Cara a Cara

HAY VIDA ALLÁ EN EL SUR

domingo, 10 de marzo de 2019 02:25
domingo, 10 de marzo de 2019 02:25

Por Kelo Molas

Sin rodeos ni eufemismos: allá en el Sur de la Capital hay gente, la está pasando mal. Hay familias que viven al borde del peligro. Estuvimos en el barrio Santa Marta, más precisamente en el “Hogar de Cristo”, el legado que dejó el presbítero Raúl Contreras, el bien llamado “curita de los pobres”.

El amigo, el sacerdote, el consejero. Lo podrán apreciar: toda la charla con un grupo de mujeres con coraje y vocación de servicio giró en torno a su figura, al igual que se recuerda con cariño a quien fuera asesor de la casa hasta su reciente fallecimiento: el padre Manuel Antonio Bulacio. Hay mucha droga y alcohol caminando por las calles del sector. Lo vimos y nos contaron. Hay mucha pobreza. Hay mucho mirar para otro lado de los que tienen que ocuparse de una situación dramática. La vida de cientos de niños está en peligro. La vida de muchas familias corre peligro.

Dialogamos con Zully Díaz (ex dirigente gremial de los no docentes del ministerio de Educación), coordinadora de la agrupación vecinal; Sonia Pivotto (obstetra y reconocida actriz); Gabriela Zanini (jubilada) y  Roxana Tolotti (empleada judicial). Luego se sumaron Mary del V. Coronel y el joven Walter Bambicha. Todos forman parte del voluntariado del hogar. Y luchan. Y tienen fe. Y tienen proyectos. Creen y confían en una vida mejor para “nuestros chicos”, expresión que nace de un amplio sentido de pertenencia con la obra que están llevando a cabo. “Abajo, el hambre disponible recurre al fruto amargo de lo que otros deciden, mientras el tiempo pasa y pasan los desfiles y se hacen otras cosas… con su esperanza dura, el Sur también existe”, nos dice Joan Manuel Serrat. En este Cara a cara, vale también  como recordatorio: políticos de Catamarca, en nuestro Sur, hay vida más allá del cementerio. No se olviden.

  -Cuenten un poco la historia del “Hogar de Cristo” en el barrio Santa Marta.
  -En el año 2016 vino el padre Raúl (Contreras) a la parroquia del barrio San Jorge. Comenzó a caminar las calles de los barrios de la zona y, por supuesto, a darse cuenta de la dura realidad. El padre Raúl era un pastor muy comprometido. Comenzó a hablar con los chicos, a interesarse qué les pasaba. Lo mismo hacía con los adolescentes y los adultos. Visitaba algunas casas para saber por qué los chicos no estaban contenidos en sus hogares. Ante toda esa problemática, él comenzó la búsqueda de los medios para contener a los chicos, sacarlos de la calle; los llevaba a jugar el fútbol al Parque Adán Quiroga. En el año 2017 el padre ya tenía un grupo importante de voluntarios porque se iban acercando algunas catequistas y algunas voluntarias de la Pastoral Social. También se fueron sumando algunas personas, particulares, que querían colaborar.

  -¿Dónde era el punto de encuentro con el padre Raúl?
  -En la parroquia del barrio San Jorge, que está frente a la escuela. El tema era que los chicos no querían llegar a la parroquia. Hay una plazoleta, que se llama “Triángulo de las Bermudas” y al frente estaba un oratorio que se llama “Jesús, buena esperanza”. En ese oratorio el padre empezó a reunirlos los martes por la noche y les daba un sándwich o alguna otra comida. De esa manera, era como que los iba conquistando: todos los martes iban los chicos al oratorio. Al ver la necesidad que había de un plato de comida, el padre Raúl preguntó a un grupo de voluntarios si estaba dispuesto a cocinar todas las noches. Él notó la falta de comida y que los chicos no estaban bien alimentados. Los chicos cuando inhalan estupefacientes no comen y en consecuencia estaban muy débiles. El grupo de voluntarios respondió afirmativamente y desde agosto del 2017 todas las noches se les comenzó a dar una comida a los chicos, que venía de distintos lugares de la zona. Comenzaba a tomar forma la contención.

  -La figura del padre Raúl se hacía cada vez más importante.
  -Totalmente. Para el padre era muy importante la formación del voluntariado. Nosotros hemos sido formados por Sedronar (Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas) y por la universidad de La Rioja y recibimos una habilitación como operadores socio-comunitarios, lo que se conoce como diplomatura. Éramos 15 e íbamos a La Rioja una vez por mes para capacitarnos.

  -A esta altura del relato, se destaca el trabajo del voluntariado.
  -El voluntariado se manifiesta a través de hombres, mujeres, jóvenes, madres, padres. Se trata de un nutrido grupo de voluntades que acompañaba al padre Raúl y también es gente involucrada en la problemática social del sector, cuyo principal flagelo es la adicción. Es gente que ayudó mucho al padre en la recuperación de los chicos. De esta manera se fueron tejiendo redes, generando lazos con la parte oficial, especialmente para efectuar las derivaciones correspondientes.

