El Secretario
Testigos de un momento impactante de la historia
La elección de Robert Prevost como 267° papa de la Iglesia Católica y líder espiritual de 1.400 millones de personas, marca un momento impactante en la historia, y abre innumerables interrogantes en torno a la incidencia que el nuevo jefe eclesiástico tendrá en el concierto internacional. Para muchos argentinos, que todavía atraviesan el duelo por la pérdida de Francisco, saber que el sucesor de Pedro era de origen estadounidense generó una primera mueca de decepción. Pero pronto esa sensación fue virando conforme se conocían detalles de la vida de quien adoptó el nombre de León XIV. Se descubrió entonces que se trata de un papa consustanciado con la realidad latinoamericana, que fue misionero un cuarto de siglo en estas tierras, incluso adoptó la nacionalidad peruana, y ofreció parte de su primer mensaje en español, tendiendo un puente de cercanía desde Roma con esta parte del mundo.
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Al margen de los pequeños detalles, León XIV plantea un escenario nuevo, porque su palabra y sus acciones distan diametralmente de las políticas y posturas de su compatriota Donald Trump, el hombre más poderoso del mundo a partir de la fuerza militar que lo respalda. Opresión o integración, violencia o paz, explotación o solidaridad, son los polos que se contraponen, ahora con dos norteamericanos situados como el yin y el yang; con discursos y propósitos bien diferentes. Quedó claro antes con las críticas del ahora papa a las medidas de expulsión de inmigrantes. Cuando concluya la etapa formal de gestos y saludos diplomáticos, no tardará mucho en verse la diferencia de cosmovisiones. De hecho, Prevost tomó el nombre de León XIV, sugiriendo su identificación con León XIII, un reformador social que abordó los problemas de la clase trabajadora y los necesitados, que publicó la encíclica “Rerum Novarum” en 1891, considerada el inicio de la Doctrina Social de la Iglesia, que aborda las relaciones entre capital y trabajo, y enfatiza la dignidad del trabajador.
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Una nueva historia comienza, pero quienes sentían temor ante la posibilidad de que llegara un pontífice capaz de destruir lo que construyó Francisco, pueden estar tranquilos. La sucesión parece mantener su impronta, como han sabido interpretar varios líderes mundiales. No fue el caso de Javier Milei, quien se supera a sí mismo haciendo el ridículo, y por toda reflexión ante el trascendental momento compartió el dibujito de un león vestido como Papa, imaginándolo como un guiño a su delirante autopercepción. Una reacción que, más que enojo, provoca tanta vergüenza ajena que casi se transforma en compasión.
El Esquiú.com