El Secretario
Balances para elegir
Javier Gerardo Milei, que en un par de años pasó de ser un histriónico panelista de televisión -que llamaba la atención por sus gritos y su cabellera desprolija- a convertirse en presidente de la Nación, cumple un año en Casa Rosada. Lo hizo sin dejar de sorprender por los matices de un fenómeno que se estudiará por mucho tiempo y que, hasta aquí, muchos no terminan de descifrar; entre ellos sus rivales políticos, que no encuentran el modo de sacar provecho de sus notorias inconsistencias y debilidades, ni hallaron la manera de contrarrestar un discurso hiperagresivo que los descoloca. El muchacho que arrasó en las PASO, fue vencido en las generales y se alió con el macrismo para quedarse con el poder en el balotaje, dejó sin entidad los vaticinios de que caería en un par de meses, y celebra hoy su primer aniversario como jefe de Estado. Ensayar un balance de gestión es tan prematuro como obligado, y aquí cada quién podrá hacer la lectura que prefiera.
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Dirán sus defensores que supo gobernar sin mandatarios provinciales propios y con una fuerza raquítica en el Congreso, que bajó la inflación, que cumplió con la motosierra y frenó la fiebre del dólar, que equilibró los gastos fiscales y que consolidó su poder con inflexible decisión. Mostrarán su proyección internacional como prueba irrefutable de su magnetismo, ese que lo hace soñar con convertirse en un referente mundial de la extrema derecha. Tendrán los libertarios razones para festejar, comenzando por los niveles de adhesión que Milei todavía exhibe, y el crédito abierto para demostrar que eligió el camino correcto.
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Dirán sus opositores que se ocupó de la macroeconomía y se olvidó de la gente. Que prometió destruir a la casta y se rodeó de ella. Que masacró a la producción y la clase trabajadora para beneficiar a los amos de la timba financiera y los capitales extranjeros. Que desprecia a jubilados y a universitarios. Que implementó un ajuste salvaje que recayó sobre los sectores más débiles, que dibujó superávit incumpliendo pagos, que se llevó las reservas de oro a Londres y se incrementó la deuda. Que siembra odio sin cesar, que hizo más viajes al exterior que a las provincias, la mayoría de las cuales ni conoce. Que domina el Congreso a fuerza de coimas y aplica el mismo sistema de premios y castigos que criticaba. Que sobreactúa su amor por Estados Unidos en la ingenua creencia de que vendrán a socorrerlo, y que copió el plan económico de la dictadura, creando una burbuja que explotará más temprano que tarde.
Cada ciudadano sabrá qué mirada lo representa.
El Esquiú.com