Hoy: Noemí Toledo Ponce

Cara a Cara: “Todo está guardado en la memoria”

domingo, 25 de marzo de 2018 00:00
domingo, 25 de marzo de 2018 00:00

Por Kelo Molas


El engaño y la complicidad de los genocidas que están sueltos, el indulto y el punto final a los bestias de aquel infierno.

Todo está guardado en la memoria, sueño de la vida y de la historia”, dice el emblemático tema “La memoria” que interpretan Víctor Heredia y León Gieco (autor).

Ayer se cumplieron 42 años del último golpe militar en la Argentina. Y fuimos a buscar a una referente de ese valiente ejército que practica el saludable ejercicio de la buena memoria.

Sin altisonancias, más bien con un tono mesurado, recordó el horror de las desapariciones de su tío Francisco Gregorio Ponce, su tía Griselda Ponce y su primo  Julio Genaro Burgos Ponce. Su relato no tiene fisuras, más bien guarda el dolor por lo sufrido.

Tiene palabras de agradecimiento para Mirta  Argañaraz de Clérici por su lucha en favor de los derechos humanos, lo mismo que para el abogado Guillermo Díaz Martínez. Noemí Toledo Ponce es la protagonista del Cara a cara de este domingo.

Ratificó con creces lo que cantan Víctor y León: “Los desaparecidos que se buscan, con el color de sus nacimientos, el hambre y la abundancia que se juntan, el maltrato con su mal recuerdo. Todo está guardado en la memoria, espina de la vida y de la historia”. 

 
Recodar el 24 de marzo de 1976 implica desde el arranque tener en cuenta a las dos víctimas de una misma familia: los desaparecidos, que no están; y los que están y pueden contar lo que ocurrió. Tal es el caso suyo.

  Debo retroceder inevitablemente a aquella época. Me costó muchísimo asumir lo pasado y poder contarlo. No me importaba nada de los demás. Yo sabía que había otros casos de otros catamarqueños desaparecidos, pero era como que no me importaba; me interesaba únicamente lo mío, lo que yo estaba viviendo, lo que mi familia vivía. Por ahí pasaba mi preocupación y mi dolor.


  ¿Cuántos años tenía cuando ocurrieron los hechos?
 
Yo tenía 13 años, próximo a cumplir los 14. Nací en Buenos Aires y vine a los 12 años a Catamarca a vivir con mis padres, que son catamarqueños. Se imagina: aquello era otra vida, yo tenía otro pensamiento; aquí lo pasaba hermoso, podía salir a la calle, me iba al centro y así…eran cosas que allá en Buenos Aires no las podía hacer. De golpe, lo que pasó me cambió la vida, fue muy doloroso.


  ¿Dónde vivían los que desaparecieron?

  Mi tío (Francisco Gregorio Ponce) vivía en Buenos Aires. Militaba en la JOC (Juventud Obrera Católica), además era delegado gremial. Pero mi tío tiene otra historia: militaba en Montoneros, por lo que ya tenía algo así como una doble marca: gremialista y montonero, lo que para los militares eran malas palabras. El aparato de inteligencia del Estado estaba muy afilado y muy activo. A mi tío Gregorio lo llevan desde la placita “de la Estación” (25 de Agosto); hacía dos o o tres días que había llegado a Catamarca porque  mi abuela, la mamá de mi tío, estaba muy enferma e internada. Él fue a comprar unos remedios y lo “levantaron” en la vía pública. Ya estaba “marcado”.


  ¿Y en el caso de Griselda Ponce y Julio Genaro Burgos Ponce?

  Mi tía Griselda trabajaba en la Ford (era “Milanessi Hnos.” por esos momentos) y ella hacía un importante trabajo social. Era muy de la Iglesia; enseñaba a leer a adultos en una capillita. A los dos, Griselda y mi primo (Julio Genaro Burgos Ponce) los llevaron el mismo día desde esta casa. Mi primo estaba de vacaciones, tenía 18 años y trabajaba en una estación de servicios en Buenos Aires (ver detalles aparte).


  ¿En alguna oportunidad se cruzaron en la calle con alguno de los efectivos que se llevaron a Griselda y Julio en aquella madrugada?

  Nunca vimos ni supimos de la vida de los secuestradores.


  ¿Cuántos desaparecidos hubo en Catamarca?

  Cuando en el 2012 comenzamos a organizarnos en torno a lo que es hoy la Casa de la Memoria, en base al domicilio que tenía su propia historia (Tucumán 1276), teníamos una lista de aproximadamente doce o trece desaparecidos en Catamarca, de acuerdo a los datos heredados de Mirtha Argañaraz de Clérici, una pionera en esta lucha que solita supo cargar sobre sus espaldas el desafío de defender los derechos humanos. Hoy, debemos decir que tenemos una lista de 33 o 35 desaparecidos en la provincia, y puedo señalar que se trata de una lista que sigue abierta…contra todo lo que siempre se comentó, aquí hubo desaparecidos y presos políticos que pasaron por la Comisaría Primera, donde también tuvieron detenidos a universitarios riojanos.