  -¿A este lugar (“Hogar de Cristo”, frente a plaza del barrio Santa Marta) cuando llegan?
  -La muerte del padre Raúl (21 de diciembre de 2017), fue algo que nos impactó duramente. Tuvimos que soportar una especie de cisma, algunos se alejaron, otros directamente se retiraron. Pero el tema era que cada vez venían más chicos. Nuestra preocupación pasó a ser: ¿quién va a atender a los chicos? Teníamos que seguir adelante. En el oratorio del barrio San Jorge no podíamos seguir y tuvimos que salir a la calle a buscar un espacio para contener a los chicos. Y este lugar estaba abandonado y en un estado bastante deteriorado. Comunicamos de la situación a la Vivienda y Desarrollo Social. La propia gobernadora, Dra. Lucía Corpacci, se comprometió a ayudarnos luego del fallecimiento del padre Raúl. Nosotros le pedimos que nos donara este espacio y la Vivienda se encargó de las refacciones necesarias y aquí estamos. El 10 de diciembre del año pasado, recibimos de la gobernadora el anexo al Salón de Usos Múltiples, donde funciona el complejo “Hogar de Cristo”. En este salón donde estamos ahora, se recibe a los chicos, se da la catequesis, se celebra la Palabra y se dan charlas por parte de algunos profesionales.
 

-¿Qué servicios se prestan en esta casa?
  -El “Hogar de Cristo” está haciendo foco en los chicos que tienen problemas con el consumo (drogas y alcohol). Es la principal preocupación que tenía el padre Raúl. No hay debida contención, no hay protocolos oficiales ni del sector privado. Recién ahora están surgiendo algunos centros de atención. Después, tratar de paliar un poco el tema de la comida. El objetivo es sacarlos de las adicciones y de la calle a los chicos.
 

-Cuando entramos al barrio, en una calle (la General Navarro) había dos jóvenes fumando y no precisamente un cigarrillo común. Después, a metros de la plaza, es decir de este local, había tres tomando cerveza. El mayor tendría unos 18 años y los otros dos chicos unos 12 años. Eran casi las seis de la tarde, a plena luz del día.
  -Bueno, esa es la realidad de todos los días. Y como Usted dice: en la calle, en pleno día, a cualquier hora. Es algo que ya está naturalizado, lamentablemente. Es muy común ver a chicos inhalando pegamento en la plaza, en las calles, en las veredas. Es algo terrible y no hay una acción concreta, puntual, que apunte a dar batalla al peligro de la droga. Nosotros estamos haciendo algo que el padre Raúl nos enseñó: salir al encuentro de los chicos, buscarlos, traerlos, dialogar con ellos, preguntarles por qué lo hacen. Pero además, no nos quedamos solamente en el tema del consumo. Queremos conocer a los chicos, charlar con ellos, preguntarlos qué sueños tienen, saber algo de la familia, si van –o no- a la escuela; en fin, saber todo lo que le puede pasar a un chico. 

  -A todo esto, ¿Ustedes tienen el apoyo de los padres? ¿Notan que hay un divorcio total entre padres e hijos?
  -Se da en un alto porcentaje el tema de la disociación, de la disgregación de la familia. Hay padres muy preocupados; otros que ya no saben qué hacer y terminan con sus hijos en la calle. También están aquellos padres que a sus hijos, desde muy pequeños, los envían a pedir limosnas o a realizar alguna changuita por ahí; la cosa es que vuelvan con un poco de plata a la casa. Hay una mala cultura instalada.

  -Imaginamos que un chico, en esas condiciones, termina abandonando la escuela.
  -¡Hay un 80 % de abandono escolar! Ese es el promedio, algo terrible.  Nuestros chicos son los más discriminados en las escuelas. En estos días de inscripciones para ir a la escuela, nos damos con que ninguno quiere ir. Los poquitos que van son acompañados por nosotras; les pedimos a algunas operadoras que vayan y acompañen a los niños a las escuelas, porque reiteramos: se niegan a ir.

  -Ustedes son madres, pero aquí hacen un trabajo que incluye ser madres, maestras, guías, protectoras.
  -De eso se trata. Ese es el espíritu del voluntariado: Comprometerse íntegramente con una causa noble. Aquí hace falta mucha contención con los chicos. Hay una falta de amor. La ausencia de autoridad en la familia. La falta de dinero. Entonces, terminan siendo “ningunos”, nadie.

  -Ese compromiso incluye presencia diaria. ¿Significa acostarse y levantarse pensando en estos chicos?
  -No hay un día “equis” en la semana para venir. Si es necesario venir todos los días, venimos. Hemos logrado hacer convenios con dos centros vecinales del lugar, para cooperarnos en la tarea de ayudar a los chicos. Porque aquí en el sur hay un problema: es el problema de pandillas. Al padre Raúl era al único que respetaban y de esa manera podían estar juntos grupos de un barrio con grupos de otro barrio. Nosotros todavía no hemos podido lograr esa convivencia. Entonces, hay muchos chicos que quedan sin atención, como los del barrio San Antonio Sur, por ejemplo. En el centro vecinal que le llaman “Los chelquitos” hay dos operadoras que van los martes y jueves y les cocinan y atienden a los chicos. En otro centro vecinal, cerca de donde está la bomba de agua, hay operadoras de lunes a jueves recibiendo y conteniendo a los chicos. En suma, son tres lugares a los que hay que atender.

