Horacio Ferrer y Astor Pizzolla inmortalizaron un tango que se equipara a nivel de un himno. Balada para un loco, esa canción con la que logró lucirse el Polaco Goyeneche o Adriana Varela, tiene una frase que calza perfecto para lo que está transitando Fabiana Aquin.

“Las tardes de Buenos Aires tienen ese que yo. ¿Viste? Salís de tu casa por Arenales. Lo de siempre; en la calle y en vos. Cuando de repente, detrás de un árbol aparezco yo”, dice la primera estrofa de esta canción. Lo que nadie imaginaría, es que en pleno siglo XXI se podría utilizar en el mundo del espectáculo.

Es que los escándalos en el ambiente son moneda corriente, pero los chismes en Argentina tienen algo que los hace únicos. Difíciles de explicar y, aunque estén infravalorados, poseen una enorme cualidad: puede unir a miles de extraños en el debate de un solo tema.

Y como las polémicas no terminan de sorprender, esta vez quién se roba todos los flashes es la tarotista Fabiana. Luego de que LAM exponga clientes que denunciaron ser estafadas por esta mujer, se presentó en Mañanisima y esclareció lo ocurrido.

El escrache de los supuestos damnificados por Aquin poseía la misma razón: abonaron su consulta y nunca recibieron una lectura. Demorando con sus clientes, además de quedarse sin el servicio, no les devolvieron el dinero.

“Quiero explicar cómo soy yo. Soy una mujer que no está acostumbrada a los medios, toda esta exposición me hizo mediática. La verdad es que soy una simple persona de casa. Mis clientes siempre tuvieron la mejor atención en ese sentido”, indicó la tarotista.

A la hora de aportar más detalles sobre lo que tratan sus servicios, Fabiana aseguró que nunca se ausentó si pagaron su consulta. De todos modos aseguró que existen ciertos malentendidos con los horarios y será un detalle a mejorar.

“Tienen la posibilidad de hablarme por WhatsApp, mediante audios o hacemos videollamadas. Pero yo siempre digo que puedo demorarme porque estoy con mucho trabajo. Puede que pasen dos días o una semana e igualmente estoy presente", aseguró Aquin, quien se encargó de limpiar su reputación.