La conclusión del juicio por la denominada causa de las “compras directas” deja un sabor agridulce en la ciudadanía, en verdad más agrio que dulce, con aspectos que pueden valorarse como positivos y puntos oscuros que resultan innegables en el proceso que culminó ayer (al menos en esta instancia) con la condena a dos exfuncionarios del fenecido Frente Cívico y Social, Víctor Hugo Brandán a 10 años de prisión y a Pablo Doro con 6 años de prisión.
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Un punto para reconocer es que el juicio se realizó. No es suficiente, no es para celebrar ni mucho menos, pero se trata al menos de una señal a la sociedad, acostumbrada a ver innumerables casos de corrupción perderse en las arenas del olvido sin que nadie rinda cuentas jamás. Aquí el juicio se hizo, se tomaron testimonios, se evaluaron pruebas y se determinó la existencia de diferentes delitos en perjuicio del erario público, el Estado, que es patrimonio de todos los catamarqueños. Naturalmente, no puede pasarse por alto el hecho de que transcurrieron 20 años entre los hechos investigados y su análisis en debate oral y público, una distancia abismal que relativiza el impacto de cuanto quiera indagarse, máxime tratándose de actos administrativos, expedientes, firmas. Es casi imposible reconstruir todo después de tanto tiempo, con la fidelidad que la pesquisa judicial requiere, comenzando por la actualización de los valores involucrados. Por cierto, la grosera dilación tuvo sus razones y no fue casual.
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Por allí llega lo más amargo de este juicio: la impunidad del verdadero poder político, que manejó los hilos de la justicia a placer, y los soltó cuando su propia tranquilidad estaba casi asegurada. Condenas al margen, nadie con dos dedos de frente puede imaginar que todos los hechos investigados se consumaron por obra y gracia exclusiva de la voluntad de Brandán y Doro. Emerge entonces la ausencia de otros responsables, seguramente mucho más responsables que ellos y beneficiarios directos de las estafas, que quedaron a resguardo de estos trámites reservados para los súbditos… tales como sentarse en el banquillo de los acusados. Ellos sí tienen motivo para celebrar, como tantos otros corruptos.
El Esquiú.com