Un drama cotidiano

La dirigencia política hace sus cálculos sobre potenciales alianzas, evalúa si le conviene alentar la emisión del voto o jugar con la abstención y arma infinitos operativos en redes sociales para ensalzar a los propios candidatos o denigrar a los rivales de turno; todo en el marco de las especulaciones y devaluadas estrategias que se ensayan en el tramo final de la campaña proselitista. Quién se quedará con los espacios Ejecutivos, los más codiciados porque incluyen la lapicera y la chequera, cómo se repartirán las fuerzas en el ámbito legislativo para ayudar o entorpecer la tarea del ganador, quién bendecirá a los amigos con índices y nombramientos en cientos de cargos de segundo orden, cómo se acomodarán para ser convidados en los manejos presupuestarios de la obra pública, qué tanto podrán instalarse en el redituable mundillo de los proveedores amigos. Por allí pasan las preocupaciones y expectativas de la mayoría de los involucrados en la pelea partidaria.

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Para el ciudadano raso, el vecino de a pie que vive de su trabajo y no tiene contactos ni vinculaciones, la preocupación marcha por otro sendero: sobrevivir. La incertidumbre cotidiana por la presión constante sobre su capacidad de compra, que anuló hace tiempo cualquier perspectiva de desarrollo o crecimiento y lo asfixia ante la dificultad para cumplir con los compromisos cotidianos. Es lucha por la supervivencia, lisa y llana. La gente común no planea viajes a Europa ni comprarse un vehículo nuevo: el drama diario es pagar la comida, los servicios, los medicamentos, las deudas.

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La inflación de julio parecía angustiante, porque fue del 6,3 por ciento. Una barbaridad, insostenible. Pero la de agosto fue del 12,4 por ciento, la más alta en 32 años. Se superó el 80 por ciento en este caótico 2023, y trepa al 124,4 por ciento en el cálculo interanual. Llueven los análisis y explicaciones de todos los colores. Poco y nada ayudan al trabajador, que resiste como puede mientras los candidatos contratan asesores para adivinar cómo conquistar su simpatía. La mayoría percibe fuertes rechazos. Por qué será…

El Esquiú.com