Desafío a la paciencia

La escalada de la batalla entre Casa Rosada y los gobernadores viene a complicar un escenario en el cual al presidente de la Nación, Javier Milei, ya no le queda prácticamente nadie más por enfrentar. En su lista de enemigos declarados incluyó ya a mandatarios provinciales (“son degenerados fiscales”), diputados y senadores nacionales (“el Congreso es un nido de ratas”), políticos de todas las fuerzas (“son todos una mierda”), sindicalistas y hasta Lali Espósito. Sólo podría excluirse de la nómina al Papa Francisco, a quien le declaró su amor luego de haberlo defenestrado durante su campaña.

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El jefe de Estado se anota entre sus imaginarios logros el haber “evitado una hiperinflación” (en los hechos la multiplicó y completó el bimestre con la inflación más elevada de los últimos 30 años), devaluó la moneda en un 120 por ciento, y consiguió lo impensado: que el propio Fondo Monetario Internacional le pidiera que no presione tanto a la población.

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De todos los ataques y peleas, sin embargo, el que fogonea con los gobernadores es el más delicado, porque marcha contra las bases mismas de la organización nacional, como lo es la redistribución de recursos y el respeto a las autonomías provinciales. Superados estos límites, los analistas se preguntan si tan desconcertante accionar obedece a una suerte de plan político o es la simple revelación de una impericia gigantesca. La imagen de Milei ha caído en todos los sondeos, pero él insiste en profundizar gestos y declaraciones redoblando cada provocación. Es un auténtico desafío a la paciencia, no sólo de las calles donde se convive con las penurias del desastroso momento económico, sino de las instituciones que tratan de guardar cierto decoro mientras él mete el dedo en cada llaga que ve. Hasta dónde llegará la tolerancia, es una pregunta que no tiene respuesta por el momento, pero su propia formulación resulta bastante descriptiva.

El Esquiú.com