Gustavo Salcedo, Actor y Director de Teatro

“El teatro es uno de los pocos bastiones artísticos sociales”

viernes, 11 de enero de 2013 00:00
viernes, 11 de enero de 2013 00:00

Nació acá. Muñeca y Lalo estaban de vacaciones en Catamarca cuando el embarazo se complicó y tuvieron que quedarse hasta que Gustavo naciera. Un poco porque Lalo pertenecía a la Marina, y otro poco por los trotes propios, se mudó unas cuantas veces hasta hacer base nuevamente en nuestro valle. Es el primer catamarqueño que dirige la Comedia de Catamarca, fue nombrado representante del Instituto Nacional del Teatro, y si bien sus principales tareas hoy son las de dirigir en una y realizar tareas más administrativas en la otra, estoy ante un actor visceral no caben dudas, no puedo decir que salta a la vista porque esas cosas se irradian…

-Me contaste que tu papá es militar, pecaré de prejuiciosa y te voy a preguntar ¿Cómo recibieron en tu casa la noticia de que querías hacer teatro?
-Mis hermanos y yo hemos sido muy libres, siempre nos dejaron hacer lo que queríamos, lo único que les importaba a mis viejos era que fuésemos buenas personas. Así que fue muy fácil para mí hacer lo que me gusta.
Te cuento, yo suelo decir que mi papá es Forrest Gump, porque es un tipo que todo lo que hace lo hace con tanto cariño y con tanto amor que lo hace bien. Fue a hacerse policía porque era el mayor de 11 hermanos y había que ayudar a la familia, vio la mesita para inscribirse, y al lado otra con un proyector de súper 8 que promocionaba el ingreso a la Marina con la promesa de recorrer el mundo. Y mi viejo dijo: “O me hago policía y termino en la comisaría de Chacharita que es hermosa – menos la parte de las celdas, aclara –, o me voy a conocer el mundo”, y se inscribió en la Marina. Si bien no todos los marinos viajan, mi papá dio 3 veces la vuelta al mundo, vivió 6 meses en la Antártida, estuvo en el conflicto de Chile, en Malvinas, o sea que también las pasó jodidas, cantó tango en Paris, en Japón, en Egipto...
Cuando se retira nos venimos a Catamarca, porque mi viejo no quería que nos quedáramos en Buenos Aires.
El Tiescho Gaette, que es un referente mío, y había sido compañero del hogar escuela de mi viejo, estaba armando Los Mirasoles, en la que él hacía de Don Cándido, ¿y qué pasa? Se cae de una escalera y se desgarra, y ahí fue mi viejo como reemplazo; al año siguiente viene Sorín haciendo el casting para la película El Perro, ¡y mi viejo entra y actúa! Para resumir, en dos años trabajó en cine, teatro y televisión; y desde el 2001 hasta hoy no paró de actuar. Ahora lo dirijo yo, y lo tengo zumbando a mi viejo, las vueltas de la vida que siempre te dan revancha.

-Me parece que a tu padre voy a hacerle una entrevista
-Sí, pero te vas a tener que conseguir un grabador de 800 gb, mi viejo es un groso.

-¿Dónde te formaste como actor?

-Hay dos posibilidades de estudiar teatro, como en casi todas las disciplinas artísticas, yendo a talleres o académicamente. Yo vengo de los talleres, el de la universidad con Oscar Carrizo, hice cursos a nivel nacional a través del Instituto Nacional del Teatro con becas, estuve un año en Córdoba con Paco Giménez, y un año en Buenos Aires con Mauricio Kartun.
Rendí y entré a la Comedia en el 99, ese para mí es un espacio formativo muy grande, a través del trabajo y con los directores que venían todos de afuera, tuve grandes maestros como los hermanos Martínez en diferentes épocas; Leonardo Gabrilof que es un director muy reconocido en el interior del país y que está viviendo en Buenos Aires ahora; Graciela Weiss, que es docente en el IUNA también, gran docente tucumana; y Oscar Német, que venía con toda su experiencia.

