Desde la bancada periodística

El rugby estigmatizado

sábado, 28 de enero de 2023 01:09
sábado, 28 de enero de 2023 01:09

El próximo 6 de febrero se conocerá la sentencia para Máximo Thomsen, Matías Benicelli, Enzo Comelli, Blas Cinalli, Ayrton Viollaz, y Luciano, Ciro Pertossi y Lucas Pertossi, acusados por el crimen de Fernando Báez Sosa, un chico asesinado a golpes de puño y patadas que le provocaron un paro cardíaco debido a un shock neurogénico inducido, producido por traumatismo grave de cráneo.

La muerte se produjo en el marco de una supuesta “pelea”, en la cual los ocho agresores atacaron impiadosamente a su víctima, castigándola con ensañamiento, incluso cuando yacía indefenso en el suelo.

El crimen de Fernando cobró relevancia a nivel nacional e internacional pocas horas después de sucedido por la difusión de las imágenes de la salvaje golpiza en redes sociales, al extremo de que se lo considera el asesinato más filmado en la historia criminal argentina.

Como el grupo atacante está integrado por amigos que jugaban al rugby en el Club Náutico Arsenal Zárate, el caso trascendió como “el crimen de los rugbiers”, y vino a afectar, de manera trágica, la vapuleada imagen que de un tiempo a esta parte mancha a ese noble y añejo deporte.

Es curioso que ello haya sucedido, porque durante décadas el rugby representó todo lo contrario: lealtad, compañerismo, caballerosidad. Cuál es el momento en que ese prestigio se revierte, es difícil de precisar. Pero la sucesión de acontecimientos violentos vinculados al rugby es tan extensa que ya no puede considerarse casual.

El rugby es un deporte que aglutina lealtades entre quienes lo practican. Que fideliza a aquellos que se involucraron desde chicos en el juego de la guinda, pero que suele espantar a quienes lo ven desde afuera, sin lazos que lo unan al deporte.

Lamentablemente en los últimos tiempos, el deporte quedó manchado por una sucesión de crónicas policiales en las que rugbiers protagonizaron  ataques violentos e incluso llegaron a matar. Para quienes practican y aman el rugby ejerciendo y pregonando sus valores, la situación actual es dolorosa e injusta. Pero ya no ajena: entidades que regulan el rugby en el país ya se enfocan en formas de prevenir la violencia. Hay demasiados síntomas como para desconocer que algo está mal, y que ya no puede atribuirse sólo a conductas individuales.

Sobre el por qué de la violencia que protagonizan los rugbiers fuera de la cancha un emblema de Los Pumas, Agustín Pichot, dijo: “El gran problema que hemos tenido como deporte -y lo tenemos como deporte-, es no haber diferenciado lo bueno y lo malo. Haber naturalizado la violencia", reflexionó.

Lo cierto es que este tipo de violencia no puede divorciarse de la violencia general que cruza a la sociedad, que puede verse en la calle, en cada esquina, en el automovilista que le tira el auto al peatón, en los estadios de fútbol. Si bien son muestras de violencia en distinta escala todo colabora para una explosión en determinados casos que deja serias y crónicas secuelas.

En el caso del rugby, en un deporte que se precia de inculcar los más altos valores de integridad, disciplina y respeto la cuestión es: ¿hasta qué punto llega la responsabilidad de los clubes en estos casos de violencia?

En anteriores casos de igual repercusión, las entidades naionales expresaron que “hay reglamentos, códigos de conducta, y los valores del rugby primero que todo. El comportamiento de los jugadores se basa en eso”.

Según los cronistas que cubren los partidos en distintas ligas, lo más serio es que la violencia se está tornando frecuente en las divisiones juveniles. Peleas entre los jugadores, discusiones con los árbitros e insultos que parten desde el público se trasladan muchas veces después cuando los chicos concurren a los terceros tiempos de los grandes.

Y la coincidencia común entre los especialistas y los protagonistas del deporte es que aquél que quebranta una norma, aún fuera de la cancha, sepa que puede ser penalizado.Quizás este tipo de sanciones  ayude en algo a encontrar una solución, porque es posible que sirvan para que los demás vean qué les puede suceder, y que disuada a potenciales agresores.

