A telón abierto

viernes, 15 de marzo de 2019 00:14
viernes, 15 de marzo de 2019 00:14

El Poncho en los barrios. En las próximas vacaciones de invierno se cumplirán 25 años de la realización de la edición correspondiente al año 1994 de la Fiesta Nacional del Poncho, cuyo espectáculo mayor y el Ponchito se desarrollaron entre los días 13 y 17 de julio en el Polideportivo Capital. Bajo el lema “¡Qué linda es mi Catamarca!”, aquella fiesta tuvo la particularidad de una feliz idea: llevar el festival a los barrios, hecho que después no se repitió porque en algunas gestiones de la hoy Secretaría de Cultura se pusieron excusas como la falta de recursos humanos o sacaron a relucir el “certificado de pobreza” con la repetida frase que suena a llanto: “este año tenemos menos presupuesto que el año pasado” (¿!?). Lo señalado viene a cuento de lo publicado por El Esquiú.com en dos oportunidades (reportaje Cara a cara del pasado domingo y en el espacio de opinión 33 de mano, anteayer miércoles), en las cuales se insertan declaraciones de las mujeres que forman parte del grupo de voluntarias que trabajan en el “Hogar de Cristo” del barrio Santa Marta, también –merecidamente- conocido como el “Hogar del Padre Raúl” (Contreras). En ese sector del sur capitalino, como en otros sectores de las periferias de San Fernando del Valle, dicen desde el equipo de voluntarios, se vive de manera cruda y dolorosa la marginación, la pobreza extrema, la falta de trabajo. “Esto es como otra ciudad” o “este sector está expulsado del cotidiano”, son frases que suenan como latigazos, como cuando nos cuentan: “cuando vienen chicos del centro, los de aquí tienen la mirada baja, se sienten como apocados”. Y no hay ninguna exageración. Son chicos y jóvenes –muchos de ellos, no todos- atrapados por el alcohol y la droga, que abandonaron la escuela y apenas se sienten atendidos y contenidos por un grupo de valientes mujeres. Muy poco para tantas necesidades. La desigual batalla.
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Vamos al grano: esos chicos, esos jóvenes y esas familias –en un altísimo porcentaje- no tienen la suerte de disfrutar de acontecimientos artísticos-culturales como es una Fiesta Nacional del Poncho. Esa es la triste realidad. No andemos con vueltas: no tienen el calzado apropiado, no tienen la ropa llamada “de salir” ni tampoco tienen el dinero para acceder a ciertos espectáculos. A esa gente de muchas zonas identificadas como pobres, donde abundan los comedores comunitarios porque en la casa no tienen ni para un plato de comida, les resulta difícil –por no decir imposible- tener las pilchas suficientes para sentarse en una butaca del Calchaquí, el Urbano Girardi, el Cine Teatro Catamarca o en una silla del Predio Ferial –previo pago de una entrada, claro está- para presenciar y disfrutar de un ofrecimiento al que acceden otros vecinos. ¿Por qué tanta desigualdad? La pobreza tiene la culpa. Por culpa de…(y sigue una larga lista de culpables, todo el mundo sabe de qué se trata). Por eso, insistimos: resulta bueno y saludable sacar el Poncho a los barrios. Cobrar una entrada mínima o directamente que la misma sea libre y gratuita. Y ofrecerle a esa gente  marginada de tantas cosas un espectáculo de buen nivel. Solamente hay que hacer un pequeño esfuerzo y tener ganas de hacerlo. El área cultural puede pedir colaboración a otras reparticiones del gobierno para contar con los recursos humanos suficientes para montar una organización acorde a las exigencias de la propuesta (local, boletería, parte técnica y seguridad, entre otras cosas). También se pueden anotar en la organización los centros vecinales y otras instituciones de bien público.
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  En el Poncho ´94, la fiesta en los barrios se cumplía los días sábado y domingo, desde las 15 hasta las 20. Así, por ejemplo, en La Tablada (Club Atlético Policial) o en el complejo del sector conocido como las mil viviendas, actuaron Los Tucu-Tucu, La Chacarerata Santiagueña con Juan Carlos Gramajo a la cabeza, Peteco Carabajal, el tanguero Ricardo “Chiqui” Pereyra y Los Cumpas, entre otros números visitantes, más un lote importante de artistas locales. De esa manera, el Poncho estaba presente en los barrios y lo disfrutaban todos aquellos que por distintas razones no pueden llegar a otro lugar. La propuesta podría darse en locales ubicados en los cuatro puntos cardinales de la Capital e incluso los beneficios de una eventual recaudación podrían repartirse entre los comedores comunitarios de cada sector. La cartelera se puede formar con algunas figuras foráneas y valores catamarqueños durante dos sábados y dos domingos en lugares a determinar. A ellos hay que sumarles coordinadores y locutores. Y hablando de locutores: hay un par de ellos –especialmente uno- que no andan muy acertados que digamos en los pronósticos. En radios chacareras en julio de 2017 dijeron los lenguaraces: “el primero de agosto se va la secretaria de Cultura”. En julio del 2018, repitieron el verso: “ya tiene fecha de vencimiento, se va el primero de agosto” (Don Jorge, Don Jorge…). Hasta dieron el nombre del reemplazante. Y si no estamos mal informados, la Lic. Jimena Moreno sigue al frente de Cultura. Si escuchan de estos muchachos “mañana, jornada a pleno sol”, no lo dude: salga con dos paraguas. Lluvia segura todo el día.  Hasta el viernes.
 

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