HOY: CELIA SARQUIS

Cara a Cara: LA GRANDEZA DE CREAR DESDE LA HUMILDAD

domingo, 7 de octubre de 2018 01:01
domingo, 7 de octubre de 2018 01:01

Por Kelo Molas

 

Escritora, profesora de música, docente, creadora de varios talleres literarios y de una cooperativa de artistas independientes, docente y principal impulsora de la Primera Feria Provincial del Libro.

Lejos de hacer alarde de falsas modestias, exhibe de manera clara su logros con sencillez y humildad, virtudes propias de los que tienen eso que a muchos les falta: honestidad conceptual. Con el tiempo, acuñó un rasgo distintivo: su profundo sentido de pertenencia cuando de Catamarca se trata. Es una auténtica hacedora, de las que hacen y no se sientan a esperar el aplauso.

Tiene 7 libros editados y va por más. Por sobradas razones, Celia Beatriz Sarquís es la protagonista del Cara a cara de este domingo.

 

  -Es escritora, profesora de música, creadora de talleres literarios, autora de proyectos culturales y docente, entre otras cosas. En síntesis, una referente cultural de Catamarca. ¿De qué manera le gustaría definirse?

  -Es muy difícil separar la personalidad del que escribe de la persona que es activa permanente en distintos puntos del ámbito cultural. Porque en el medio existe un compromiso del escritor, compromiso que tiene que con su palabra y su rol frente a la sociedad. Por ahí le quito tiempo a escribir para dedicarme a las instituciones culturales, a la formación de jóvenes escritores con la creación de espacios para que precisamente esos escritores puedan difundir sus obras. Creo que todo lo que uno hace sirve y alimenta a esa persona que se dedica, en soledad, a escribir.

 

  -A la hora de escribir, ¿en qué género se siente más cómoda?

  -Desde siempre, he escrito poesías. He comenzado haciendo poesías desde jovencita, desde los 17 años. Bueno, a decir verdad no vamos a llamar poemas a eso que podríamos llamarle un acercamiento con la poesía. Me preocupé más por la cuestión estética y por el contenido, en coincidencia con mi ingreso a la facultad. Siempre me he sentido más cómoda en el terreno de la poesía. La prosa fue algo que siempre estaba ahí, como al costado, hasta que hace algunos años atrás algo me decía que tenía que volcar en cuentos cosas  tienen que ver a veces con un trabajo mental que hago mientras camino, mientras hago las cosas del hogar, mientras cumplo con mis obligaciones. Es algo como una melodía que se va grabando en la cabeza y uno lo va tarareando y puliendo a la vez. Es como en algún momento despertó en mí algo que tenía que aceptar ese llamado a una nueva etapa. Era como una deuda que tenía conmigo misma. Lo que sí tengo en claro en los últimos años respecto de lo que vengo haciendo, es que estoy muy comprometida con mi propia causa. 

 

  -Leímos que hizo mucho y tal vez no tuvo la repercusión pública que merece. Notamos su recato cuando alude a sus logros. ¿Prefiere manejarse así, con marcada modestia, sin hacer mucho ruido?

  -Siempre me ha costado mucho decir que soy una escritora. Soy, en realidad, lo que realmente represento ante la sociedad, prefiriendo la imagen de trabajadora en las instituciones docentes y culturales antes que la imagen que pudiera tener hacia afuera, incluso como gestora cultural. Por lo general, he sentido que a la escritura no le he dedicado el tiempo suficiente en determinada. Hasta por pudor, si se quiere, me sonaba como pedante que yo fuera escritora. Hasta que hace algunos años comencé a plantearme seriamente que estaba frente a una nueva etapa. Como que el tiempo va pasando y esas metas que he tenido con aptitudes para llegar a escritora no podían seguir postergadas. Fue algo así como pensar un poco más en mí. Y lo decidí y lo planifiqué: como estoy ocupada en mis responsabilidades laborales durante toda la semana, los domingos son para mí, son para escribir.

 

  -Es, además, profesora de música.

