Cara a cara

"Si la política es solidaria, no hay lugar para el fracaso"

Hoy: César Rojas - César Aragón (Agrupación “Compromiso y solidaridad catamarqueña”).
domingo, 2 de septiembre de 2018 00:00
domingo, 2 de septiembre de 2018 00:00

Dice el pequeño libro “El valor de las pequeñas cosas”: “se necesita con urgencia más ciudadanos que digan ‘voy a tratar de hacer algo’ y menos que se contenten con el ‘es imposible hacerlo’. Hay un grupo de gente que asumió la responsabilidad de ayudar al prójimo, en este caso puntual con sillas de ruedas, bastones y andadores. Con un gran desafío: crear el banco de sillas de ruedas en la provincia. Los principales referentes son dos changos de barrio: César Rojas (49), de las inmediaciones del barrio municipal en el sur y César Aragón (48), de La Tablada. Ambos coinciden: “nuestra mayor recompensa será que cuando lleguemos a viejos alguien nos alcance un vaso de agua”. Confían plenamente que la solidaridad es posible entre nosotros. Hay equipo y voluntad de ayudar. Y está bueno que así sea. El Cara a cara de este domingo nos hablan en nombre de la Agrupación “Compromiso y solidaridad catamarqueña” César Alberto Rojas y César Luis Aragón.
  -¿Dónde y en qué circunstancias nació esta agrupación?
  -CR: Nació allá por el año 2004 por una inquietud de un grupo de amigos de toda la vida y amigos casuales, porque veíamos la necesidad que había en muchos sectores de la sociedad de las sillas de ruedas y los bastones. A mí me tocó muy cerca y también a algunos amigos el hecho de tanto peregrinar para conseguir una silla de ruedas. Decidimos entonces formar una agrupación y todos los meses ponemos unos pesitos cada uno, juntamos un poco de dinero, compramos la silla –o la hacemos arreglar- y la damos a quien la necesita. Digamos que ese es el espíritu de nuestro grupo. Fuimos creciendo de a poco y reconocemos que en determinado momento nos hemos estancado por cuestiones personales, pero de manera permanente había quienes empujaban para seguir adelante. Y lo hicimos siempre desde el anonimato. El crecimiento del grupo se dio porque su sumaron el carnicero del barrio, algunos vecinos y gente que se fue enterando de nuestra actividad. Porque entendemos claramente que a veces los brazos del Estado no son tan largos y no llegan por distintas razones a responder con la urgencia que las necesidades reclaman. Así trabajamos durante muchos años de manera anónima, hasta que un día, hace poco, decidimos darnos a conocer. 
  -¿Hubo en algunas de vuestras familias una situación de necesitar una silla de ruedas?
  -CA: No en nuestras familias, pero lo pudimos ver en algunos vecinos o en la misma calle cuando uno anda haciendo trámites. Se escucha a personas mayores renegar porque están esperando que les llegue una silla. Eso a nosotros no nos es indiferente y es por eso que asumimos este compromiso.
  -¿Cómo comienzan a conseguir las primeras sillas de ruedas?
  -CR: Digamos que el granito de arena que aportamos todos los meses es un poco de dinero. Todos ponemos algo. Cobramos nuestros sueldos y cada uno va poniendo lo que puede. Algunos pueden 300 pesos, otros 400 y así; algunos pueden poner solamente 100 pesos, pero todo ayuda. De esa manera compramos las sillas y en algunos casos los elementos. Por ejemplo, cuando compramos una silla usada, tenemos que tener los elementos para ponerla en óptimas condiciones. Por citar un caso: un tapizado de una silla de ruedas –respaldo y asiento- está costando casi 800 pesos. Nos dimos con casos de abuelos que tenían apenas una lona en el asiento.
  -¿Cuánto cuesta una silla de ruedas?
  -CA: Una silla estándar sale entre 8 y 9 mil pesos. Después hay otras de carácter especial, reforzadas y otras cuestiones que pueden valer hasta 40 mil pesos. A esto, por supuesto, no llegamos, no nos alcanza.
  -Ustedes ponen unos pesos todos los meses y no son personas a las que les sobra la plata, ¿es así?
  -CR: Es así. No nos sobra y por el contrario, nos falta, como a mucha gente. Yo trabajo de ordenanza en la  (escuela) “Clara J. Armstrong” y él (señalando a su amigo) también es ordenanza en la Escuela Apolo. Hemos pedido la colaboración de los políticos, pero no pasó nada, absolutamente nada, salvo el intendente de Pomán, profesor Francisco Gordillo, entre otros, que siempre nos dio una mano.
  -¿Por qué nace ahora la necesidad de hacerse conocer como agrupación y salir del anonimato?
  -CR: Primero, porque queremos crear el banco de sillas de ruedas y porque queremos llegar a todos los sectores, incluidos los del Gobierno, con la intención de trabajar de manera articulada. Queremos tener respuestas porque nosotros gestionamos en favor de mucha gente que está necesitando de ese servicio.
