ENTREVISTA - Julio Cesar Bayón

“Al jugador del norte le cuesta mucho adaptarse”

Campeón del Mundo con la Selección Argentina Sub 20.
miércoles, 28 de septiembre de 2011 00:00
miércoles, 28 de septiembre de 2011 00:00

Nombres: Julio César Bayón
Edad: 35 años
Estado civil: Soltero
Hijos: 2 hijas
Gustos: Jugar fútbol
Actividad: Jugador de fútbol y pretende ser
director técnico.

 

¿Cómo comienza tu carrera de futbolista?
JB: Arranqué en las inferiores en Defensores del Norte, mientras iba a la escuela 9 de julio
En “Defe” estuve hasta los 11 años, después pasé a Juventud, y más tarde volví. Nos llevó el “Pacha” Esparza. Jugué para River de las Mil y anduve por Salta y Santa Fe.
En “Defensores debuté en Primera de chico, y un día fui a una prueba de Rosario Central, que se hizo en el Malvinas Argentinas en el año ‘91. Quedamos seleccionados cinco en esa prueba; fuimos con el “Mono” Gordillo, que era el único al que le pagaban la pensión, fue Gustavo “Mara” Villafáñez, Cristian González, Rafael Andrada y yo. Yo estuve los primeros tres meses a prueba porque cuando llegué, en ese momento, pesaba 59 kilos, y me dijeron que si no llegaba a los 70 me tenía que volver, pero ellos me mandaron al gimnasio y me daban vitaminas y los pude subir de forma controlada.

¿Cómo llegan los jugadores catamarqueños cuando van a otras provincias?
JB: Al jugador del norte le cuesta mucho adaptarse, o extraña mucho la vida de familia; además extrañás la comida de tu casa, en la pensión comí arroz todo el año. La diferencia allá es la contextura física y cómo se entrena. De acá me fui nulo, no sabía lo que era marcar en zona, o jugar con línea de tres, no sabía lo que era jugar en línea, yo lo único sabía hacer era jugar, como pasa hoy en las inferiores.

¿Cómo llega la oportunidad de la selección?
JB: Yo jugaba en la Quinta rosarina, y Pekerman realiza un seleccionado y elije a dos de Central, entre los que voy yo, pero me quedé afuera del Sudamericano y pensé que no me iban a hablar más; una semana antes de viajar a Qatar me avisaron que iba, y cuando estuve en Ezeiza recién le avisé a mi familia; fue algo increíble que nunca me voy a olvidar.

¿Qué jugadores te sorprendieron en ese tiempo?
JB: Esa selección tenía muy buenos jugadores, casi todos llegaron a debutar en Primera y ser exitosos, como Sorín o Pena, pero en ese tiempo Pekerman llevaba a algunos jugadores de la Sub 17 que ya demostraban ser diferentes, como Riquelme, que en ese tiempo jugaba de cinco; el que para mí mejor jugaba era Pablo Aimar. Era increíble la velocidad que tenía con la pelota, parecía que flotaba.

¿En la vuelta, por qué no te quedás en Central?
JB: Después de volver de la selección se fue Marcheta, y me bajaron a reserva y no me renuevan el contrato. Yo venía a buscar la libertad de acción porque Marcheta estaba en Racing, y me había dicho que si yo llevaba el pase él me iba a meter en el plantel; cuando llegué, los dirigentes me pedían plata que no tenía, que no había visto nunca, y les dije que les firmaba un papel para que se queden con un porcentaje de mi contrato o algo, pero no quisieron. Me negaron el pase, yo les dije que me tenían que pagar lo que yo valía en ese momento y no me pagaron nada. En ese tiempo se dijeron muchas cosas, como que me habían corrido de la selección porque andaba borracho; eso no es verdad, en el ‘95 llego justo con la edad, después del ‘95 no podía jugar más, eso fue todo.