  -Es una historia muy particular. En casa se compró un piano cuando yo tenía seis años. Entonces, iba, levantaba la tapa y comenzaba a tocar las teclas. Mi madre decidió mandarme a estudiar piano a los siete años con el profesor Gustavo Correa, del Instituto Rubinstein, quien me levantaba la butaca y me alzaba para que yo pudiera sentarme. Confieso que no tengo la vocación ni la habilidad para la música, pero como una de mis características es ser positiva y muchas veces tozuda en mis cosas, hice los diez años de piano, es decir que me recibí cuando tenía 17. Mi madre, que fue docente toda su vida y se  jubiló como tal, me aconsejó que me inscribiera para enseñar. Lo hice en marzo y en abril me llamaron para hacerme cargo de una suplencia en la escuela 257, la que está en 9 de Julio y Mate de Luna. Así, a los 17 años, comencé a enseñar música.

 

  -¿Y nunca se le dio por ponerle música a sus poemas?

  -Mire, creo que soy creativa para la palabra, incluso para las actividades manuales. La formación que yo he tenido en música es básicamente para la interpretación, pero no sentí la sensación ni la capacidad para crear melodías.

 

  -Quienes la conocen elogian su profundo sentido de pertenencia para con Catamarca, su  buena catamarqueñidad en todo lo que hace. ¿Es así?

-Me ha pasado algo muy particular: a los 22 años, pierdo inesperadamente a mi mamá, un hecho que me ha marcado muy fuerte porque yo tenía una relación y diálogo muy profundo con ella; incluso hasta para compartir libros de literatura. Recuerdo que para completar la licenciatura en Letras, me fui un tiempo a Córdoba en medio de una situación difícil, sin poder encontrarme a mí  misma. Como que había  perdido el centro de mis objetivos. Y mi mamá comenzó a tener unos cursos que tenían que ver con la mitología, con el pensamiento popular y esas cosas. Eso, actuó como que me abrió la cabeza y comenzó a generarme una nueva imagen sobre Catamarca: mucho más amplia, mucho más rica de la que yo tenía. A pensar y a sentir más la provincia. Sentí la necesidad de vincularme de otra manera. Cuando vuelvo de Córdoba lo hice llena de proyectos, con ganas de hacer cosas, con ganas de conocer más profundamente Catamarca. El interior, por ejemplo,  del que puedo decir que lo conozco todo, me encanta. Le digo: si me invitan de Buenos Aires para participar de una determinada actividad, busco una excusa para no ir; en cambio, si me invitan desde Antofagasta de la Sierra, de inmediato armo el bolso.

 

  -Fue impulsora de la realización de la Primera Feria Provincial del Libro, que después de 2014 adoptó un formato mucho más ambicioso como el Festival de la Palabra.

  -Estaba al frente de Turismo y Cultura, a comienzos de la década del 2.000 el arquitecto (Eduardo) Solá. Se hizo hasta el 2014 y solamente un año no se realizó, cuando fue lo del temblor, pese a que todo estaba organizado. Estuve vinculada durante una década de la feria, a la considero como muy importante. Fue el resultado de una inquietud: adónde iban a parar los libros de nuestros autores, adónde se mostraban los escritores catamarqueños y cuál era la movida que hacía falta para poner en vidriera las creaciones locales. Era necesario darles un lugar de importancia a los escritores catamarqueños.
 

-Nos contaron que está escribiendo una novela. ¿Es cierto?

  -(Sonríe). ¡Sí! Y ya la terminé. Ya está en la editorial, en su proceso de diseño.

 

  -¿Podemos adelantar de qué se trata?

