El Secretario
Exceso de confianza
El sector de Javier MIlei, La Libertad Avanza, se jacta de contar con “el presidente más votado de la historia”, obviando datos determinantes como el crecimiento demográfico (indefectiblemente cada elección tendrá más votantes que la anterior) y, sobre todo, que la presidencia se definió en un balotage, de modo que ese 56 por ciento que alcanzó el libertario (que de todas formas está lejos de ser la mayor cosecha porcentual de un candidato presidencial) se dio cuando sólo había dos candidatos en escena. Un número más cercano a la realidad se reflejó en las elecciones generales de octubre, cuando Milei no llegó al 30 por ciento de los votos. Y como para la conformación del Congreso de la Nación no hay segundas vueltas, fue aquella elección que no logró resolver la presidencia, la que determinó el reparto de bancas de diputados y senadores nacionales. Por eso, apenas consumado el triunfo, se supo que el actual oficialismo sería débil en el Congreso: por simple aritmética y por falta de equivalencias entre los pesos pesados de la nueva oposición y los inexpertos representantes libertarios.
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No obstante esa realidad, fue la oposición quien cometió ayer un error de principiante, al pasar por alto la más elemental norma no escrita del sistema parlamentario: “jamás convocar a una sesión si no se tienen los votos asegurados”. Peronistas, radicales y algunos otros bloques venían de hilvanar tres victorias al hilo contra Milei: lograron que la bicameral que debe controlar a la SIDE quedara en manos de la oposición, rechazaron en Diputados el DNU que le otorgaba multimillonarios fondos reservados a la SIDE y en el Senado aprobaron la nueva movilidad jubilatoria. Mareados en la pasajera euforia, decidieron ir por más y embestir con los dos tercios de los votos para dejar sin efecto el veto de Milei a la norma que mejoraba los haberes de los jubilados. Gran cruzada, pero ¿tenían los votos?
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Casa Rosada necesitaba reunir 85 votos para sostener el veto de Milei. Obtuvo 87 y fin de la historia. La oposición, por apuro y exceso de confianza, se asestó una derrota a sí misma y le regaló una victoria al Gobierno para que cortara la mala racha. Todo porque a los libertarios les alcanzó con tocar con la varita mágica a unos cuantos radicales para desarticular la maniobra pergeñada, que exigía una improbable disciplina militar de asistencias y votos sin fugas de ninguna clase para tener éxito. Podrá ahora debatirse sobre conductas y traiciones, sobre interés o desprecio por los jubilados, sobre sanciones o expulsiones. Con las cartas echadas y los números sobre la mesa, todo es anécdota.
El Esquiú.com