El Secretario
Estrategia insuficiente
Apenas cuatro veces en la historia desde su debut electoral en 1946, hace casi 80 años, el peronismo fue derrotado en elecciones presidenciales. Ocurrió en 1983, cuando el radical Raúl Alfonsín se impuso en el retorno de la democracia; en 1999, cuando el también radical Fernando de la Rúa ganó de la mano de una alianza con varios sectores; en 2015, con la victoria de un Mauricio Macri que supo interpretar la voluntad mayoritaria de cambio, y en los recientes comicios de 2023, donde el libertario Javier Milei capitalizó el hartazgo general por los privilegios de toda la clase política, a la cual englobó en el despectivo mote de “la casta”. Fueron cuatro caídas en 80 años y, al cabo de cada una de ellas, se vaticinó el final del peronismo, hecho que no sucedió, porque la fuerza política mayoritaria se rehízo y volvió a levantarse, una y otra vez.
Para que esos retornos justicialistas al poder se consumaran, apareció siempre un denominador común: los desastrosos gobiernos de sus vencedores. Así, Alfonsín se derrumbó por la hiperinflación que lo obligó a abandonar anticipadamente el poder; de la Rúa debió renunciar jaqueado por el fracaso de un plan económico que metió la mano en el bolsillo de los ahorristas y además los castigó con una brutal represión, y Macri fue el primer presidente de la historia que fracasó en su intento de ser reelecto tras un primer mandato, simplemente porque no cumplió una sola de sus promesas: asumió con la bandera de la “pobreza cero” y la multiplicó a niveles dramáticos, además de endeudar salvajemente al país. En este superficial y rápido racconto no hay opiniones: son todos hechos concretos.
El efecto de esa sucesión histórica, quizás inconsciente, es que gran parte del peronismo simplemente espera que suceda lo mismo. Esto es, para decirlo en forma sencilla, que Milei fracase estrepitosamente, se caiga, y de ese modo se allane al camino a la recuperación del Gobierno. “Siéntate en el umbral de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo”, reza un proverbio árabe (citado en modo figurativo, ya que aquí nadie quiere ver el cadáver de nadie). Debe decirse que como estrategia es insuficiente, pero también que es la única que se observa. Sin liderazgo ni conducción, el peronismo navega sin rumbo ni discurso. Critica, y la mayoría de las veces con razón, pero propone poco y nada, dividido en mil tribus incapaces de ponerse de acuerdo. Es verdad que la derrota fue reciente y que reconstruirse es un proceso que demanda tiempo. Pero ya podría empezar, porque en menos de un año habrá elecciones y para conquistar al electorado no alcanzará con subrayar las penurias del viejo y maquillado modelo libertario, sino que habrá que mostrar una salida.
El Esquiú.com