  -Es una novela histórica sobre personajes de Catamarca, para cual lógicamente tuve que realizar un trabajo de investigación muchísimo. Fue un trabajo que me encantó, a tal punto que ya estoy trabajando en la investigación para una segunda novela. Respecto a la primera experiencia, son personajes de acontecimientos históricos de la provincia. La novela histórica tiene un 50% de hechos históricos en sí y un 50%  de ficción. Había que investigar mucho sobre la personalidad, la costumbre y la vida de la época. Muchas veces un par de renglones en detalles representa una investigación de días. Por supuesto, hoy ayuda mucho internet. Sin duda que para mí resulto algo muy fuerte como experiencia porque arranqué bien, me gustó mucho particularmente la búsqueda de elementos para después poder contarlo. La verdad, estoy muy conforme con el trabajo realizado. En algún momento me he llegado a plantear: ¿podré hacer una novela? Por estaba muy acostumbrada de lo que venía, de la poesía, que es concisión, extracto, se concentra la palabra en su máximo nivel. La novela en cambio, es un juego de idas y venidas y de fuerza en particular,  tiene que mantener al lector en permanente estado de atracción. Durante dieciséis años trabajé y trabajo como coordinadora de talleres literarios, lo que me valió el mote de “pero, pero…” por parte de mis alumnos. Porque entiendo que el rol de coordinador del taller es buscar cómo se puede mejorar y pulir un texto. Tiene que ser un superdotado aquél que escribe y de primera instancia sale un poema o sale un cuento. Parto de la base que todo es un 1% de inspiración y un 99% de transpiración, ese es mi lema a la hora del trabajo. Hay que ser muy pertinaz para escribir. Hay gente que saca obras a las que les falta una terminación adecuada, por eso cuando me muestran un poema o un relato de inmediato sugiero o hago consultas de por qué una cosa o por qué tal otra. En síntesis: si, está bien pero… (vuelve a sonreír francamente).

 

  -¿Ya tiene fecha de presentación el libro de novelas?

  -No. Lo vamos a dejar para el 2019. No tengo apuro. Tardé casi dos años en escribirlo, pero ya está.

 

  -En un suplemento cultural de La Voz del Interior, la escritora cordobesa Cristina Loza se confiesa una enamorada de las palabras a las que define como “una herramienta humana por excelencia” y como “la forma más elevada del amor y del conocimiento”. ¿Qué valor le adjudica Usted a la palabra?

  -Fundamentalmente hay que ser muy cuidadoso en el uso de la palabra. Muchas veces las decimos sin medir el alcance. Voy a ser sincera: a veces las relaciones sociales me cuestan mucho. Será porque soy un poco tímida y no me es fácil vincularme con las personas porque…porque bueno, así lo siento. Por ejemplo, están los niños;  los niños dicen lo que quieren y lo que sienten, tienen esa sinceridad, esa capacidad de ser frontal. A eso lo valoro mucho en algunas personas con las cuales me siento muy bien afectivamente. La capacidad de poder decir: conversé con alguien con quien se pueda decir o escuchar una palabra errónea. Porque muchas veces somos manipuladores a través de las palabras. Es bueno preguntarse ¿para qué sirve la palabra? Para hacer un círculo de comunicación fundamentalmente; en un libro, por ejemplo, para comunicarse con el lector, porque es ridículo pensar en sacar un libro y que no le importe que nadie lo lea. Uno escribe para establecer un vínculo. Pero…a ver: siento algo así como que en la sociedad actual es muy light al momento de escribir, como si fuera sólo un compromiso social. Un ejemplo: ¿cuántas decimos a alguien nos juntemos a tomar un café? Cuando en realidad, se trata de una mera formalidad, porque no existe la más mínima intención de juntarse a tomar un café. Diferentes es cuando antes alguien decía “vamos a hacer un trato” y a renglón seguido le agregaba: “te doy mi palabra”. Y era suficiente. Era el  valor de la palabra. La palabra era suficiente compromiso y señal para llegar hasta las últimas instancias  sobre lo que se había acordado. Algo así como “asentar con el ala lo que se había dicho con el pico”. Estoy en contra de la liviandad con que se opina sobre cualquier cosa, la liviandad con que se juzga, la liviandad con la que se jactan. Eso me cuesta entender. Y mucho.

 

  -¿Cuesta mucho en Catamarca sostener los buenos proyectos, las buenas ideas?