  -CA: No queremos molestar a nadie, solamente queremos que nos entiendan que tomamos una posta, una responsabilidad y que procuramos que se sumen muchos con la idea de colaborar y agilizar los trámites que muchas veces se demoran por cuestiones burocráticas. Sentimos ese cosquilleo de dar respuestas inmediatas cada vez que conocemos los casos que se nos van presentando. Que nos entiendan que creemos que se pueden dar soluciones inmediatas. Y que entre todos podemos hacerlo. No nos queremos acostumbrar y caer en la respuesta fácil del “dése una vuelta la otra semana”. Hay personas que necesitan una silla de ruedas urgente. Y no pueden esperar.
  -CR: Por eso insistimos en nuestro sueño: el banco de sillas de ruedas. Aspiramos a dar respuesta lo más rápido posible, hasta que la obra social, por ejemplo, cumpla con todos los trámites burocráticos. Hay gente que necesita una solución ya, y no puede esperar mucho tiempo. La burocracia, dicen, es muy amiga y casi prima hermana de la corrupción. Lamentablemente, y a esto lo saben bien los malos políticos, hoy se habla mucho de corrupción.
  -Parece que no se llevan bien con los políticos.
  -CR: Como ciudadano común entiendo que la política no tendría que ser “una clase”. La política tiene que tener la función fundamental de trabajar para el bien común, la de dar soluciones a la gente, de ser solidaria, contener a los que menos tienen. Quiero dejar en claro que cuando hablo de los políticos, es necesario hacer las salvedades del caso: los hay buenos, regulares y malos. Por eso rescatamos al profesor Francisco Gordillo, ex ministro de Gobierno y hoy intendente de Pomán. Hemos podido comprobar la guerra de egos que hay entre algunos políticos y funcionarios. En nuestro caso, no queremos ser dueños absolutos de una idea. Por el contrario: queremos que esa iniciativa sea compartida y tiremos todos para el mismo lado. Siempre habrá alguien que está esperando que le demos una solución.
  -¿No temen que se meta la política, o mejor decir la politiquería barata, en vuestra agrupación?
  -CR: ¡No importa que se meta la buena política! Nosotros queremos que se dé respuesta a la gente. No nos preocupa que quieran hacer política en nuestra agrupación, pero que lo hagan con las mejores intenciones y con las ganas de hacer cosas en favor de los que necesitan. Así de simple. Sé que es imposible que la política no se meta en nuestra realidad. Es también política la que hacemos nosotros, pero hablemos de la buena política, la de las buenas acciones. La política no es una mala palabra. Se desvirtúa cuando la quieren poner por encima de la ley, cuando la que tiene que estar subordinada a la ley es la política. Se tiene que asentar (la política) en pilares básicos como la solidaridad y el compromiso con la gente. Si así se hace, no hay margen de error ni lugar para  el fracaso. Nos duele cuando un funcionario del área de Acción Social nos dice “no tenemos para combustible” cuando buscamos ayuda para llevar una silla al interior.
  -Estamos hablando de que atienden casos del interior de la provincia.
  -CA: Hace un mes estuvimos en Andalgalá y en la semana pasada estuvimos en el departamento Paclín. Por eso necesitamos una mano con la nafta, porque en el grupo somos todos laburantes y muchas veces no nos alcanza para el combustible.
  -Es por todo conocido: más colabora el que menos tiene.
  -CA: Porque el que menos tiene vive con los pies sobre la tierra.
  -CR: El que menos tiene es el que más colabora porque es el que padece las necesidades, es el que pelea el “mango” todos los días para tener un plato de comida; porque sabe lo que es sentir una necesidad. La mayoría de los que están en una situación cómoda es como que viven en otro mundo. Recuerdo una frase de la Madre Teresa de Calcuta: “Hay que dar siempre, hasta que duela”. En ciertos casos es muy fácil dar cuando se tiene mucho, pero tiene más valor el dar cuando se tiene lo justo, o poco. Allí es cuando se ve la solidaridad de las personas. ¿O acaso no da bronca saber cuánto cobra un concejal de la Capital? Es una verdadera cachetada a la clase trabajadora. No hay razón para tanta desigualdad. Le cuento: yo participé en política. Me buscaron y fui precandidato a concejal, y ahí conocía la realidad política de cerca. Por eso creo que la política no es mala, le hacen mala fama algunos malos políticos. Los que la usan únicamente para beneficio personal. Llegan las campañas, hacen choripaneadas y carnavales y después, no ha cambiado nada; la gente sigue igual o peor. Hay otras cosas prioritarias que deben ser solucionadas, especialmente en el campo social.
  -¿Les llegan muchos pedidos de soluciones?
