El Secretario
Como en cada etapa preelectoral, el sindicalista Luis Barrionuevo mete la cuchara en la política lugareña, y dicta sentencias bajando y subiendo el pulgar según sus afinidades, intereses o simpatías. Antes que nada debe subrayarse que el gastronómico tiene tanto derecho a opinar como cualquier dirigente o militante, pero es una realidad innegable que si alguna vez sus palabras tronaban en estos valles, ahora se pierden sin mayor eco entre quienes diariamente, con sus aciertos y errores, dan la verdadera batalla política en el terruño.
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Más allá del peso de su apellido y trayectoria, las posturas de Barrionuevo llegan casi invariablemente por vía telefónica, y no es un detalle menor. El hombre vive en Buenos Aires, y si alguna vez (hace ya varias décadas) tuvo poder como para erigirse en la figura más importante de la oposición local casi a control remoto, lo cierto es que hoy el peronismo catamarqueño no lo identifica en absoluto como liderazgo, y no tiene más representación que la que le reconoce su círculo de allegados. Luis se comporta como si continuara al frente de las tropas, pero por aquí la vida marcha indiferente a sus dictámenes.
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No es por azar que su impronta de jefe vitalicio quedó en el camino. El peronismo de Catamarca tiene memoria, y sabe que no recuperó el poder gracias a Barrionuevo sino a pesar de él, que desde Carlos Menem para acá nunca acertó a acompañar ningún proceso del justicialismo, y que incluso se prestó a intervenir el partido a nivel nacional, en una jugada funcional a los intereses del entonces presidente Mauricio Macri. Le quedan amistades y enhorabuena que les saque rédito mientras pueda, pero sus pareceres sobre quién debe jubilarse, quién debe esperar y quién debe ser candidato, en el PJ de Catamarca se oyen pasar como el viento. Luis Barrionuevo se representa a sí mismo, y ya nadie muestra mayores expectativas por el lugar que elija para cobijarse: después de todo, la manta que consiga sólo será para cubrirse él.
El Esquiú.com