Legado inmortal

viernes, 10 de enero de 2025 01:49
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Se cumplen hoy 142 años desde la muerte del máximo prócer catamarqueño, el beato Fray Mamerto Esquiú. Las reseñas históricas que permiten reconstruir sus pasos finales por este mundo, coinciden en que las últimas horas del franciscano, en ese momento Obispo de Córdoba, fueron muy intensas. Había viajado a La Rioja y se encontraba en viaje de regreso a su sede episcopal en la capital mediterránea. Viajar en esas épocas era siempre una odisea, los traslados que eran largos e incómodos. Esquiú no se sentía muy bien, y salió de tierras riojanas con varios malestares físicos, aunque de buen humor, y se detenía pueblo por pueblo. En cada lugar en que se detenía la precaria comitiva repartía rosarios, estampas y medallas, hablaba con la gente y daba consejos. Había recibido en su visita a los riojanos muchos regalos, pero no necesitaba nada, así que paraje por paraje repartía todo lo que el gobernador le había regalado –comida, vajillas, toallas, cepillos-. En su estadía en La Rioja había realizado múltiples actividades de su rango episcopal y había administrado los sacramentos a numerosas personas.
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Fue el 8 de enero de 1883 cuando emprendió aquel viaje a Córdoba, sin saber que sería el último de una vida plena de viajes, ya que había recorrido buena parte de Sudamérica y también de Europa. Viajaba en galera, una suerte de carro grande y techado, acompañado de su secretario. Al día siguiente su salud volvió a empeorar. Tenía mucha sed, se sentía indigestado y le pesaba la cabeza. Decía tener sueño y no poder dormir. En Medanitos hicieron un alto en la travesía y no pudo comer; un viajero le dio un remedio homeopático que le calmó la sed. A la noche le improvisaron una cama con un cuero en medio del campo y le armaron una especie de carpa con un techo de mantas. El martes 10 amaneció mejor; desayunó, tomó el remedio del homeópata y continuaron el viaje. Pero el malestar volvió poco después y Esquiú sentía otra vez mucha sed. Llegaron a la Posta de El Suncho, en el departamento La Paz. El obispo desde su asiento impartió la bendición a los pobladores, pero esa vez ya no pudo bajar del carruaje. Prácticamente no hablaba y casi no podía moverse. Sufrió dos descomposturas y tuvo que ser llevado por varias personas hasta una cama donde se desvaneció. Se le practicaron diversas curaciones sin resultados. A las tres de la tarde murió.
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Fue así de natural, dramática y sencilla su partida. Un episodio humano, un designio de Dios, que sin embargo trascendería como un hecho histórico, que no en vano recordamos casi un siglo y medio después. Esquiú fue un intelectual lúcido, un religioso comprometido, un político noble, un sabio. Cumplió un rol clave para la unión y pacificación del país en tiempos tormentosos. Un hombre sin contradicciones en su pensar, sentir y obrar, y como tal un ejemplo que perdurará por siempre. Esquiú, orgullo de Catamarca, fue sin dudas un santo, que será reconocido como tal más temprano que tarde.
 

Comentarios

10/1/2025 | 07:05
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Nuestro Beato y Prócer Catamarqueño, para el País. que bendiga nuestra Catamarca y seres queridos que lo necesitan. Amén

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