El Secretario
80 años después, renace la peor de las pesadillas
Aunque alrededor del mundo se desarrollan conflictos bélicos en forma casi permanente desde tiempos inmemoriales, la historia moderna reconoce dos grandes escaladas de violencia global, la Primera Guerra Mundial (1914-1918), y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Entre ambas guerras se estima que murieron más de 100 millones de personas, contando militares y civiles. La gran diferencia entre estos horrores, es que una vez concluida la primera Gran Guerra, el mundo creyó que nunca más se llegaría a ese extremo. Por eso se desataron olas de felicidad y distensión, que llevaron a la década del 20 del siglo pasado a ser recordada como “los años locos”, que se extenderían hasta la Gran Depresión de 1929. Por el contrario, cuando el lanzamiento de dos bombas atómicas sobre Japón puso fin a la Segunda Guerra, el mundo se preparó para el tercer enfrentamiento, que por los avances tecnológicos y armamentísticos se calculaba y temía que pudiera llevar a la destrucción total. Fueron los años de la Guerra Fría entre las dos grandes potencias, Estados Unidos y la Unión Soviética, aliadas y triunfantes sobre el “eje del mal” de la Italia de Mussolini, la Alemania nazi y los japoneses; que comenzaron a dirimir su propia supremacía. Capitalismo y comunismo combatieron indirectamente en conflictos ajenos, sin llegar al cruce directo, en una batalla feroz resuelta al cabo, no por balas, sino por la economía. Los soviéticos colapsaron y Estados Unidos quedó como amo del mundo.
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A casi 80 años del final del horror, la pesadilla de una nueva guerra mundial renace con más consistencia que nunca. La guerra ruso-ucraniana que se extiende desde febrero de 2022, e involucra a casi toda Europa y Estados Unidos contra el régimen de Vladimir Putin, está a milímetros de salirse completamente de control. El principal aliado de Ucrania es Estados Unidos, pero también cuenta con el apoyo de los 27 miembros de la Unión Europea, Gran Bretaña y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que cuenta con 21 países. En el bando contrario, los países que apoyan a Rusia son los que forman la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), una alianza militar que fue creada tras la caída de la Unión Soviética y a la que pertenecen, además de Rusia, Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán. Fuera de la región, Putin mantiene una relación de cercanía con China, el gigante con el cual suelen actuar coordinadamente ante las Naciones Unidas, y con la Corea del Norte de Kim Jong Un, que pudo crear y probar diferente tipo de armamento nuclear con el apoyo y la intervención diplomática rusa.
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La situación es muy delicada, y el cruce de misiles de los últimos días, hace que ambos contendientes de la guerra ruso-ucraniana se sientan con derecho a llevar el enfrentamiento a una escala nuclear. Entre las especulaciones vigentes, se sugiere que la actual administración norteamericana acelera el conflicto, ante la sospecha de que Donald Trump, próximo a asumir, resolvería el tema con concesiones a Rusia. En el medio, países del Norte europeo comienzan a prepararse para lo peor. Millones de vidas dependen de lo que resuelva a corto plazo. Y países como Argentina, deben medir con máxima prudencia las posibles consecuencias de su política internacional.
El Esquiú.com