Jaime Bayly y su esposa, Silvia Núñez del Arco

Un amor con 23 años de diferencia

domingo, 30 de diciembre de 2012 00:00
domingo, 30 de diciembre de 2012 00:00

Con voz pausada, Jaime Bayly (47) construye una radiografía de sus últimos años. Y mientras piensa con precisión cada una de sus palabras, mira a su mujer, la escritora Silvia Núñez del Arco (24), con quien el año pasado tuvo a su hija Zoe (1). El conductor del popular ciclo de entrevistas, Bayly, reconoce enseguida ser un adicto al amor. Así como estuvo casado con Sandra Masías –madre de sus hijas Camila (19) y Paola (17)–, admitió también que alguna vez se sintió atraído por otros hombres. Sin embargo, fue Silvia quien supo captar su atención durante una visita a uno de sus programas, El francotirador, hace poco más de cinco años. “La vi entre el público y enseguida quedé atado a su mirada, inquietante, sugerente, que parecía invitarme a un mundo de promesas y posibilidades. Ella era muy joven, incluso podía ser una amiga de mis hijas”, explica Jaime desde el Alvear Palace Hotel, donde se hospedó durante su estadía en Buenos Aires.
Según cuenta, se hicieron amigos primero, y aclara que no tenía expectativas románticas con ella. “Poco a poco su pasión por la literatura me fue cautivando. Lo nuestro no fue un arrebato, sino que empezó como una amistad y pronto se transformó en una gran pasión”, cuenta el peruano, que por estos días dejó su espectacular residencia de Key Biscane para difundir el lanzamiento de su último libro, Morirás mañana.

–Siempre dijiste que sentís un cariño especial por nuestro país.

–Tenía 15 años y, a diferencia del resto de mis amigos que pedían ir con sus padres a Disney, yo soñaba con viajar a Buenos Aires. Por ese entonces, leía mucho revistas como El Gráfico y Billiken y me imaginaba caminando por la avenida Corrientes. Recuerdo que lo primero que hice apenas aterricé fue visitar todas las canchas de fútbol: Boca, River, Independiente, Vélez... Viví con fervor el fútbol, como todos los argentinos.

–Los dos son escritores, ¿cómo se repartieron el tiempo con la crianza de Zoe?

Silvia: Cada uno tiene su estudio y, por lo general, coincidimos en el horario de trabajo. Por eso tenemos a nuestras dos nanas que la cuidan mientras escribimos. Igual, a pesar de que Jaime me inculcó mucho la disciplina para la escritura, a veces no aguanto y voy a dar una vuelta al parque con mi hija, un paseo que nos encanta a las dos.

Jaime: En casa también tenemos una regla de oro: si Zoe quiere entrar al estudio, puede y debe entrar. Es bueno que la infancia nos interrumpa cada tanto, que de repente la vida, la frescura y el amor de un niño entren a la sala. Eso no puede ser más que pura inspiración.

–¿Cómo los cambió la paternidad?

Silvia: Con Zoe fui madre por primera vez. Creo que tener una hija me hizo una mujer más tranquila y menos torturada. Antes de parir vivía con la angustia de no saber qué hacer ni quién era yo. Sin embargo, con Zoe siempre tengo la sensación de que todo va a estar bien. Ella cambió mi mundo.

Jaime: Yo tuve otra experiencia: fui padre por tercera vez a los 46 años. Lo bueno es que la madurez me permitió disfrutarlo de otra manera, mucho más calmo. A esta edad uno ya se conoce mejor, sabe para bien o para mal quién es y qué quiere en la vida. Yo tenía 25 años cuando nació Camila en Washington y, por ese entonces, estaba lleno de miedos e incertidumbres propias de esa edad. Hoy siento que tengo una mirada más serena y compasiva hacia mí mismo. Ya cumplí todos esos sueños que cuando era un padre joven recién comenzaba a construir.

–Después de tener dos hijas, ¿hay algo que te propusiste no repetir como padre?

