"No se olviden que hay un sexto jugador"
Armando Chayle es masajista y utilero. Supo ganarse la confianza de los basquetbolistas, quienes les contaban cuáles eran sus problemas afuera de la cancha. “Aprendí que hay que mimarlo al jugador”, dice el hombre de las “macumbas”.



Por Marcelo Carabajal
Armando Chayle (68) se fue a trabajar a la provincia de Córdoba en el ’66, recomendado por una empresa que comercializaba cemento en Catamarca. Pero una vez que llegó a la “Docta”, se enteró del fallecimiento de quien lo había enviado con su visto bueno. Lejos de quedarse con los brazos cruzados, recorrió las calles cordobesas en busca de trabajo, hasta que una semana después ingresó en un comercio en el que pasó cuatro años de su vida. Luego, le dedicó siete años a un supermercado.
Un año más tarde, Chayle comenzó a conocer el básquet desde adentro. En el ’67, su primo Ramón Chayle ya era un jugador de básquet destacado de la Asociación Rieles Argentinos, un club cordobés que por entonces necesitaba una mano: “Andá a ayudar”, le dijo Ramón. Por esos días, Armando se había hecho de amigos del ambiente del fútbol, con los que compartía charlas y partidas de naipes. Uno de ellos era el masajista de Instituto de Córdoba, a quien miraba cuando masajeaba a los jugadores de la “Gloria”. De él aprendió. En un entrenamiento de día jueves en que Instituto debía definir el equipo para jugar el fin de semana, Chayle masajeó por primera vez e inició su camino.
Accedió al pedido de su primo Ramón y colaboró con Rieles Argentinos en los campeonatos de la Liga Cordobesa de Básquetbol. Lo hizo hasta el ’77, cuando decidió regresar a Catamarca porque había pasado cinco meses sin recibir cartas de sus padres. Al llegar, abrió la puerta de su casa y los encontró enfermos. Sus padres le pidieron que se quede. Y eso fue lo que hizo Armando. No regresó a Córdoba.
En el ’78 entró a trabajar en el supermercado San Martín (Capital), y con el paso de los años volvió a las pistas de madera. Empezó en Red Star en el ’98 tras aceptar la propuesta del presidente Rolando Sotomayor. Eran tiempos en que los cuidados de los basquetbolistas eran diferentes, y Chayle, como masajista, apareció en la escena como un pionero. En el ’00, desembarcó en la vereda del frente: Olimpia. El “Lungo” Aybar fue a buscarlo para que se sume al “Borravino”, que estaba próximo a disputar un certamen nacional.
Desde entonces hasta la actualidad, Chayle integró planteles de Red Star, Olimpia y la Selección Catamarqueña de Básquetbol en torneos locales y a nivel país. También colaboró con el equipo de rugby “Los Terosaurios”, quienes lo llevaron hasta Río Negro porque necesitaban sus servicios en un Torneo Argentino. Masajeó a Raúl “el Rata” Gordillo, el catamarqueño que brilló en la Primera División del Fútbol Argentino con Rosario Central, el mismo que lo invitó a celebrar una fiesta de cumpleaños en Córdoba y luego le pidió que se quede una semana en su casa.
Pero Chayle, además, consiguió convertirse en el confidente de varios jugadores. Trató con basquetbolistas de otras provincias, como así también del extranjero. Se acercaba a aquellos que “veía que le saltaban las lágrimas porque los sacaban, porque no se encontraban en su noche” y a quienes tenían “problemas sentimentales”. “Aprendí que hay que mimarlo al jugador”, revela Chayle a El Esquiu.com.
Cuando le decían “Armando, lo dejo en sus manos”, entraba en acción. “Ahí, donde no están en condiciones, voy yo”, comenta. Aparte de las conversaciones cara a cara que mantenía con los jugadores para transmitirles tranquilidad, Chayle solía preparar un “juguito loco” (no era una sustancia ilegal) y otras “macumbas” en las que confiaba para intentar levantar el rendimiento de los basquetbolistas a la hora de competir. Lo hacía porque considera que “si juegan tres en el equipo a todo volumen”, son capaces de contagiar al resto. Y además, porque si un equipo no tiene actitud, “no va a ningún lado”. “Yo era el sexto jugador”, asegura Armando.
