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Adobe extremo, diario de Rodaje: Día 2

A través del Adobe, se puede ver la historia y cultura de la región, los personajes que encierran estas historias y paisajes extremos como la cordillera de los Andes, o las dunas de Taton; tiempo para el relax con las termas de Fiambalá, degustación de vinos y otras curiosidades del viaje, narrado y vivido por un Experto en deportes extremos
lunes, 13 de junio de 2011 00:00
lunes, 13 de junio de 2011 00:00

El segundo día de rodaje nos lleva a una locación en particular, Anillaco (Tinogasta), específicamente, a la Capilla Nuestra Señora del Rosario: un oratorio que se mimetiza con su entorno, pero que en su construcción e interior lleva latente la fuerza originaria de la tierra: el adobe.

El corazón de este templo, y centro casi total de nuestra atención, es su altar de barro. Sus terminaciones redondeadas, su inclinación vacilante y su volumen nos acercan la calidez del trabajo manual, humaniza este escenario sagrado y crea un todo asimétricamente perfecto y equilibrado. Es en este tipo de escenarios donde creemos que el hombre se conecta directamente con su universo, su cosmos y, esencialmente, con su origen.

La mañana se presenta con un velo de nubes que se extiende por todo el cielo hasta las montañas más bajas. Esta situación nos obliga a comenzar haciendo sólo las tomas en los interiores.

En el aire se escucha, constante, el chillido de loros en los algarrobos cercanos. De repente, un barullo estremecedor de alas y plumas verdes nos obliga a levantar la vista hacia el cielo: es el sol que resurge radiante y nuevo entre la espuma dispersa de las nubes. Ahora sí el exterior nos llama a aventurarnos en la luz, resaltadora incesante del suelo pedregoso y multicolor que rodea el oratorio.
El lecho de un río seco y calado hasta las piedras imanta nuestras miradas. Los barrancos que lo enmarcan son un escenario perfecto para las travesías de nuestro actor con su bicicleta.

La tierra ahí es paciente: nos espera, latente, bajo una cáscara crujiente que anuncia su presencia con cada pisada, con cada huella grabada para siempre entre sus grietas que algún día serán barro (para renacer).

El viento se acerca trayendo un alentador aroma a aire fresco y algarroba estacionada: olor a cordillera, olor a inmensidad y a silencio.
El equipo despliega en torno a la capilla sus recursos más complejos y preciados: la grúa y la steadycam. Buscamos con esta elección mostrar, a lo largo de todo el rodaje, estos pequeños y humildes oratorios como lo que verdaderamente son para sus creyentes: inmensas catedrales donde toman vuelo sus esperanzas, ruegos y agradecimientos. Nuestro objetivo es reflejar ese sentimiento valiéndonos de las mismas herramientas que se utilizan para capturar los grandes templos del mundo.

Así como el gran sol nos invitó a salir, ahora nos obliga a plegar nuestros deseos de continuar. Justo cuando retirábamos nuestras cosas, un grupo de feligreses llegó a visitar el templo. Casi sin mediar palabras, encaminaron su paso en dirección al altar de barro y comenzaron a remontar sus oraciones que se oían a lo lejos como susurros místicos, respetuosos.

Comprendimos la intimidad casi sagrada del momento y nos retiramos en silencio.

El atardecer ya había cesado sus últimas ráfagas de color y nos señalaba discretamente nuestro camino de regreso.
Será hasta mañana, pensamos, y cerramos, despacito, una larga jornada de rodaje.

Laura Aroca (Prensa de Adobe Extremo)

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