El entusiasmo por el boom mediático del excéntrico Javier Milei, apuró la conformación de pequeñas agrupaciones políticas que se empujaban por subirse al caballo favorito de las encuestas, que parecía representar una oportunidad irrepetible para pasar de la nada al equipo ganador. La seducción del político-antipolítica que escala en los sondeos con su efectivo modo showman irritado, sin embargo, ofreció a sus seguidores un inesperado baño de realidad a tres meses de las primarias. “Si quieren apoyar, gracias por el apoyo. Si quieren jugar con nosotros jueguen, pero no usen ni nuestro sello ni nuestro nombre en elecciones provinciales. Y plata no habrá para nadie…”. En otras palabras, más elegantes, ese fue el mensaje que mandó el búnker de Milei a los libertarios que florecen por el país. Más que un baldazo de agua fría, una barra de hielo por la cabeza.
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La compra venta de órganos, la libre portación de armas, la bomba al Banco Central, la dolarización, el fin de la obligatoriedad educativa y demás propuestas adorables de Milei deberán ser ahora respaldadas por los creyentes con sus propios bolsillos, si es que quieren lanzarse en cada distrito a gritar por la sabiduría de los mercados y la libertad.
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La decisión, quizás el primer gran tropiezo de la formidable campaña, surge porque en las provincias donde ya se votó el fenómeno Milei resultó aplastado en las urnas, con un promedio de votos reunido que no llega al 10 por ciento contando lugares como Río Negro o Neuquén, donde ni siquiera se metió en la discusión con las fuerzas mayoritarias. Esta realidad no anula las posibilidades de Milei en su cruzada por llegar a Casa Rosada, pero empequeñece la proyección de quienes lo siguen en las provincias, como es lógico que ocurra en una fuerza sin estructura nacional. Así planteadas las cosas, el destino de los libertarios huérfanos se limita a integrarse a una alianza grande ya conformada, como un sello más entre los tantos que proliferan en la previa de cada comicio.
El Esquiú.com