Aunque algunos protesten por una supuesta estigmatización, la asociación no es caprichosa; no suelen darse este tipo de noticias de agresiones asociadas a practicantes de otras disciplinas deportivas.

El problema es la persona, no el deporte, pero el rugby es un deporte con niveles de agresividad muy altos, tanto en su competencia como en el entrenamiento. Los chicos que hacen rugby se van formando con estos niveles de agresividad necesarios para el deporte.

Antes de Fernando, un chico llamado Alejo Iturrieta, tuvo que ser trasladado de urgencia a Buenos Aires y operado por una fractura en la mandíbula. Lo haabían golpeado arteramente desde atrás: el agresor, que jugaba al rugby, sufrió un fuerte repudio en las redes sociales, pero no fue detenido.

En otro caso, cinco rugbiers de un club de Rosario fueron condenados a pagar $610 mil a tres jóvenes a los que golpearon en un boliche bailable. Además, tuvieron que acceder a dar clases de ese deporte en cárceles de Santa Fe durante dos años.

Ese mismo año las redes sociales también se convulsionaron con las imágenes de varios juveniles del San Isidro Club, que derribaban y maltrataban a un hombre mayor en estado de ebriedad y vulnerabilidad.

En un principio, se denunció que la víctima de la agresión era un linyera que se encontraba en el lugar. Sin embargo, luego se supo que era un hombre que formó parte de la camada 1979 en el primer equipo de rugby.

Según se puede ver en el video, uno de los jóvenes lo atacó desde atrás y lo derribó. A los pocos segundos, un compañero del agresor también cargó contra el hombre mayor y lo volvió a tirar al suelo.

Tiempo antes, en Monte Hermoso, Emanuel Eduardo Orta Díaz, de 17 años, terminó hospitalizado e intervenido quirúrgicamente por un coágulo de sangre en la cabeza tras el ataque de un grupo de jugadores de rugby en una pelea callejera en pleno centro de la ciudad.

Antes de eso, cuatro rugbiers del club Los Cedros atacaron a un policía, tras una discusión en una discoteca.

Otro caso más impactante por sus consecuencias letales -y por su similitud con el de Fernando- fue el asesinato de Ariel Malvino, quien murió a raíz de una golpiza que le propinaron tres rugbiers oriundos de la ciudad de Corrientes, estando todos de vacaciones. La nómina sigue y parece interminable.

¿El rugby fue estigmatizado o tiene responsabilidad? ¿Un joven es más violento que otro por el solo hecho de jugar al rugby? ¿O se trata de una estigmatización simplista? ¿Se potencian entre sí quienes practican este deporte para golpear ‘por diversión’? ¿Por qué siempre se aclara cuando un agresor es rugbier, pero no se le pone el mote si juega al fútbol o tiene cualquier otra profesión?

Los episodios de riñas, golpizas, bataholas y ataques en fiestas o boliches durante los fines de semana son una constante en los medios de comunicación. Y no es patrimonio exclusivo de los rugbiers.

Si se tiene en cuenta la proporción de la cantidad de hechos violentos que involucran a rugbiers con la cantidad de personas que practican este deporte, el problema no es fuerte. Pero aquí entran en juego otros factores. Y como muchas veces los rugbiers son de sectores vinculados a grupos de poder -y de estos grupos suele venir la corrupción y la violencia-, hay un enojo de la gente. En pocas palabras, mientras más status, más perseguidos son. Y cuando estos grupos actúan de una forma violenta, más se los persigue y se pone a toda la institución en discusión.

El rugby es sano y noble. Pero deberá trabajar para recuperar sus valores, convrtiéndose en el primer ámbito donde se condenen y rechacen estos actos demenciales.

El Esquiú.com

CAJON

Los episodios de riñas, golpizas, bataholas y ataques en fiestas o boliches durante los fines de semana son una constante en los medios de comunicación. Y no es patrimonio exclusivo de los rugbiers.

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