El Gobierno nacional celebró en más de una ocasión el fin de problemas como la recesión y la inflación, a caballo de algunos índices favorables en comparación con los anteriores, pero el viejo enemigo de las economías hogareñas sigue allí, saludable y creciendo. Por muchos esfuerzos que se hagan, y por muchos cambios que se anuncien en los sistemas de medición para acomodar un poco mejor los números, en estas cuestiones de poco sirve el discurso, ya que cualquier argentino se topa con la realidad apenas se acerca al supermercado, al almancén, a comprar útiles escolares, remedios, a cargar nafta o a pagar el alquiler. La magia de las medidas oficiales es cada vez más inocua a la hora de controlar los precios, ese fenómeno que Javier Milei se jactaba de haber “domado”, y que hoy lo muestra posteando un dibujito de Gaturro pidiéndole a la gente que si le aumentan los precios no compre. Las devaluaciones -devaluaciones que el gobierno negó que fuera a aplicar una y otra vez- acumulan una erosión dramática en el poder adquisitivo, y no hay palabras que endulcen tan amarga crisis.

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“Cuando hay gobiernos de derecha no se devalúa: se flota. No se declara default: se reperfila. No sube la inflación: disminuye la velocidad en que baja. No aumentan los precios: se corrigen. No suben las tarifas: se sinceran. Y se toman préstamos que no te endeudan”, observó el historiador Ezequiel Adamovsky con precisión quirúrgica, para desnudar la verborragia mutante de Casa Rosada. 

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Menos sutil fue Axel Kicillof: “Milei en campaña decía que ‘la inflación es en todo momento un fenómeno monetario’. Es decir que el déficit se cubre con emisión y la emisión se traslada instantáneamente a los precios. Pero una vez en el gobierno, Milei empezó a cambiar su discurso. Inventó que existiría un ‘rezago’ de 12 a 18 meses entre que se detiene la emisión y baja inflación. En los últimos meses, Milei cambió otra vez de libreto: dijo que su gobierno no devaluaba porque la devaluación se va a precios. Entonces... ¿dónde quedó la importancia de la emisión en esta nueva contorsión de su discurso? Después de entregarle el manejo de la economía al FMI, que lo obligó a modificar el régimen cambiario, Milei nos avisa que ¡a la inflación la producen los formadores de precios!” En resumen, Milei resultó ser un marxista, pero de la escuela de Groucho: estas son mis teorías, pero si no funcionan… tengo otras. Un chanta”.

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