  -¿Hay alguna razón por la cual aquí preparan comida para la noche únicamente?
  -No hacemos comida para el almuerzo porque al mediodía no conseguimos a ninguno. (Los chicos) O están haciendo alguna changa o están durmiendo…porque ellos, en su mayoría, viven de noche. Lamentablemente tienen esa vida nocturna…

  -Cuando aluden a los chicos, ¿de qué edad estamos hablando?
  -Hay un promedio general, en este barrio, de unos 11 años. Después están los mayorcitos, de unos 17 años.

  -La lucha está centralizada en las adicciones al alcohol y las drogas.
  -Digamos que el alcohol los inicia. Lo que más nos preocupa es el tema del pegamento, que es lo que más inhalan. Es un verdadero veneno. Además, vemos que aquí lo ¡están dividiendo con nafta! Imagínese: ellos aspiran eso, que va a los pulmones, al estómago, a la sangre.

  -La pérdida de una figura como el padre Raúl debe haber significado un golpe duro para los chicos y para toda la comunidad.
  -Fue terrible, porque ellos (los chicos) le decían “el padrecito”, pero más que por ser cura, se referían a la figura del padre que muchos de ellos no han tenido. Y para la comunidad era “el curita de los pobres”. Era grande el padre Raúl. Donde él se paraba, los chicos dejaban el consumo e iban corriendo a su lado, le hacían mucho caso. Él los buscaba en las casas, los levantaba y los charlaba, los aconsejaba; todo el tiempo estaba pendiente de sus chicos.

  -¿Hay gente que colabora con las necesidades de este hogar?
  -Desde que murió el padre Raúl se mermaron las donaciones y también algunos voluntarios. Pero hay muchos que saben que trabajamos para la obra que el padre dejó, y no se niegan a colaborar. Siempre hay gente que hace su aporte. Los catequistas del barrio nos donan sus horas y la gente que está en la cocina lo hace de puro corazón. Hay jóvenes que les gusta la cocina y gracias a ellos nosotros podemos hacer la tarea de contención de los chicos. Nuestra consigna es: “este es tu lugar, este es tu espacio, esta es tu casa; tenés que cuidarlo, tenés que defenderlo”. Algunas de nosotras cuando llegamos aquí lo hicimos de manera temerosa. Porque es un mundo muy difícil. Porque está a la vista de los ojos del mundo, pero el sistema lo niega y no lo sostiene. El Estado llega, pero no de la manera que todos esperamos.

  -Generar un engranaje de empatía no debe ser algo fácil por aquí.
  -No es fácil, pero hay que ponerle todo. Si podés mirar y escuchar,  el resto viene solo. Lo que ellos necesitan saber es que ante una dificultad, vienen aquí y tienen la seguridad de que uno está para escucharlos y contenerlos.

  -Así como los chicos necesitan de ustedes, también ustedes necesitan que las escuchen por todos las necesidades del  hogar y del sector.
  -Nosotras veníamos de lunes a viernes, pero hemos tomado la decisión de venir de lunes a jueves. Ahora, el día viernes venimos y nos juntamos para hacer un trabajo interno, de un análisis de la situación, porque muchas veces nos sentimos desbordadas. Debatimos los temas y vemos si es necesario pedir asesoramiento a alguien para que nos apuntale en nuestra tarea de llevar soluciones a tantos problemas. Los chicos necesitan un seguimiento, muchas veces profesional. A veces tenemos que firmar nosotros una internación, porque algunos padres se niegan a hacerlo.

  -Al tema de las adicciones hay que sumarle la pobreza.
  -Lo comprobamos cuando vienen a comer los chicos y nos piden llevarlo algo de comida para la casa. Eso significa que alguien está esperando un plato de alimento. Vemos que no hay fuentes de trabajo. Pero sí hay demasiada venta de drogas en la calle. Se vende como caramelo. Algunos de los chicos ya son vendedores de droga y lamentablemente tenemos que separarlos del grupo que tenemos. Esto cuesta y duele mucho. Porque son chicos nuestros que están todos los días aquí y parece que la única manera de llevar dinero a la casa es vender droga. Es lógico que los seguimos conteniendo, pero apartados del resto.
 

-¿Conocen de chicos violentos por el tema de las adicciones?
  -Claro. Notamos que en algunos hay violencia, se nota la falta de una buena formación respeto de los valores de la mujer, del varón, de la procreación. Es tan libertino todo, que quizá no saben lo que hacen cuando consumen. Después, está el tema de la policía. Hay un grupo (de policías) que es demasiado violento y otro que representa el enlace comunitario, que quiere hacer algo en favor de los chicos; quiere llegar a la familia. 
 

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