  -Mucho. (Gesto con aire de satisfacción) Por eso presumo tanto con el taller literario “La cueva”: hace dieciséis años que funcionan. Tengo alumnos que van hace doce años. Ahora, está funcionando en mi casa, en mi biblioteca personal. Siempre digo que “La Cueva” es una expansión del aprendizaje, donde se trabaja principalmente desde la práctica. También está el taller literario “El Umbral”, algo que fue muy fuerte. Algo que nos ayudó mucho a formarnos como escritores y de manera integral a varios.

El escrito justo para una escritora

El libro “La cascarilla”, una de las principales creaciones de Celia Sarquís, mereció la atención de su colega tinogasteño Luis Alberto Taboada. Escribió Taboada sobre la publicación: “Dicen los que saben que es un gran mérito para un escritor el no apartarse de sus raíces. Celia Sarquís así lo entiende y entonces ejerce su arte (cuentos, relatos, evocaciones, espacios, crónicas, ocurrencias, qué más da…) desde una perspectiva de delicada proximidad. En sus textos se intuye, porque no la proclama, una catamarqueñidad y una noroestidad (vaya, acabo de inventar un neologismo) inapelables. Nos seduce y nos encanta desde el registro casi cotidiano de su habla o escritura. Nos presenta paisajes y personajes que se integran con toda naturalidad a nuestras vivencias recurrentes. Y en todos ellos, como en una pátina de fondo, subsiste ese sentido de humanidad fina y perceptiva que es un poco como el retrato mismo de la autora. Parece que quisiera, Celia, trascender la cubierta delgada y quebradiza que recubre a todas las cosas (la Cascarilla) para asomarse al misterio de su destino. En algunos de sus textos admirables casi, casi lo logra. En otros se queda sólo a un tranquito. Como sin querer, con entera discreción, este libro constituye por su prosa cuidada y por su logrado montaje de sensibilidad e inteligencia, toda una novedad en el panorama de nuestras letras. ¡Bienvenido sea! Ah, me olvidaba: en particular me gustaron Estrellas amarillas, Punto ido y el excepcional Sólo para valientes”.

 

En pocas palabras

-Nombres y apellido: Celia Beatriz Sarquís.
-Edad: (Nos la dijo ella, sin pregunta mediante) 52 años. 
-Hijas: Fernanda y Melina.
-Padres: Dominga Natividad y Pedro Sarquís.
-Un escritor: Voy cambiando las preferencias junto a las etapas de la vida. Cuando era veinteañera Mario Benedetti me parecía lo más, y hoy por hoy no me llega.
  -Animales: dos perras, dos gatas y dos tortugas.
  -Personaje admirado: Evita.
  -En Catamarca: Luis Franco.
-Un sueño cumplido: “Haber criado a mis hijas y verlas hoy firmes, sólidas y de un corazón enorme. Me podría perdonar ser mala escritora, pero jamás ser mala madre”.
  -Claudio Soto Aguirre: (director y actor de teatro, víctima de un crimen todavía impune) “Tuve la suerte de conocerlo. Sentí mucho lo que le pasó. Era una persona muy linda”.
 

60%
Satisfacción
0%
Esperanza
32%
Bronca
0%
Tristeza
0%
Incertidumbre
8%
Indiferencia

Comentarios

7/10/2018 | 12:46
#149004
Esta mujer cobraba por firmar las copias fiel en el archivo histórico, ella fue la que dejó caer la feria del libro para crear esa mugre del festival de la palabra, invento que solo sirvió para divertir a sus amigos, la mujer que vendía libros del CFI (de entregas gratuitas) tarea que también hacía con la coordinadora de la casa de la cultura, la Sra Sarquis es la mujer que negoció cientos de libros de la biblioteca Julio Herrera para su local comercial. Junto con la gran Patricia Saseta hicieron cosas maravillosas por la cultura local. Sos el colmo Molas!
7/10/2018 | 12:19
#149003
Esa es mi hermana!

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