Seguramente el fiscal Laureano Palacios, que reasumió como fiscal 2, jamás imaginó que se iba a convertir en el principal enemigo del Frente de Todos, la alianza que desde las arenas de la política lo ungió como funcionario de la Justicia. “Debutó” con el horrendo crimen del exministro, Juan Carlos Rojas, y en verdad está comprobado que cometió errores monumentales, como avalar que se trató de una muerte natural. Que fuera llevado a un jury de Enjuiciamiento no extrañó a nadie. Los hechos acusaban por sí mismos.

En las marchas, la gente y los políticos pedían justicia por el bueno de Rojas. Se exigía la separación del cargo de manera definitiva, no momentánea. De esta manera, con Palacios virtualmente condenado se llegó al Jury y el hecho jurídico se transformó en un escándalo político cuyas consecuencias son impredecibles. Por empezar para el propio Palacios, cuya credibilidad cayó de pique al suelo. ¡Mucho más le hubiera convenido renunciar!

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La oposición, ni lerda ni perezosa, no desaprovechó la ocasión y cargó contra el gobierno. Lo demandó de colocar amigos y militantes en la Justicia, olvidando que durante 20 años moldeó los tribunales a su entero gusto y, por muchísimo tiempo, ni siquiera realizó un concurso. Cuando se creó el ex Consejo de la Magistratura, donde intervenían los representantes políticos, la cosa siguió igual y hasta el presente la mayoría de la Justicia está integrada por personas que nombró la UCR. De cualquier forma, aquellos hecho no menguan la irresponsabilidad de Palacios.

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Del fiscal de la discordia se puede decir de todo, como que se dijo. Pero culpar al gobierno de encubrimiento es un exceso desmedido. ¿Encubrimiento de qué? ¿Hay una sola prueba de esto? Que sepamos, ninguna. Más aun. El Gobernador puso todo a favor del esclarecimiento y, expresamente, se declaró contrario a la decisión de salvar a Palacios, lo que fue posible por el voto incomprensible de dos legisladores oficialistas: la diputada Cecilia Guerrero (hasta concurría a las marchas pidiendo justicia) y el senador Oscar Vera.

El Esquiú.com