Jorge Gómez - Artesano

"A Catamarca le hace falta una casa para los artesanos"

viernes, 17 de septiembre de 2010 00:00
viernes, 17 de septiembre de 2010 00:00

Jorge Gómez, artesano que nació en la provincia de Córdoba, se radicó en la provincia de Catamarca para trabajar en madera y cuero. En el año 2003 obtuvo el primer premio de artesano en cuero por sus trabajos.
En el mismo año realizó el cetro para la reina de la Fiesta Nacional e Internacional del Poncho, que en la actualidad sigue traspasándose a cada reina.
En 2001 realizó un cofre por pedido de la Cancillería, durante la Presidencia de Fernando De la Rúa, para Juan Pablo II. Conserva una foto que muestra cuando su cofre es recibido por el Papa, junto con una carta escrita por él mismo.

- ¿Qué nos puede comentar acerca de sus inicios en la artesanía?
- En realidad la artesanía nace en mí, ya que al arte lo llevo desde muy chico. El otro día estuve realizando una investigación en mi familia y descubrí que hay cuatro generaciones de artesanos, que fueron trasmitiendo el arte.
Empecé dibujando en los años 60 y esto me generó varias actividades. En los 70, en la generación hippy, ya me gustaba realizar varias artesanías tanto en madera como en metal, ya que en esa época lo miraba como un juego o como un trabajo manual.

- ¿Recuerda algunos de los dibujos que hacía de niño?
- Desde un principio hasta la actualidad me gustó hacer rostros, siempre traté de hacer un arte que no fuera nada abstracto, sino mostrar la realidad de las personas.
Después, con el tiempo, mis padres se dieron cuenta de que tenía mano para el dibujo cuando iba al primario. Eso les despertó un interés especial y me enviaron a una academia privada, “Miguel Ángel”, en Córdoba.
Eso me permitió perfeccionarme en las técnicas que hay que usar para el dibujo, porque antes de ir a la academia agarraba un lápiz cualquiera y no sabía que existían tantas técnicas y otros tipos de material.
Fueron pasando los años y decidí dedicarme a la artesanía, fui involucrando a parte de mi familia, porque siempre que hay un artesano, la familia siempre se involucra, a pesar que cuesta vivir de las artes.

- ¿Cuál es el secreto de un buen artesano?
- Siempre dije que en realidad no es un secreto... como todo oficio, sí hay que ser muy constante, ya que vivimos en una sociedad en que los medios recién están difundiendo lo nuestro a la gente, para que vean nuestros productos como una alternativa de un regalo distinto.
Hay desconocimiento por la falta de ferias, no hay exposiciones permanentes, entonces es una lucha constante, pero sin bajar los brazos.
Cuesta mucho la permanencia y vivir de artesanía, por eso hay que hacer una cadena, con un poco de marketing, tarjetas, publicidad… para que pueda llegar a la gente, para llegar al consumidor.

- ¿Una artesanía de alguna tribu aborigen que usted le guste mucho?
- Hay muchas tribus y con distintas técnicas, aparte siempre se realizan los intercambios culturales donde vienen de otras provincias, como los wichi que realizan unas técnicas en los tejidos con una planta que hay acá, y que no la supieron utilizar a pesar que se hicieron talleres. Sacan una fibra y fabrican calzados, indumentarias… lleva todo un proceso. Lo que pasa es que ellos hacen gala de mucha paciencia, y nosotros vivimos en una sociedad de consumo totalmente distinta de la suya.
Esta sociedad de consumo cada día te exige más y genera gastos, entonces uno ve la salida más rápida, hacer trabajo en madera y el cuero.

- Para el artesano catamarqueño, ¿qué es la fiesta del Poncho?
- Es importante... a pesar de que es una vez al año, para nosotros es un respiro porque nos permite respirar un par de meses, porque logro ahí acomodar un par de cuentas, y a la vez es un intercambio cultural por la cantidad de gente que se acerca al Poncho de otros países y de otras provincias, y uno ya tiene amistad e intercambia conocimientos. Yo puedo acercar ideas y escuchar las de ellos.
Hoy en día poder viajar a otras ferias cuesta mucho, porque en otros años de esos gastos se hacía cargo el estado, entonces se podía viajar tranquilo. Si se vendía la recaudación era para el artesano. Hoy en día es muy arriesgado viajar, por las ventas que tenés que hacer para costear los gastos.
A pesar de que muchas veces los políticos de turno nos prometieron la creación de una feria para los artesanos, a Catamarca le hace falta una casa para los artesanos.

- ¿En algún momento van a desaparecer los artesanos?
- Todos los años me sorprende, porque cada vez que pasa gente conocida por mi stand, que son artesanos y les pregunto, “dónde están en este momento”, ellos me responden “no vendo más artesanías”, y ya se dedican a otra actividad.

- ¿Qué nos puede comentar acerca del cofre que armó para Juan Pablo II?
- Fue en 2001, en el gobierno de Fernando De la Rua, cuando la cancillería Argentina elige a Catamarca para hacerle un regalo al Papa. Siempre acercan un regalo de alguna provincia que eligen. El enviado del gobierno va con un regalo a pedir una audiencia con el Papa para el presidente. Entonces acá fue elegida una artesana de Fray Mamerto Esquiú para hacer un poncho, y a mí eligieron para confeccionar un cofre que iba a albergar ese poncho.
Me pidieron que el material del cofre fuera autóctono, y es por eso que elegí cardón, que era de la cuesta de La Cébila, donde todo era artesanal y nada industrial, todo el herraje fue de cuero.
Tuvo una muy buena repercusión, porque a raíz de eso me llamó un coleccionista para que le haga un cofre, y ahí los medios se acercaron y eso fue bueno porque me salieron varios trabajos. Después me encargaron cofres para Estados Unidos e Inglaterra.
Cuando me entero de la noticia de que tenía que hacer el cofre para el Papa fue muy sastisfactorio; el trabajo lo terminé en quince días.
Lo anecdótico de todo esto fue que cuando regresó el canciller del Vaticano, le hizo llegar a la directora de artesanías una carta para cada artesano. Dentro del sobre venía una foto de la entrega del cofre por parte del canciller al Papa, y una carta para cada artesano agradeciendo por haber realizado el trabajo. Además la foto estaba acompañada de un Rosario bendecido personalmente por el Papa, peró éste nunca llegó, típica viveza criolla del argentino.
Pero hubiese sido lindo tenerlo en cada exposición, para decir “esto fue enviado por el Papa”, pero me quedó la satisfacción de que hay algo mío en el patrimonio del Vaticano.

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