EE- ¿Qué significó Olimpia, Red Star y la Selección Catamarqueña de Básquet?
ACH- Lo máximo. Olimpia me llenó un poquito más. A parte de que me daban unos manguitos por el trabajo que yo hacía, la atención al plantel en la Liga “C”. El “Lungo” Aybar ha caído a mi trabajo: necesitaba mis servicios. Yo no sabía qué se iba a meter en la Liga Olimpia. Y ahí me hablan. Me han distinguido, eso me lleno de orgullo.
EE- ¿Cuáles son los recuerdos que más lo conmueven?
ACH- Llegar a una final, pelearla a muerte y no poder (ganarla). Hay cosas que no vienen bien para el deporte. A través de un pitazo, también, se ganan partidos. Eso lo he visto en las ligas (nacionales). Eso me conmovía. ¿Cómo puede existir esto? El deporte es tracción a sangre.
Con Davis
El norteamericano Willie Davis Juniors, fue jugador de Olimpia en la temporada 07/08 del TNA (Torneo Nacional de Ascenso). Llegó un jueves después de largas horas de viaje, y lo necesitaban en la cancha al día siguiente. “Él venía de Texas (Estados Unidos), le habían dado permiso para que vaya a ver a su familia porque andaba medio bajoneado. Yo tenía un problema: no sabía el idioma, no sé inglés. Lo hacía hablar con José Gutiérrez, un jugador de Bahía Blanca”, rememora Chayle.
En la mañana del viernes, Willie estaba entumecido. En Olimpia se habían movilizado para que reciba la atención de un kinesiólogo, pero “el negro (por Davis) no quería”. “Quería que ‘el viejo’ lo friccione”, indica Armando, quien se encargó de ponerlo en cancha y señala que esa noche el norteamericano hizo “29 puntos”.
“Un tipazo”
El basquetbolista Andrés Montenegro, compartió equipo con Chayle en Red Star. El “Veneno” valora de Armando “la experiencia que me dejó a mí, y la amistad sobre todo”. “Siempre fue un tipo incondicional, un tipo que estuvo a mi lado como jugador o como técnico, en lo que me tuve que desenvolver. Quiero hacer hincapié en los códigos que tiene, el respeto hacia las personas, y sobre todo el amor que siente por ayudar a los demás. Es un tipo que estuvo en todos los detalles, que nos acompañó, que no importó la parte económica, siempre estuvo al pie del cañón. Conmigo, muchas veces ha compartido charlas hablando de la vida, sabiendo muchas cosas que nos pasan. Tendría mil cosas para decir, porque son más de 20 años que lo conozco, acompañándome, sufriendo, teniendo alegrías, lágrimas, y todo lo que pueda haber pasado en la vida como deportista y como amigo. Lo recuerdo de la mejor manera. El ‘viejo Chayle’ es un tipazo. Estaré para ayudarlo y estar a su lado. Mi familia y todos los chicos lo queremos un montón”, agrega Montenegro.
Anécdota
“Es un tipo muy obsesivo con el tema de las camisetas, está mucho tiempo antes acomodando todo para que nadie se sienta mal, y haciendo la famosa pócima (por el ‘juguito loco’) que tenía él, que nos daba antes de jugar. Se sentía muy contento y muy importante. La pócima llegó a ser una cábala para nosotros, y cuando no estaba él, había un hueco muy grande entre nosotros”, recuerda Montenegro.
A Chayle, el básquet le dio “un montón” de alegrías y se siente agradecido por ello. Todavía valora el gesto de aquellos jugadores que querían pagarle un extra por los masajes que él les daba. Y también recuerda conversaciones que mantenía con algunos de ellos. Le gustaría volver a ser parte de un plantel, pero un problema de salud se lo impide. Espera un reconocimiento por hecho en el deporte de la naranja, y como en los viejos tiempos, dice: “No se olviden que hay un sexto jugador”.
Fotos: Fabián González y archivo de Armando Chayle.