EDUARDO SACHERI

Una vida de cuentos y películas

sábado, 1 de diciembre de 2012 00:00
sábado, 1 de diciembre de 2012 00:00

El tipo es un maestro por donde se lo mire. En la vida y la profesión. Un cuento, un párrafo, un relato o un libro de Eduardo Sacheri, alguna vez todos escuchamos. Y los que no lo hicieron que no pierdan tiempo.
Entrevista con el profe de historia que es hincha de Independiente de Avellaneda, y que dejó los libros de historia para ser escritor profesional.

-Tu último libro se llama “Dueños del Mundo”. ¿Con cuántos de ellos te reencontraste después de la publicación?
-En realidad, de aquellos dueños del mundo que yo conocía, todavía con ninguno. Este libro es muy reciente y calculo que recién se estarán enterando aquellos viejos amigos de mi niñez que estamos ahí, recuperando nuestras aventuras en esas páginas.
A todos les cambié los nombres para que nadie se sintiera perseguido por su pasado, puede pasar que a algunos no les guste recordar las mismas cosas que recuerdo yo, en una de esas les llevará un tiempo calculo reencontrarse cada cual con lo que le tocó en ese pasado.

-Hay relatos de “aventuras” de las que todos pasamos, con esas viejas que no dejaban jugar al fútbol y esas cosas… casi un libro de anécdotas que termina siendo de aventuras.
-Todos hemos tenido en los barrios esos engendros, esos monstruos que se oponían a que los chicos jugaran y disfrutaran, esos adultos que parecen disfrutar con el miedo de los chicos en lugar de disfrutar con la risa y los chicos.
Y bueno, nosotros teníamos uno de esos que verdaderamente era temible, un tipo muy alto con mucha cara de malo, y que se oponía de todas las maneras posibles a que jugáramos, y una de esas era poner su auto precioso en el medio de la calle para que no jugáramos.
Una vez nos atrevimos a corrérselo del sitio y casi morimos aplastados por sus manos asesinas. Es uno de los tantos recuerdos que pongo en esas páginas.

-¿Te pasó que alguien se vio representado en uno de tus cuentos?
-Siempre, si bien las historias son ficticias, hay algún rasgo, o modo de hablar, o algún refrán que uno ha sacado de algún familiar o de algún amigo, y uno aprende a situarlo en los libros como un guiño especial para que mas allá de lo que vea el resto de los lectores, la gente que está con uno de toda la vida sienta que hay como una pequeña cosa especial dedicada específicamente a la persona.

-¿Cuándo le ponés el punto final a un relato, y cómo es el proceso de las modificaciones?
-En mi caso muchas. No creo que todos los escritores lo compartamos a este procedimiento, pero en el caso mío lo releo y lo corrijo muchas veces.
Si en la primera escritura uno pone toda la pasión, todo el sentimiento y el deseo de contar, en un segundo momento, o un tercero, cuarto o quinto llega el momento de buscar la mejor palabra, de ver los puntos y las acentuaciones. Es como una cosa artesanal, y esa cosa artesanal lleva unas cuantas lecturas, sobre todo porque en el proceso de edición de un libro donde lo mandás a la editorial, pasa un tiempo y lo volvés a mirar después, o sea cuando dejás pasar un tiempito siempre le encontrás algunos detalles que pueden ser mejorados.

-Te cuesta decir listo, esto ya está, no lo toco más…
-Llega un punto, a mí me pasa por lo menos, donde me aburro de leerme a mí mismo. Lo que en un momento te dio placer de escribir por primera vez, y en un segundo o tercer momento te dio curiosidad para mejorarlo, la quinta o la sexta vez ya te empieza a fatigar, porque a la historia la conocés, porque la has leído una y otra vez y entonces se termina volviendo monótono.
Ese es el momento, después de una o dos lecturas ya monótonas, de largarlo, sabiendo que nunca va a estar perfecto. Va para que sean los lectores los que encuentren los defectos.

-¿Como que los cambios llegan hasta la tercer leída?
-Diría que sí, pero cambios cada vez menores, una palabra que no termina de cuajar, o alguna frase que a lo mejor la leés y sigue siendo más confusa de lo que querría. Hasta el final siempre hay diferencias entre el primer texto y el que se imprime.

-Hubo cambios en Sacheri luego de la repercusión que tomó La Pregunta de sus Ojos, que Campanella llevó al cine…
-A lo mejor lo que más cambió fue esto de volver a encontrar los tiempos para encerrarme, escribir y estar lejos de los medios, de las entrevistas, recuperar ese silencio que uno necesita para ponerse a laburar.
En la cosa concreta del modo de escribir creo que sigue siendo más o menos la misma. Trabajo unas cuantas horas casi todos los días, mucha fuerza de voluntad para sobrepasar la primera parte de un libro, porque los primeros dos o tres meses la historia no sale, o no cuaja, los personajes no tienen una voz propia o no están listos. Hay como una especie de empantanamiento. Esa es la parte más complicada, pero lo es tanto ahora como lo era antes.

-¿Cómo ves al fútbol argentino hoy, y a Independiente?
-Al fútbol argentino en general lo veo empobrecido, lo veo corrompido por años y años de una administración funesta de los mismos viejos carcamanes que están hace treinta y pico de años, y eso me parece que le da un tinte de mafia y oscuridad y negociado que al fútbol no le hace bien, y que lleva entre otras cosas a que los mejores jugadores se vayan.
Si vos tenés jugando afuera como para hacer más o menos veinte equipos de primera, indudablemente lo que uno ve, salvo algunas excepciones de muchachos que están jugando acá porque tienen ganas, estamos viendo lo que queda.
No estamos viendo los mejores jugadores argentinos ni mucho menos, y me parece que eso se paga en los partidos que se ven.
Independiente en particular está tratando de salir de un momento muy oscuro y muy dudoso que fue la última parte de Comparada. Espero que la presidencia de Cantero nos devuelva esa honestidad a la que la gente de Independiente está acostumbrada.
 

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