  -CR: Muchos. Y de todas partes. En el caso de la chiquita de Andalgalá ocurrió algo muy particular. Estaba en mi casa y golpearon las manos. Vivo en una casa humilde y desde la calle se ve lo que hay en el fondo y allí tenía una silla de ruedas desarmada. Un señor me pidió un par de ruedas y le pregunté para qué las quería. Me explicó que tenía una sobrinita en Andalgalá que “tiene un serio problema de motricidad, no camina y está postrada; necesitamos una silla de ruedas”. Le pedí unos días hasta que le conseguimos una silla y se la llevamos a Andalgalá, en el barrio Huaco. ¡No tienen idea de la silla que tenía la chiquita! Se la habían armado de la manera más precaria. No quisimos ventilar el caso porque nos pareció caer en lo morboso hacerlo. Mirar las fotos da pena y bronca a la vez.
  -No es poca la gente que considera que hay algo de morbosidad en esto de mostrar los casos de las entregas de sillas. ¿Ustedes qué piensan? ¿Han tenido algún reproche?
  -CR: La verdad que no. Nos limitamos a registrar el momento de la entrega pero no centralizamos el foco en el enfermo o discapacitado.
  -¿Por qué decidieron darse a conocer públicamente?
  -CR: La idea es que se conozca nuestra acción para que pueda crecer, para que sean muchos más los que se sumen a esta cruzada solidaria. Nos queremos hacer fuertes en lo que hacemos. Hoy por hoy nos consideramos pocos los que somos, porque la demanda es extraordinaria y no queremos dejar de dar respuestas a los numerosos pedidos.
  -CA: Además, hay que tener en cuenta la situación económica actual. Se hace difícil adquirir los elementos necesarios para armar o reparar las sillas de ruedas: todo está muy caro. Porque los enfermos siguen apareciendo y reclaman una ayuda. Siempre estamos esperando algo más de los que ganan grandes sueldos. Ojalá nos tapen la boca con donaciones más generosas, porque sabemos que lo pueden hacer. Que piensen un poco más en el que está al lado nuestro y necesita una mano. Porque también entregamos bastones, trípodes para ayudar a caminar, lo que podamos hacer para aliviar los pesares de tanta gente que necesita que se los escuche.
  -¿Reciben otro clase de pedidos?
  -CR: Lamentablemente sí. Nos piden trabajo y nosotros les aclaramos que nuestra actividad no tiene nada que ver con la posibilidad de dar o gestionar trabajo para nadie, que no somos funcionarios; apenas unos simples trabajadores de escuela. Vemos ahí cómo muchos vecinos son usados por la clase política a la hora de las falsas promesas. Una cosa que quería decir: los comedores comunitarios se están convirtiendo en ollas populares; cada vez hay más. Es un fenómeno social que va creciendo día a día. Por eso reclamamos que nos ayudemos entre todos, sin ningún tipo de egoísmos, venga de donde venga, es la mejor manera de aliviar la crisis actual. Estamos convencidos que vale la pena ser solidarios, honestos y comprometidos… y estamos seguros que no cuesta mucho.
  -¿Han sido tentados por algún político o sector de la política?
  -CR: Sí, debemos reconocerlo. Insisto: yo fui precandidato a concejal. Previo a cada elección nos buscan, pero se van en promesas nomás. No queremos usar políticamente a alguien que necesite una silla de ruedas, a eso lo tenemos bien en claro. Tampoco queremos meter a todos los políticos en la misma bolsa: los hay buenos y malos, como en muchas cosas. Rescatamos las figuras de la señora gobernadora, Lucía Corpacci, y del profesor Francisco Gordillo, por ejemplo. Ambos nos merecen el más grande de los respetos y gratitud.
  -Volviendo a la inquietud de crear un banco de sillas de ruedas. ¿Cuántas sillas creen necesarias para sentir que la idea se ha hecho realidad?
  -CR: Creemos que mínimamente necesitamos unas 25 o 30 sillas. Esto en base a los numerosos llamados que recibimos para pedirnos una silla. Otros directamente se llegan por nuestros domicilios para hacernos conocer las necesidades.
 

Hay equipo

El ahora pequeño ejército de voluntarios y solidarios sigue firme en su accionar. Rojas y Aragón no dudan en destacar el valioso trabajo y aporte de mucha, entre ellas: Viviana Vélez, Miguel Figueroa, Rafael Castro, Edgardo Tapia, Norma Quinteros, Marcelo Herrera, Walther Zárate, Andrea Agüero, el Chueco Valdez, el carnicero Luis Barrionuevo, el Gordo David de la gomería, Cuca Reynoso, Profesora Andrea Doria, Dra. Alejandra Nieva, Cristina Pérez, Claudia Vélez, Alejandro Herrera, Evangelina Rojas. Agregaron: “Son muchos los que siempre están dispuestos a ayudar. Pedimos disculpas porque seguramente nos olvidamos de algunos nombres. Pero vaya nuestro más profundo reconocimiento a tanta voluntad solidaria que se pone de manifiesto todos los días. Claro que siempre esperamos que se sumen muchos más”. Y hay un número de teléfono que siempre espera recibir una llamada con el ánimo de colaborar: 3834-524678.

 

Por Kelo Molas.

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Satisfacción
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