  En Catamarca hubo juicios en contra de los militares involucrados en casos de crímenes de lesa humanidad, y además  hubo condenas. ¿Hubo total justicia o hubo una justicia a medias?

  Yo siento que hubo una justicia, todavía, a medias. Es como que uno siente esa sensación. Y lo dice con todo el sentimiento. Pero hoy, 42 años después, y poniendo la cabeza en frío, no puede ser que dejen en libertad o que quede sobreseída  en la causa una persona que estuvo acá, que firmó el acta que encontramos después bajo de la heladera. Esto fue presentado como prueba en el juicio. Porque debo contar que después del secuestro de los familiares, vinieron e hicieron un allanamiento.  Cortaron todo el tránsito alrededor de la casa, revisaron todo el domicilio y se firmó un acta; se llevaron todo lo que quisieron.


  Disculpe la insistencia: ¿quién o quiénes firmaron el acta?

  Se me forman esas lagunas…lo juro. Dije que voy a dar nombres y apellidos de todos, y lo voy a hacer. Y voy a cumplir. Recuerdo que hicieron un desastre durante el allanamiento. Secuestraron discos, fotos, filmadora, cartas familiares, todo lo que encontraban. Al final, hicieron un gran pozo en el fondo y le prendieron fuego a todo. ¡Era una fogata tremenda!


  ¿Qué la impulsó a seguir militando en favor de los derechos humanos y reclamando justicia?

  Fundamentalmente para que aquellas dos palabras, “Nunca más”, se cumplan y se hagan realidad. Que esto no ocurra nunca más. Y porque hoy, a diferencia de años anteriores, ya no pienso más en mí. Pienso en los demás y porque todo lo que pasó se tiene que saber, lo tienen que conocer y aprender que no deben permitir, nunca más insisto, que lo ocurrido vuelva a pasar. Debemos aprender a cuidar la democracia y la libertad que tenemos. Hay mucha gente que nació en la vida democrática, hoy son jóvenes y adultos, y eso es una suerte incomparable. Tengo tres hijos varones (Pablo, César e Iván) y nacieron en democracia, en plena libertad y eso es lo que nos da fuerza para continuar en esta militancia en favor de la vida.


  Este compromiso fue sumando voluntades con el paso del tiempo.

        Afortunadamente sí.  Nos  fuimos  conociendo de a poco. El juicio fue  por  la  causa  “Ponce-Borda”,   la chica  desaparecida  de Belén. Lo que voy a contar es la primera vez que lo hago y está relacionado con el primer juicio: son muchos los hermanos de Yolanda Borda y dos que vivían en Córdoba vinieron dos días antes que comenzara el juicio. Se registraron en un hotel de Catamarca con otros nombres, ¡tuvieron que mentir la identidad! Eso indica claramente hasta qué punto los militares habían implantado el miedo que en el 2012 los hermanos Borda hicieron esto. Se pueden imaginar lo que costó vencer el miedo después de todo lo que hicieron los de la dictadura.


  En el caso de vuestra familia: ¿alguna vez tomaron conocimiento de adónde pudieron haber sido llevados los secuestrados?

  Adónde fueron a parar definitivamente, no sabemos. Pero tuvimos indicios que los vieron en Tucumán o en la Jefatura de Policía local, por ejemplo. Y que los vieron mal: golpeados y sangrando. Después apareció una lista con el nombre de todos los desaparecidos, con un agregado: “disposición final”. O sea, los mataron. Yo escuché muchas veces las palabras “los mataron”, pero me costaba  creer;  es como que  los sigo esperando. Durante muchos años me aferré a lo que se decía: que estaban en España o en otro lugar del exterior, porque eso era lo que quisieron hacer creer los militares. Y eso generó, al menos en mí, una esperanza. Cuento algo más: cuando encontraron los restos de Juan Carreras, belicho desaparecido –fueron los únicos restos encontrados de un catamarqueño- se hizo un acto público y noté algo que me llamó la atención: éramos más los que fuimos de aquí que la gente que había de Belén. Fue otra muestra del miedo que tanto costó vencer.


  42 años después: ¿se sintieron acompañados por el resto de la sociedad o en algún momento padecieron la indiferencia?

