Desde la bancada periodística
La salida
Opositores sensatos y principistas, razonables y racionales, tienen buenas razones para no cooperar con el Gobierno, y aun para desear, con todas sus fuerzas, “que le vaya mal”. Ello así, cuando el éxito del Gobierno implique el triunfo de políticas muy objetables (desprecio hacia los opositores, ataques cotidianos hacia a la prensa, agresión –verbal y material– hacia los grupos más vulnerables, menosprecio hacia la “justicia social”, etcétera). En suma, tiene todo el sentido –es correcto y es racional– “desear que le vaya mal” a un gobierno que se jacta de su “desprecio” hacia los principios y requerimientos más básicos de la Constitución.
Roberto Gargarela
Constitucionalista
El 1º de agosto pasado Gargarela escribió en el diario Clarín la columna titulada “Querer que al Gobierno le vaya mal”, de la cual se extrajo el párrafo precedente en el que reivindica el derecho a desear que no triunfen políticas que contradicen los valores personales.
Durante el encuentro de organizaciones sociales en el Vaticano (el canal de televisión de Editorial Perfil –NET TV– fue el único que transmitió en vivo las tres horas del evento), las declaraciones del papa Francisco: “El Gobierno, en vez de pagar la justicia social, pagó el gas pimienta, le convenía; ténganlo en cuenta”, atravesaron los escudos de protección de LLA cuando las encuestas muestran el comienzo de la pérdida de aprobación del Gobierno. Era lógico esperar que ni la sociedad ni el Papa fueran a no verse conmovidos por la violencia de la Policía con jubilados y una niña. Patricia Bullrich vuelve a chocar con su extremismo y falta de ponderación: el abuso de gas pimienta es un signo inequívoco de su gestión.
El discurso del papa Francisco estuvo lleno de reflexiones económicas no solo normativas, sino funcionales y útiles para el progreso del capitalismo como “de los pobres dependemos todos, también los ricos”. Y quien es el máximo exponente mundial de la Nueva Ilustración, el filósofo alemán Markus Gabriel, sostiene esa postura al decir: “El valor económico que tenemos que mesurar con las herramientas políticas y matemáticas son las relaciones entre los seres humanos y no la satisfacción de las preferencias de los individuos”.
Para Markus Gabriel, el surgimiento de políticos como Trump, Bolsonaro o Milei y las derechas extremas en Europa no es significante del comienzo de una era, sino el producto final, decadente, del posmodernismo ciclo iniciado en 1970 al que sucederá un nuevo iluminismo renacentor: y “la Nueva Ilustración es la vertiente política, ética, práctica, del Nuevo Realismo, y es la negación de la posmodernidad. Defino la posmodernidad como la cosmovisión de la realidad como ficción”.
Markus habla nueve idiomas, fue el profesor de filosofía en universidades de Japón, Brasil, Dinamarca, Francia, Italia, Portugal y Estados Unidos, además de a los 29 años ser el profesor más joven de Alemania a cargo de las cátedras de epistemología, filosofía moderna y contemporánea en la Universidad de Bonn, y director del Centro Internacional de Filosofía y del Centro para la Ciencia y el Pensamiento.
Publicó decenas de libros como Por qué el mundo no existe, Yo no soy mi cerebro, El sentido del pensamiento y Ética para tiempos oscuros: Valores universales para el siglo XXI. Y en el reportaje largo a Markus Gabriel que publica hoy PERFIL, de lectura más recomendable que nunca, define al “populismo como la política de la simplificación” –tanto al populismo de izquierda como de derecha– y considera que la polarización es resultado de la simplificación, siendo la filosofía la herramienta para dilucidar la complejidad y resolver los problemas de la época: “La filosofía, en cuanto teoría de la complejidad social, es en este momento la única disciplina capaz de entender la forma de la complejidad”. “El mayor problema de este momento es la polarización, porque hace imposible la solución de los problemas, por eso primero tenemos que resolver la polarización”. Para concluir con la esencia de la idea del Papa: “No se puede ser libre solo”.
Volviendo sobre los líderes mesiánicos, sostiene que en “la posmodernidad, la gente creía que es imposible distinguir entre la realidad y la apariencia: los fenómenos, las ilusiones, las mentiras. Por eso, las políticas de la posmodernidad, tipo Bolsonaro, Donald Trump, y en cierto sentido también Javier Milei, ni siquiera son mentiras, es otra forma, es la política del bulo. Es otra forma de política, en que la verdad ni siquiera tiene importancia, ni siquiera es mentira” (...) “La postmodernidad no tiene confianza en nadie y en nada (y) no podemos ni siquiera imaginar ser felices sin la posibilidad de confianza”.
“La falla del neoliberalismo, en cuanto a teoría y práctica, es que es un modelo falso del ser humano, el ‘homo economicus’ no existe. Es una ficción muy peligrosa (por eso) Japón, después de la guerra, nunca aceptó las reformas neoliberales, es parte de su éxito (mientras que) América Latina era un laboratorio real del neoliberalismo, y la situación que están viviendo muestra la falsedad del modelo”.
“La matemática del neoliberalismo es muy primitiva, son ecuaciones demasiado simplificadas para que funcionen (y) la teoría del Estado y la teoría del mercado de Javier Milei son demostrablemente falsas".
Escuchando al filósofo Markus Gabriel, por momentos sentía que estaba volviendo a escuchar al economista surcoreano Ha Joo Chang, de quien su reportaje publicado en PERFIL en mayo del año pasado resulta una lectura complementaria de la de Markus y también imprescindible para políticos que deseen proponer una salida superadora a la de Javier Milei y una verdadera alternativa a los valores de La Libertad Avanza que con todo derecho, como escribió Gargarela, tiene sentido oponerse.
Así como la Fundación Mediterránea o la Fundación Pensar financiaron estudios de planes político-económicos, otra similar debería contratar a Ha Joo Chang y Markus Gabriel para construir un proyecto argentino inspirado en países que tuvieron éxito económico con inclusión social, como Corea del Sur y Alemania. Países además con una población comparable con la de Argentina y no como los países escandinavos, la mayoría con una cantidad de habitantes comparable con la de Uruguay.
La salida de Argentina no está en neoliberalizarse ni mucho menos en el libertarismo, y es una obligación de los partidos de oposición y la sociedad civil ir construyendo un nuevo camino que deje atrás la polarización cada vez más extrema de distintas formas de populismo simplificador.
Jorge Fontevecchia
Cofundador de Editorial Perfil - CEO de Perfil Network.