Jaime: No me gustaría contarle a Zoe mi lado más oscuro. Con mis hijas mayores intenté, como un modo de protegerlas, explicarles todo lo que yo era y había vivido. No obstante, ya en ese momento sentí que tanta información las había incomodado. Por eso voy a esperar a que a Zoe le surja la curiosidad y cuando ese instante llegue, le voy a contar todo lo que quiera saber. Quiero preservar su inocencia y, si ella cree que su padre hoy es un superhéroe, no le voy a romper la ilusión.

–Volviendo a su historia de amor, ¿qué es lo que más admira uno del otro?

Jaime: Me enamoré de Silvia no solo por su sentido de humor, sino por su coraje para asumir su vocación de escritora. Ella estudiaba psicología y dejó todo para dedicarse a la literatura. Y hoy va por su tercera novela. Lo mismo ocurrió con la maternidad. Yo quería tener un hijo con ella. Me parecía urgente unir de manera genética nuestro amor. Es verdad que tenía la ilusión de tener un varón y llamarlo James, pero la vida siempre mejora nuestros sueños y me trajo una mujer. Siendo tan joven, Silvia no se intimidó. ¿Cómo no podría estar conmovido por ese gesto? Ella solo trajo felicidad a mi vida.

Silvia: Bueno, yo siempre tuve el sueño de ser madre. ¿Por qué esperar? [Risas]. De Jaime amo su caballerosidad. Me encanta que sea tan educado, creo que es uno de los pocos hombres gentiles y atentos que quedan. Al lado de los chicos de mi edad, que son medio patanes, me gusta estar al lado de un señor tan bien plantado. Además, siento que con él veo el mundo desde otros ojos. Los viajes, la literatura, la vida misma, todo lo vuelvo a descubrir a través de su mirada. Y eso me resulta grandioso. El me inspira a ser mejor persona, a querer superarme.

–¿Nunca te molestó que Jaime hubiese estado con otros hombres?

Silvia: No. Yo sé que va a ser bisexual hasta el final. De hecho, me parece que su lado gay lo sensibiliza aún más. A diferencia de lo que piensa mucha gente, ese costado suyo lo veo como algo que nos une, no como un tema que nos separa. No me asusta, no me preocupa. Lo entiendo y me gusta.

–¿Cuánto los afecta la diferencia de edad?

Silvia: Confieso que al principio mis padres se asustaron. Por suerte, el tiempo me jugó a favor. Mis amigos y mi familia entendieron que lo mío con Jaime era más divertido, más serio y mucho más sano de lo que se habían imaginado. Ya nos consolidamos como pareja y la gente no se sorprende tanto.

Jaime: Nunca me afectó lo que la gente pudiera pensar de mí. Lo nuestro es sincero. Eso sí, lo único que siento que nos separa es la tecnología. Silvia tiene blog, Facebook, iPod, iPhone... Mientras que yo me aferro a mi viejo celular y al periódico. Sé que el mundo va hacia esa dirección, pero yo prefiero seguir cultivando esos viejos nobles hábitos.

–¿Cómo entienden el amor?

Silvia: Lo veo como una profunda amistad. La pasión y el erotismo son la punta del iceberg y debajo están la amistad y esos pequeños momentos que te enamoran: las salidas al cine, una cena romántica en tu casa, un beso sorpresa. Con el tiempo –y estamos juntos hace cuatro años–, la pasión no es tan intensa, pero si aún persiste este vínculo de complicidad y amor, el resto no importa.

Jaime: Comparto lo que dice Silvia. Creo que el amor es la forma más acabada y perfecta de la amistad. Para mí el amor es un pacto de lealtad, una alianza inquebrantable. Luego, la pasión erótica, la corriente de deseo… depende de cada pareja. Soy un hombre de casi 50 años, entiendo perfectamente que mis días están contados, pero me aferro a que esa idea de amistad no se va a romper.

Texto: Jacqueline Isola

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