  La verdad, yo sentí el acompañamiento del resto de la sociedad cuando fue el primer juicio, causa Ponce-Borda, el segundo fue la masacre de Capilla del Rosario y el tercer juicio fue la causa Ponce-Borda II. Resultaron condenados, entre otros, Lucena, Rauzzino y Otero Aran. En realidad, poco me interesaba la cantidad de años que les dieran de pena; me importaba mucho más que se   compruebe que ellos tuvieron participación  en las  desapariciones, que eran culpables y responsables de lo que había pasado. Lo único que pedí fue cárcel común y cumplimiento efectivo. Lo que más me dolió es que vuelvan a la casa. Le decía hace rato que cuesta creer que jamás volverán nuestros seres queridos. Pero mi espera tiene que ver con saber dónde están los restos para poder traerlos. Esa es una materia pendiente, al menos de mi parte. Es todo un tema que necesito cerrar para siempre.
  Nos contaba que dan charlas en las escuelas sobre el 24 de marzo.
  En el marco de la Casa de la Memoria, hemos armado un área de Educación, con profesores de Historia y la colaboración de chicos militantes de los derechos humanos. Dejo en claro que aquí en la Casa de la Memoria no hay actividad política-partidaria, trabajamos con todos los sectores de la sociedad.


  A muchos que padecieron las consecuencias de la dictadura militar les costó superar el rencor y muchas veces hasta el odio por lo ocurrido. ¿Cómo fue en su caso?

  Nunca sentí odio…sí sentí mucha bronca. Tampoco me alegra que haya fallecido alguno de los genocidas. Espero simplemente que sean condenados por la Justicia y que cumplan la condena en una cárcel común.


  Además de los que estuvieron en el banquillo de los acusados durante los juicios a los militares en Catamarca, ¿cree que faltan ser juzgados algunos?

  Creo que faltan muchos. Y también faltan muchos testigos. Esos testigos que saben mucho y que nunca hablaron por temor.


  Las disculpas del caso por permitirnos recordar hechos que representan una herida que tarda en cicatrizar.

  Son cosas que quedan grabadas en el alma. Gracias al diario por habernos tenido en cuenta: La difusión de todo lo que pasó es fundamental. Los desaparecidos deben representar algo así como “nuestros desaparecidos” para toda la sociedad. Debemos compartir la historia. 

 

Aquella madrugada que se llevaron a Griselda y Julio

Este fue el relato de Noemí al recordar el 15 de diciembre de 1976, cuando fueron secuestrados Griselda y  Julio  Genaro del domicilio de 9 de Julio 1276, allá en el Sur de San Fernando del Valle de Catamarca: “Golpearon la puerta, estábamos todos durmiendo aproximadamente a las tres de la mañana. Mi tía más grande, Felicinda, estaba con Julito durmiendo en el patio bajo un gran parral, era verano. Mi tía Griselda también se levantó por los ruidos, para ver qué pasaba. Cuando abrieron la puerta, pasaron de golpe, eran unos cinco o seis según me cuenta la tía Felicinda. En la habitación de al lado –señalando a otra pieza- dormían mi abuela, una prima y mi tía Griselda y en el patio, como dije, estaban Julito con la tía Felicinda. Entraron todos con armas largas, prendieron y apagaron la luz; algunos tenían pelucas y anteojos oscuros. A mi abuela y mi prima las hicieron tapar hasta la cabeza, sin dejar de apuntar con las armas largas que tenían. Todo esto se contó en el primer y en el segundo juicio. Bueno, luego de entrar a la casa se movían para todos lados a los gritos. Luego se fueron, no sin antes pedir que nadie se dé vuelta a mirarlos. Se sintieron los motores de los vehículos y los ruidos cuando se cerraron las puertas de la casa y de los autos. Y se fueron. Una vez que se fueron, Felicinda se dio cuenta que Griselda ya no estaba; llamó a mi primo Julito y tampoco estaba. Esa fue la última vez que los vimos a Griselda y Julito”. Noemí continúa recordando: “En los juicios se pudo saber y reconstruir un poquito más la historia. Hay alguien, conocido de la familia, que era policía, que dice haber visto posteriormente a la tía Griselda en la Comisaría Primera y, contó, la reconoció. A Julito nadie recuerda haberlo visto, pero nadie lo conocía tampoco porque vivía en Buenos Aires.”

Ante nuestra curiosidad de si alguna vez supieron quiénes fueron los que se llevaron esa madrugada a Griselda y Julio, Noemí contó: “En los juicios se pudieron conocer muchas cosas. Lamentablemente mi tía Felicinda, que estaba en aquella madrugada, ya había fallecido cuando se llevaron a cabo los juicios. Varios de mis familiares intentamos hablar con las autoridades policiales, entre ellas (Daniel) Rauzzino, pero fue imposible y nadie sabía nada. Fueron a la (Policía) Federal y al Regimiento y siempre lo mismo: nadie sabía nada.” 

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