-¿Te resulta complicado hacer teatro en Catamarca?
-Yo pensaba que era lo más difícil que podía haber, y en un encuentro nacional, me junto con los actores del elenco de Paco (Giménez) y uno de ellos, un actorazo del under que cada tanto pega una película, me comenta: “Sí, en Buenos Aires tenemos todo y para estudiar con quien queramos, pero una clase con Alesso te sale $300 mangos, y yo manejo un taxi”.
Hacer teatro no es complicado acá, el problema es tratar de vivir del Teatro, porque implica concientizar a la gente de que hay que pagar una entrada, y cobrarle a la gente lo que vale.
También el tema de que acá está ese concepto de sala llena, cuando tenemos que entender que nuestra realidad de espectadores es menos del 1% de la población, es decir de 150.000 habitantes…unos 1.500, si hacés funciones en un teatro para 300 personas, capaz que haces tres llenas, ¿y después?
En otros lugares, en Córdoba por ejemplo, hay espacios independientes con no más de cien butacas, porque ya hicieron este proceso, nosotros estamos empezando a entenderlo, y mucho tiene que ver con los pibes que se han ido a otros lugares, vuelven y lo transmiten.
Con los Mirasoles por ejemplo, sabíamos que al público de Catamarca le interesa, te estoy hablando del público que más ve teatro, que no son los jóvenes como creeríamos a simple vista, sino la gente mayor, y que van a ver ese tipo de obras que son de una altísima calidad, pero que uno les tiene prejuicio, por inexperto o por pretender estar en la cresta de una ola de moda. Cuando los porteños vieron la versión que hizo Manuel Macarini de los Mirasoles, no lo podían creer. Este teatro hipernaturalista, para ellos era de vanguardia, pero acá es “teatro para viejos”.
Paralelamente a eso también hago mis trabajos, desde mis intenciones estéticas, sacándome las ganas de generar una especie de caos, ahí sí es la gente más joven la que se engancha.
Pero claro, si pretendés vivir de esto tenés que hacer tres, cuatro obras al año. El Instituto Nacional del Teatro con sus subsidios te permite financiarte, ahora hay más chances que cuando yo empecé hace 16 años. Hay más movida, los pibes están generando más movida. Los estudiantes del ISAC, los estudiantes de la Escuela de Teatro, de los diferentes talleres, los pibes de Cachalahueca.
Además acá en Catamarca todavía se consiguen ayudas, vas a un negocio y no es tan difícil que te esponsoreen, por ahí no te dan los $2000 que necesitás, pero te solucionan el tema de la pintura, o las maderas. Esas cosas en Buenos Aires…¡niente!
Hay que hacer teatro, la gente no va adonde no necesita ir, y a esa necesidad podemos generarla aumentando las propuestas.

-En El Malentendido hiciste una adaptación, ¿cómo es ese proceso en vos?
-El actor es un tamiz de emociones, no repite textos, lo que hace es transmitir, generar clima. Jorge Dubati, un investigador, un teatrólogo por decirlo de alguna manera, dice que el teatro es el convivio entre el aura del espectador y el aura del actor, entonces se instala en una cuestión energética y no de textos. Tomando eso, lo que hay que hacer a la hora de adaptar es ingerir la obra, meterla en el cuerpo y ver por donde sale, y cuando digo por dónde me pongo un poco escatológico, porque sinceramente creo que los impulsos vitales están fuertemente ligados al arte.
Cuando escribís, es un proceso mucho más largo, yo cuando lo hago trabajo con una imagen dinámica, es un método que aprendí con Kartun, y desde ahí se la va amasando, estirando, complejizando, es un proceso que puede durar meses, y después tiene que dormir, lo mismo que la masa, fermenta, y empieza a irse por lugares nuevos, ya no te condicionan las mismas cosas que cuando iniciaste el proceso, los personajes cobran vida propia, y la obra pasa a ser más inteligente que el autor. Escribir es salir a escena sin red, no estás descansado sobre la magnífica obra de alguien, es tuyo. Siempre uno está atravesado por alguna cuestión, o influencia. Nadie sueña con gente desconocida, armamos gente y caras basándonos en gente que vimos aunque sea un ratito por televisión, porque no tenemos la capacidad de inventar una oreja. La gran Truman Show le digo yo, viste esa escena cuando él arma el rostro de la chica con pedazos de otras fotos, bueno eso hace uno también. A mí me gusta muchísimo Cortázar por ejemplo, y si bien no pondría sus textos, sí utilizo las imágenes que me genera.
El director se vive peleando con el dramaturgo, por ejemplo Tennessee Williams en “Un tranvía llamado deseo”, escribe las didascálicas de 4km, no se come ni un detalle, se peleaba con los directores, ¡y no da!
Teniendo los dos roles está buenísimo, porque recuerdo la imagen iniciadora, y si ya no me gusta más, como es dinámica, la cambio. A veces la imagen disparadora de todo el proceso termina fuera de la obra, los personajes toman identidad, se transforman en personas.
El actor es el tipo que se enfrenta a la frustración más grande que hay, que es darle vida a signos abstractos como las letras, unidas para formar palabras que por convención significan algo, y el actor se frustra, hasta que la necesidad de lograrlo se vuelve tan intensa que se despierta la creatividad.