Hay algo que marca tu carrera en Andalgalá ¿ Qué paso?
JB: Me fui a jugar el Regional con Salta Central porque no quería quedar parado, y ya tenía todo arreglado para ir a Gimnasia y Tiro de Salta. Ahí fue cuando tuve la desgracia de que un vago mala leche me patee la cabeza; de lo único que me acuerdo fue que me desperté en el sanatorio entubado. Jugamos contra un equipo de Pomán en Andalgalá, el partido fue un sábado. Yo me acuerdo que Hormiga Nieto me da la pelota y yo engancho por dentro, me hacen una falta normal y el árbitro la cobra, el tipo da la vuelta y me tira la patada y me abrió la cabeza con el botín; yo seguí jugando y cuando termina el primer tiempo, quise bajar al vestuario, me desmayé y me desperté en el sanatorio. Me dijeron que tenía una fisura de cráneo.
Los médicos me dijeron que no iba a poder volver a jugar al fútbol nunca más. Entonces José Luis Cacciato, que por entonces era el presidente de Salta, me pagó todo para que me haga atender en Córdoba con el Doctor Amaya; de Cassiato voy a estar eternamente agradecido por cómo se porto conmigo en su momento.
Me pusieron a prueba con muchos estudios, y me dijeron que según vean mi evolución iban a ver si podía jugar en los próximos seis meses, y bueno, en los estudios salí bien, pero me dijeron que podía jugar pero no cabecear, y creo que tuve mucha suerte.

¿Eso fue un antes y un después en tu vida?
JB: Eso me mató a mí; yo de pasar de estar entero, uno de los fuertes míos era ir a cabecear. Después de eso nunca volví a tener la misma confianza.

¿Cómo seguís después de todo eso?
JB: Después me recuperé, estuve todo un año parado, y en el ‘97 un tipo de Rosario me compró el pase, y me fui a Chile a La Serena. Estuve dos meses, no nos pagaban y me volví. El representante me mandó a El Porvenir y después fui al Deportivo Armenio de la B Metropolitana, donde lo conozco a Norai Ariaz. Después me vuelvo porque Buenos Aires estaba muy feo, a un compañero mío que era arquero lo habían asaltado y lo habían tirado del tren y lo salvó un ciruja; entonces decidí volverme.

¿Cuántos años tenías cuando te volviste a Catamarca?
JB: Cuando me vuelvo del todo tenía 25 años. A mí me afectaba extrañar a mis nenas y me quería volver; no me gustaba la vida de Buenos Aires. Cuando vuelvo, llego a Obreros de San Isidro y en el 2003 me voy a San Martín; después pasé a Villa Dolores, y en el 2004 vuelvo a San Martín para jugar al Argentino B, y estuve hasta el 2007. Después jugué de nuevo en Defensores del Norte, participé en el Torneo del Interior, después fui al Ateneo y a San Martín, y también volví a Obreros, y ahora estoy en Defensores, donde quiero terminar mi carrera.

¿Sos un jugador indisciplinado?
JB: Soy un jugador que se cuida mucho; lo único que tengo es que soy alérgico a la tierra, que me pone los ojos muy rojos. Siempre me cuidé y creo que por eso todavía estoy jugando. A mí de San Lorenzo me corrieron porque no me juntaba a tomar con los del plantel de Primera; me hicieron de lado mis compañeros por no prenderme en esa.

¿Qué les dirías a los chicos que se van a probar suerte en los clubes grandes?
JB: A los chicos que se van les digo que tienen que ser muy egoístas; si hay que ir al gimnasio, hay que ser el primero, si hay un solo par de botines, esos tienen que ser para vos, y practicar todo el tiempo, es lo único que te hace andar bien.

¿Te gustaría ser director técnico?
JB: Me gustaría seguir siendo técnico, seguimos estando muy lejos de las preparaciones de los clubes de Primera y me gustaría volcar lo que aprendí, pero todavía no puedo hacer el curso de técnico por mi trabajo.

 

Único catamarqueño campeón mundial de fútbol

Cuando se pronuncia el nombre de Julio Cesar Bayón, no se puede evitar recordar el campeonato mundial logrado por la Selección Argentina en el año 1995 en la Categoría Juveniles, Sub 20, con el catamarqueño integrando un plantel que estaba conformado, entre otros, por Juan Pablo Sorín, Joaquín Yrigoitia, Gustavo Lombardi, “El Caño” Ibagaza y Sebastián Pena.
Pero a pesar del gran logro, Bayón no tuvo mucho éxito en la primera división. Apareció en la máxima categoría con la camiseta de Rosario Central. En su puesto de medio campista, llegó a disputar 6 encuentros, aunque sólo en su debut pudo completar los 90 minutos de juego.
Hoy Julio Bayón, el único catamarqueño campeón del mundo con la Selección Argentina de fútbol juega en Defensores del Norte y sueña con ser director técnico.
Actualmente, es chofer en el Tribunal de Cuentas de la Provincia, y todavía juega en Defensores del Norte, club del cual es hincha.
Podrá tener muchas adjetivaciones, podrán discutirse si fue un buen jugador o uno más del montón, pero nadie le podrá sacar el orgullo de haber salido campeón con la Selección Argentina, un logro que pueden disfrutar sólo a unos pocos elegidos.

 

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