El Secretario
Hay más opciones
La suerte de las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), parece próxima a sellarse luego de 15 años de vigencia enmarcados en permanentes cuestionamientos. Nación ya impulsó una reforma electoral que incluye el fin de las PASO, y en Catamarca varios intendentes le plantearon al Gobernador Raúl Jalil su interés en que ya no se siga con este mecanismo. La iniciativa surgió de jefes comunales del oficialismo, pero luego coincidieron otros de la oposición. El debate permanece abierto, con voces a favor y en contra, pero hay también factores que nadie discute y son reconocidos por unanimidad. Por ejemplo, el gigantesco costo de esta clase de elecciones, recursos que podrían tener un destino más interesante, y también la saturación a la que se expone a la ciudadanía, que en algunos distritos del país el año pasado tuvo que ir a votar hasta en cuatro ocasiones. Son razones atendibles, sin que ello implique defenestrar por completo el sentido de las primarias, que han funcionado muy bien en otras democracias, comenzando por la estadounidense, quizás la más sólida instituicionalmente. Pero el análisis demanda superar el plano teórico, y trasladar la situación a la realidad concreta: es allí donde la continuidad de las PASO no encuentra mayor respaldo.
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Ahora bien, la discusión parece haberse desnaturalizado un poco, con drásticas posiciones que llegan a poner en duda la calidad democrática de una elección general si no hay PASO previamente, o incluso planteando como únicas opciones una elección abierta de precandidatos o vulgar dedocracia en la mesa chica de las diferentes fuerzas. En realidad son visiones algo extremistas, ya que existen puntos intermedios y otras opciones también. Las PASO, como se dijo, rigieron durante 15 años, y las primeras elecciones en el país bajo el sistema de la ley Sáenz Peña ocurrieron en 1916, esto quiere decir que los argentinos votaron casi un siglo sin PASO, de modo que podrá decirse de ese mecanismo cualquier cosa menos que es imprescindible.
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Abrir el juego a nuevos candidatos, permitir la participación de la militancia, ofrecer incluso una interna partidaria para dirimir supremacías a la hora de postularse a un cargo o integrar una lista, debería ser objetivo natural de cada sector político, sin necesidad de una ley que lo obligue a hacerlo. La participación interna debe prevalecer, entre otras razones, porque ayuda a alentar el acompañamiento a las diferentes propuestas. Fórmulas cerradas que se resuelvan sin ningún consenso real, encontrarán en definitiva su castigo en las urnas, allí donde el soberano sabrá siempre expresarse, con PASO o sin PASO.
El Esquiú.com