Resistido y prohibido, hoy es un emblema

De cómo el tango se impuso a pesar de todo

Breve repaso de la danza que debió luchar para existir.
martes, 11 de diciembre de 2018 00:00
martes, 11 de diciembre de 2018 00:00

El tango se gesta en ambas márgenes del Río de la Plata entre 1850 y 1890. A principios del siglo XIX con su aceptación popular a nivel mundial, la danza evoluciona hasta su forma actual.
Este baile que se originó en el puerto de Buenos Aires y rápidamente se extendió a los barrios del sur, como San Telmo, Monserrat y Pompeya, tuvo su crecimiento paralelo con el de la sociedad argentina, formada por inmigrantes europeos, que aportaron muchos de sus elementos.
Alrededor de 1860, entre los criollos y gauchos rioplatenses, marineros, indios, negros y mulatos, se bailaba suelto música como valses, de origen austríaco y alpino; pasodoble y tango andaluz; zarzuela; bailes de origen escocés; habaneras, de origen cubano; polka; mazurcas, cuadrilla y milonga; teniendo como base el fandango y el candombe de los negros.
En esa época aún no existía el tango como danza propiamente dicha.
El sonido del bandoneón (de origen alemán) se incorporó como algo imprescindible a pianos, guitarras criollas, contrabajos y violines.
En los barrios surgió el “tango arrabalero,” aquel que bailaban en el arrabal, hombres y mujeres con los cuerpos fuertemente abrazados y que escandalizó a la sociedad de la época.
Condenado por la iglesia y prohibido por la Policía por incitar al escándalo, fue asociado con la lujuria y la diversión “non sancta” junto a la bebida y el baile.
Su prohibición obligó a bailarlo en sitios ocultos hasta haber entrado en el siglo XIX, por eso su ambiente de nostálgica pasión.
Amparados en la oscuridad de la noche, guapos y arrabaleros deslizaban sus sentimientos en lo profundo de un verso, una melodía o bailaban abrazados a su ardiente compañera.
En ese entonces, solamente los estratos sociales humildes, los del suburbio, cultivaban esa danza. El tango surgió en burdeles, rancherías y boliches.
Los prostíbulos lo fomentaban con la finalidad de aproximar los cuerpos masculinos y femeninos.
Era concebido como “vulgar” por los estratos más conservadores, marginado socialmente por buscar la sensualidad y el placer.
La insólita fusión de lenguas, conocimientos y costumbres genera el fenómeno del tango y paralelamente un lenguaje, el lunfardo.
Esta manera de hablar tomaba palabras de algunos dialectos italianos y de otras lenguas traídas por los inmigrantes, absorbidas y adaptadas al porteño.
En 1910 el tango fue bailado en París, ampliando rápidamente su popularidad en todo el mundo.
Su glamour conquistó a los sectores más altos de la sociedad y fue bailado en casi todas las capitales europeas.
Los encargados de presentarlo en los salones del viejo mundo fueron los jóvenes hijos varones de las familias tradicionales porteñas, que hacía tiempo frecuentaban los lugares de Buenos Aires donde se bailaba el tango, para disgusto de la sociedad porteña, que aún lo veía con malos ojos por sus escandalosos antecedentes.
Su aceptación final llevó un tiempo más hasta que fue considerado como una necesidad de expresión popular.
La evolución de sus coreografías lo mantuvo vivo y vigente; en caso de que hubiera permanecido bajo una única forma, habría desaparecido o “sería motivo de un simple recuerdo escénico, como otras formas de danza popular”, (Dinzel, 1994). 
Jorge Luis Borges, el célebre escritor argentino, dedicó muchas páginas a las historias de “malevos” o “guapos”, alimentadas por sus propias experiencias y por los mitos que estos personajes representaban.
Hollywood hizo popular al tango en Norteamérica, a través de la figura de Rodolfo Valentino, quien lo bailó vestido de gaucho.

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