Apuntes del Secretario
Tradición nacional
La lengua picante de Javier Milei, que dispara habitualmente para todos lados, esta vez sacudió al propio oficialismo, porque el mandatario salió a ningunear a su vicepresidenta remarcando que no tiene ninguna injerencia en el Gobierno, y hasta tildándola de “casta”. La tensión en la relación viene de la campaña electoral, cuando se vieron pancartas en los actos proselitistas que sugerían un proyecto político propio de la entonces candidata a vice. Pese a que se especulaba que Villarruel quedaría como referente de los ministerios de Seguridad y Defensa, luego Milei se inclinó por Patricia Bullrich y Luis Petri, respectivamente. Desde que Villarruel preside la Cámara alta, el Presidente ha criticado en tres oportunidades los aumentos de los senadores. Estos roces públicos y calculados siempre tienen algún objetivo político o mediático, y llaman la atención naturalmente porque exponen diferencias entre las dos máximas autoridades del país, que se supone que comparten un mismo proyecto. Por eso se abrieron polémicas enormes y los más variados análisis, pero en realidad el caso no tiene nada de novedoso y es casi una tradición nacional. Las peleas entre presidentes y vices han marcado casi todas las gestiones, como lo muestra un breve repaso que, aunque podría ser mucho más extenso, se limitará a lo ocurrido desde la recuperación de la democracia.
Antecedentes
Quizás el único caso de buena convivencia sea el de Raúl Alfonsín y Víctor Martínez, etapa en la que el exintendente cordobés tuvo un discretísimo rol sin lugar para peleas con el mandatario. Tampoco hubo grandes escándalos entre Mauricio Macri y Gabriela Michetti, que tuvieron muchas peleas pero por el posicionamiento interno, cuando el empresario estaba como jefe de Gobierno porteño. Luego el rol de su compañera de fórmula se fue diluyendo hasta quedar afuera del escenario político. Carlos Menem se distanció de sus dos vicepresidentes y por el mismo motivo: la intención de aferrarse al cargo. Eduardo Duhalde tenía aspiraciones de sucederlo, y como Menem no le dio lugar estuvieron peleados diez años. Después llegó Carlos Ruckauf, y cuando el riojano lanzó la idea de ir por un tercer mandato, su vice le soltó la mano y declaró que sería una violación a la Constitución nacional. Ante los primeros gestos de rebeldía, Néstor Kirchner le marcó la cancha a Daniel Scioli y echó del Gobierno a todos los que respondían al motonauta. También hubo roces menores entre Cristina y Amado Boudou, a quien ella llegó a presentar en un acto como “concheto de Puerto Madero”.
Tres desastres
Entre tanta rencilla, los casos más desastrosos fueron tres. El primero, lejos, la implosión de la Alianza, que comenzó con la renuncia de “Chacho” Álvarez en el prólogo de la caída del radical Fernando De la Rúa. Álvarez denunció las “coimas en el Senado” para que se aprobara la Ley de Reforma Laboral y abandonó la función pública desde ese entonces. Ese quiebre comenzó a destruir a la gran coalición que se ofreció como opción al menemismo y terminó estallando como una bolsa de gatos y un descalabro económico. El segundo desastre fue la pelea entre Cristina y Julio Cobos, cuando el mendocino tuvo que desempatar la votación por la Resolución 125 en pleno conflicto del campo, y votó contra su propio Gobierno. Cristina nunca se lo perdonó, aunque se rehizo electoralmente y consiguió la reelección con el 54 por ciento de los votos en 2011. Y la última experiencia pésima fue otra vez con Cristina, pero esta vez en el rol de vicepresidenta. Ella misma había elegido a Alberto Fernández como candidato a presidente para 2019, ubicándose como compañera de fórmula. Todo parecía ir sobre ruedas, sacaron a Macri de Casa de Gobierno y parecían volver los años dorados del kirchnerismo, pero todo salió mal. Cristina se convirtió en la primera opositora, y castigó sin tregua a Alberto, marcándole desde “funcionarios que no funcionan” hasta pidiéndole que “agarre la lapicera” y gobierne. Tanta pelea interna causó un daño irreversible a la gestión, y el peronismo en su conjunto lo pagó cuando en el siguiente turno fue vencido por Javier Milei, quien llegó de la mano de Victoria Villarruel, con quien ahora se reinicia el cilo de peleas entre presidentes y vicepresidentes.