José Ernesto Caniza

Historia de un sobreviviente

Es catamarqueño y fue uno de los sobrevivientes en el hundimiento del General Belgrano, en la guerra de Malvinas.
lunes, 1 de abril de 2013 00:00
lunes, 1 de abril de 2013 00:00

El 2 de mayo de 1982, a las 4 de la tarde, el submarino inglés Conqueror recibió la orden de hundir a la embarcación argentina “General Belgrano” en plena guerra de Malvinas. Con esta decisión, la “Dama de Hierro”, Margaret Tachter, primera ministra de Inglaterra, se aseguró la victoria. La embarcación llevaba a bordo a 1.093 tripulantes y 323 argentinos murieron en el ataque. José es catamarqueño, y fue parte de esa guerra, de ese hundimiento y de esa historia de coraje y valentía.

-¿Cuándo se incorpora a la Marina?
-Yo nací acá en Catamarca, después viví en Tucumán hasta los 16 años, que fue cuando decidí partir hacia Buenos Aires a incorporarme a la Marina. Era el año 1970. De chico siempre me interesó la actividad de la Marina, hasta que se dio la oportunidad de irme. Rendí el examen en su momento y quedé incorporado al cuerpo.

- ¿Qué recuerda del momento en el que le informan que Argentina iba a la guerra?
-En ese año yo tenía el cargo de Principal ya, nosotros estábamos informados del conflicto y sabíamos que la situación era difícil. Estábamos preparados para eso, en lo personal ya había participado en el conflicto limítrofe con Chile por el canal de Beagle un par de años antes.
La decisión de las Fuerzas Armadas fue que el crucero General Belgrano debía formar parte del combate, ya que era el más grande y tenía más bocas de fuego, con el objeto de dejarlo en la Islas, pero nunca llegamos.

- ¿Qué piensa del ataque al crucero por parte de las fuerzas inglesas?
-El bombardeo se produce cuando la embarcación se encontraba fuera de la llamada “zona de exclusión”, que había sido establecida por el mismo gobierno británico. Ellos eran lo que decían cuáles eran las zonas de exclusión y cuáles no.

- ¿Usted qué se encontraba haciendo al momento del bombardeo?
-Eran las cuatro de la tarde aproximadamente, yo estaba cubriendo combate en la torre dos. Eran unos torres de seis pulgadas, con tres cañones. Estaba esperando que venga el relevo de guardia; como estábamos en combate, dormíamos, comíamos y hacíamos guardias. En ese momento, sentí el primer estallido y se movió todo. Y apenas segundos después, se escuchó la segunda explosión. El primero de los torpedos pegó en la parte de popa, la parte de atrás del crucero, y el segundo impactó en la parte de la proa y la cortó. Era un buque viejo; para que te des una idea había estado un tiempo antes en reparación y había participado del ataque de Pearl Harbor, en 1941. Pero bueno, seguía siendo la mejor embarcación, ya que tenía 22 kilómetros de alcance y los nuevos para ese entonces tenían sólo 18.

- Y ahí es el momento en que dan la orden de abandonar la nave…
Cuando dieron la orden de abandonar el barco, uno tenía la instrucción de formar en las balsas que ya estaban asignadas para cada uno, con una capacidad para 22 personas. Yo estaba en la balsa número 9, y sólo subimos nueve personas de todas las asignadas. Recuerdo que había mar 7, o sea que el mar estaba bastante picado, con decirte que si la balsa bajaba, no podías saltar ya que al volver a subir por la fuerza del agua, uno corría el riesgo de rebotar y ser despedido, así que esperé que la balsa suba para poder saltar. Allí, el buque se acomodó de nuevo y se dio vuelta, no se hundió en forma normal digamos, sino que se dio vuelta y se hundió boca abajo. En ese momento se escucharon más explosiones, que provenían de la zona de las calderas. Incluso vi balsas pasar por arriba del buque mientras se hundía.

- ¿Y que sentían en ese momento?
No hay tiempo para pensar mucho, la situación era muy adversa por lo picado que estaba el mar y por la baja temperatura que había, bajo cero, terrible. Había un temporal, pasábamos con la balsa de una ola a la otra. Hubo balsas que se pincharon y se hundieron. Recuerdo personalmente a dos pibes que encontraron abrazados y que habían muerto congelados por el frio.

- ¿Y fueron rescatados al otro día?
Yo estuve 26 horas en el mar, otros estuvieron un poco más. No pudimos agruparlas mediante cuerdas por la fuerza del mar, que rompía cualquier enlace que intentábamos hacer entre nosotros, por eso nos terminamos desparramando.

- ¿Y qué sintió en el momento del rescate?
Sabés, lo que pasa es que uno no tiene conciencia en el momento de lo que está viviendo, quizás son cosas que con el tiempo empieza a asimilar y absorber. Recuerdo que vino un buque y se puso a la par, largaron una escalera de gato. Había gente que tenía principio de congelamiento y debía ser subida por una especie de silla que nos arrojaron. Entrabas al buque y nos quitaban toda la ropa mojada, nos daban algo caliente para cubrirnos y whisky para tomar, para tratar de devolver la temperatura al cuerpo. Recuerdo que había que anotarse para que las listas vayan hacia los hospitales y los familiares conocieran a los sobrevivientes. Yo por un descuido no me anoté, no aparecí en ninguna lista, lo que provocó el temor de mi mujer al no verme en las listas de sobrevivientes y pensó lo peor. Después de eso volví al combate. Los que estaban heridos eran dados de baja, pero los que nos encontrábamos bien, seguíamos en la guerra.

- ¿Y cómo fue el regreso a Buenos Aires luego de la guerra?
-Hay algo que no me gustó de eso, porque me acuerdo que llegábamos y nos encerraban. No sé… como que no teníamos que decir nada, nunca me quedó claro por qué lo hacían. Todo era con un hermetismo, cuando nos subían a los micros decían “cierren las ventanillas”. Cuando llegué al hospital de Bahía Blanca me encontré con mi mujer, que aún andaba preguntando por mí. Recién ahí se enteró de que yo estaba vivo. Después seguí en la Marina hasta que me retiré en el ‘95. Mi intención siempre fue volver a Las Estancias, pero nunca pude. Hoy en día mi trabajo es ser abuelo. Las cosas de la vida me llevaron a quedarme en Punta Alta, provincia de Buenos Aires.

- ¿Le parece que los ex combatientes han tenido el reconocimiento que se merecen?
Se podría hacer un poco más por la gente. Los chicos que estuvieron allí quedaron prácticamente desprotegidos en muchos aspectos. Sin apoyo psicológico, algunos de ellos decidieron quitarse la vida. Económicamente también hay una desprotección en muchas provincias, ya que cada una maneja el tema de las pensiones y hay algunas que no pagan nada siquiera. Haría falta una política conjunta respecto a eso, no me parece justo que, si yo muero, mi esposa no puedo recibir una pensión por mis servicios.

 

Texto: Marcos Córdoba

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