-Recuerdo que Fernando Peña contó alguna vez, que para él era muy fácil actuar, subía al escenario, era una persona, bajaba y listo. Volvía Fernando sin ningún vestigio emocional del personaje; en cambio Bjork, que no es actriz pero hizo un trabajo, tuvo que recibir ayuda terapéutica para salir de su personaje en “Bailarina en la oscuridad”, ¿vos qué pensás?
-Me encantan los dos, mirá –me muestra su brazo- se me pone la piel de gallina de pensar en Bjork en esa película. Volvemos al Tiescho Gaette, el sistema de construcción de los personajes de la gente del tipo de teatro que a mí más me gusta, es un actor de oficio, que no se va a dejar contaminar por el personaje, es un actor piloto. ¿Te acordás de Mazinger Z? Bueno, Coji Cabuto, nunca entendí por qué le dolían los golpes que le daban a Mazinger, debe haber sido un dolor emocional, que le rompían el juguete, o ¡“Uuuhhh con lo caras que están las ópticas!”
Qué bueno que es cuando vos podes mirar la escena estando en escena, uno tiene que entrenarse para poder hacer eso, porque por supuesto hay situaciones que implican un costado más emotivo en el que tenés que estar ahí. A mí me tocó como actor, entrenarme con esos viejos que te enseñan a ser el termostato de la función, ir percibiendo si está lenta o rápida, entonces estás abandonando ese costado emotivo del personaje, y no es técnica, es un manejo. Hay una actriz, que ya no está actuando y que debería actuar, Claudia Gordillo, que era impresionante por ejemplo la capacidad de llorar que tenía, ¡hasta me hacía sentir mal! Y salía de escena como si nada.
Pero por otro lado, te voy a dar un ejemplo así: Federico Luppi, que según Oscar Martínez sería el anti actor, porque habla de costado, no se le ven los ojos, no se le entiende lo que dice, tiene ángel, y en escena vos lo ves y el tipo tiene oficio, y es el rey Lear, es Dios, y lo que hace en escena se lo creés, esas cosas no se pueden explicar.
Hay un proceso de ensayo que es el más divertido, donde nadie se sale a observar, donde te mandás e involucrás tus imágenes, con la memoria emotiva, con la respiración, cada uno tiene su método, algunos necesitan tener su espacio para bajar. Yo por ejemplo, hago una mezcla. Me tocó hacer un unipersonal donde yo me involucraba abiertamente con el personaje, porque estaba contenido con el director, con Cecilia Argañaraz que tocaba el cello fantásticamente en escena, no necesitaba salirme a mirar, yo era el tipo, me permití llorar, gritar, escupir… que cuando el actor está metido en el personaje no te da asco, ves el personaje destilando humores.
Y más allá de los personajes, movilizan otras cosas, a mí por ejemplo en Los Mirasoles, que aparentemente no es tan emotiva para los actores, implica muchísima emoción por toda la historia que tiene ese espectáculo con nuestro grupo, por los actores que ya no están, por compartir escenario con mi papá, porque me relaciono con actores que yo considero los grandes de Catamarca, grandes actores y grandes personas sobre todo. Hay una carga, a mí me tocó actuar y dirigir ese laburo, y necesitábamos nuestro espacio después de la obra, comer unas empanadas mientras desarmamos, mirarnos a las caras un rato.
El teatro no se puede hacer solo, mínimo necesitás alguien que te prenda y te apague la luz, que te esté mirando, es uno de los pocos bastiones artísticos sociales.
Roberto Albarenga, sin lugar a dudas uno de los mejores actores que yo he visto en mi vida, se formó con gente como Augusto Fernández y Lito Cruz. Me acuerdo que con Sebastián Sánchez lo veíamos a Roberto antes de la función en Don Juan de Marco, que giraba y giraba, como mareándose y se cargaba porque entraba al escenario con una energía. Ahora voy entendiendo la cuestión energética, eso se lo debo a Oscar Nemeth y algunas clases de metafísica, que sí, la energía es lo que realmente va a hacer que lo convenzas al espectador y lo metas, hay que generar un estadío donde la energía circule.

Cortometrajes

Gustavo incursionó también en el cine, experimentando el complicado paso desde las tablas hacia la pantalla. Ha presentado sus cortos en cuatro de las emisiones del festival El Héroe, con el primero ganó el premio al mejor guión, que consistía en una beca para un curso de verano en la Escuela de Guión de Buenos Aires; y este año su trabajo “Cassandra”, que lo tiene como actor y director, fue seleccionado Mejor Cortometraje.


Entrevista: María Schaefer
 

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