Apuntes del Secretario
Rápida marcha atrás
Dos veces en menos de una semana, los gobernadores se unieron públicamente como no lo hacían desde hace mucho tiempo. El año pasado hubo elecciones en el país, que además de la disputa por la presidencia incluyó la renovación de casi todas las gobernaciones, y en un año electoral es improbable que se acerquen posiciones, porque cada quien defiende su espacio y sus aspiraciones. Luego vino el cambio de autoridades en Casa Rosada, y cada mandatario provincial se acomodó como pudo. Algunos se ubicaron de inmediato en el rol de férreos opositores, como el bonaerense Axel Kicillof o el riojano Ricardo Quintela, otros se distanciaron sin entrar demasiado en el barro de la pelea, como el formoseño Gildo Insfrán; otros se aliaron automáticamente sin reconocer fronteras partidarias, como el tucumano Osvaldo Jaldo, y así, cada uno definió su perfil a medida que transcurrían los primeros pasos de la gestión libertaria. Las reacciones fueron transversales a las identidades políticas, como que también hubo roces con gobernadores radicales, y casi que no podía ser de otro modo, toda vez que el presidente Javier Milei no tiene mandatarios de su fuerza. La convocatoria y posterior firma del Pacto de Mayo (trámite bastante rezagado) profundizó diferencias, e imaginar una acción conjunta de todos los mandatarios parecía improbable. Sin embargo sucedió y por duplicado.
Pedidos y quejas
La primera coincidencia fuerte emergió tras la reunión organizada para definir quién quedaba al frente del Consejo Federal de Inversiones, organismo representativo de las provincias por excelencia, y allí surgió un documento muy crítico hacia Nación, firmado por unanimidad por todos los gobernadores, en el cual básicamente le reclamaban a Milei que cumpliera con sus compromisos y distribuyera recursos, respondiendo a las obligaciones que impone su cargo. El efecto del pedido en Milei fue nulo y, no sólo no revirtió su postura, sino que al presentar el Presupuesto 2025 (es una forma de decir porque el acto del domingo fue para eso, pero no lo presentó), redobló la apuesta y les aclaró a los gobernadores que se necesitaba un feroz ajuste en las provincias, profundizado hasta los huesos, hasta alcanzar la sideral cifra de 60.000 millones de dólares. Allí se generó la segunda respuesta monolítica de los mandatarios provinciales, que rechazaron la imposición presidencial recordándole deudas, compromisos incumplidos, y también que el ajuste del que Milei se jactaba se había concretado a partir de aplicar la motosierra sobre las propias provincias.
Reacción oficial
Lógicamente, Milei nunca se retractó, no se corrigió, no se disculpó ni lo hará, pero dos de sus más encumbrados generales, el jefe de Gabinete Guillermo Francos y el ministro de Economía Luis Caputo, en cuestión de horas salieron a poner paños fríos a la situación. Los ministros se apuraron a aclarar que los números vertidos por el presidente eran exagerados y no tenían razón de ser, que no existe ninguna intención de acercarse a esa cifra, y que no debían preocuparse ni tomarse en serio las “amenazas”. Por el contrario, los invitaron a trabajar para conseguir un superávit, y hasta les pidieron apoyo (a cada uno a través de sus respectivos legisladores nacionales) para encaminar la aprobación del Presupuesto, bajo la promesa de que podrán ver los números y encontrarán pautas menos desquiciadas y mucho más razonables que las sugeridas por Milei. ¿Qué dijo el catamarqueño Raúl Jalil a todo esto? Mantuvo la calma, ratificó que Catamarca estará bien al margen de los vaivenes que surjan, que hay que seguir cuidando las cuentas locales y que confía en que “el diálogo es el camino” para encontrar un punto de acuerdo con Nación. En resumen, la posición cuerda y prudente que sostiene desde el primer día de gestión como gobernador.
Dos veces desaparecido
En este párrafo habitualmente dedicado a los Recuerdos, merece una mención el extraño caso de Jorge Julio López, de quien se cumplen hoy 18 años sin noticias sobre su paradero. López fue un militante peronista y albañil retirado, víctima de desaparición forzada durante la última dictadura argentina (1976-1983) y confinado varios años en distintos centros clandestinos de detención. Sobrevivió a esta experiencia y, ya restaurada la democracia, se presentó como testigo en los Juicios por la Verdad abiertos en 1998. Luego de que el Congreso Nacional y la Corte Suprema anularan las leyes de impunidad en 2001, López declaró como víctima y testigo en el juicio por delitos de lesa humanidad en el que fue condenado a prisión perpetua el policía Miguel Etchecolatz. Poco después de declarar y un día antes de que se dictara la sentencia condenatoria, el 18 de septiembre de 2006, desapareció sin que existan noticias sobre qué le sucedió. Las sospechas recaen en algún grupo parapolicial vinculado con la fuerza. Para algunos sectores, su desaparición aquel 18 de septiembre puso una vez más en evidencia la persistencia en las sombras de grupos de tareas y redes vinculadas con los represores, dispuestas a impedir por cualquier medio el avance de esos juicios. Mientras tanto, la suerte de López, el hombre dos veces desaparecido, sigue siendo un completo misterio.
El Esquiú.com