenarios imaginados cuando todo empezó.
El Esquiú.com