El secretario
Mirando al Norte
Unos 240 millones de estadounidenses tendrán mañana la posibilidad de elegir al próximo presidente de los Estados Unidos de América, la principal potencia mundial, cuya fuerza combinada de inigualable poderío militar y supremacía económica la mantienen como líder planetario, pese a las silenciosas amenazas de otros gigantes como China o Rusia. Como allá el voto no es obligatorio, serán muchos menos quienes se acerquen a las urnas para definir la 60° elección presidencial, acto que es indirecto, ya que los ciudadanos optan allí por electores y no por candidatos. Luego se reúne el Colegio Electoral, y quien consiga 270 respaldos será el próximo habitante de la Casa Blanca.
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Aunque hay cuatro fórmulas en competencia la verdadera lucha por el poder, como es usual, se reduce a demócratas y republicanos. Por el oficialismo está Kamala Harris, actual vicepresidenta, una especie de candidata de urgencia, ya que fue impuesta cuando el mandatario actual, Joe Biden (que iba por la reelección), mostró debilidades e incoherencias atribuidas a su avanzada edad. Kamala aspira a ser la primera mujer que asume el cargo en la historia de su país. Enfrente tiene a un viejo conocido, el magnate inmobiliario Donald Trump, que se presenta por tercera vez: ganó en 2016, sufrió los efectos de la pandemia y perdió la reelección ante Biden en 2020, y ahora va por su revancha. Las encuestas y sondeos previos muestran gran paridad, y la moneda podría caer hacia cualquier lado. No es necesario recordar que las consecuencias de la elección serán mundiales, porque la incidencia de Estados Unidos en el concierto internacional es obvia. Pero conviene preguntarse qué implicaría una u otra conducción para la suerte de la Argentina.
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Javier Milei es un fanático admirador de Trump, a quien ha copiado desde estéticas y gestos hasta el estilo de sus declaraciones. El presidente argentino fue incluso a visitar a Trump en reuniones partidarias y le declaró públicamente su idolatría. Pero aunque a Milei le digan “El loco” y a veces se comporte como tal, tampoco come vidrio. Por eso se cuidó mucho y en los últimos meses evitó expresar su apoyo al millonario de cabellera rubia. Si gana Trump, lo celebrará ruidosamente y desempolvará sus fotos con él. Si gana Harris, dirá que en realidad nunca tomó partido por alguien en esta pulseada. Pero es importante lo que viene, y va más allá del vínculo Milei-Trump. Argentina fue mutando en su relación con Estados Unidos, y cada gesto tuvo sus consecuencias. Carlos Menem se puso a los pies de los norteamericanos en la famosa época de las “relaciones carnales”. El kirchnerismo tomó distancia y buscó la unión con países de la región para mandar literalmente “ALCA, AL-Carajo!” a los amos del Norte. Hoy, con la insoportable deuda externa como espada de Damocles pendiendo sobre su economía, Argentina no tiene mucho margen para la rebeldía. Quizás lo más inteligente sea evitar roces... como le ocurre, salvando las distancias, a Catamarca con Casa Rosada.