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Adobe extremo, diario de Rodaje: Día 4

Nos despabilamos junto con el sol en la ruta y partimos rumbo a Palo Blanco. Al cabo de unos kilómetros, cuando las montañas comienzan a encenderse, logramos divisar el pueblo a la distancia: lo delataron los álamos amontonados en medio del valle y el humo suplicante que remontaba tímidamente desde el caserío.
martes, 21 de junio de 2011 00:00
martes, 21 de junio de 2011 00:00

Siendo todas sus construcciones de adobe, es ésta la locación que estábamos esperando. Una escuela abandonada, con las paredes dibujadas con las líneas de agua y barro que corren con la lluvia, es nuestro primer punto. Sus salas, pasillos, ventanas y aberturas nos permiten dar rienda suelta a la creatividad y jugar con las cámaras y tomas. Urdimos laberintos imaginarios esa mañana de sol y viento.

Después, decidimos volver hacia el origen mismo de toda esta magia: la adobera. Una niña y su cabrita blanca nos condujeron, como en un cuento, al lugar donde dos hombres jóvenes, a fuerza de brazos y constancia, mezclaban la masa terruna. El suelo cubierto de ladrillos secándose al sol fue el fondo perfecto de la escena. Hablamos con ellos sobre su labor, mediando capturas vivas y enérgicas.
Ya en el centro del pueblo, con un viento violento y constante, Pablo, nuestro productor y guionista, montado en un caballo, le dio vida a un personaje histórico que tumbó a nuestro actor al piso en una escena rodada a pasos de la plaza.

El vendaval no cesaba cuando nos despedimos del pueblo y de su gente. Nuestro agradecimiento es inmenso hacia aquellas personas del lugar que se ofrecieron cálidamente con su ayuda.

Al mediodía llegó Lisandro desde Buenos Aires, para instruir sobre algunas cuestiones de la steadycam. Con él partimos, al fin, hacia las Termas de Fiambalá. Llegamos como un remolino irrumpiendo la quietud circundante. Las expectativas y ansias se encontraban a flor de piel, pero el correr del agua, su sonido y el vapor imperceptible suspendido en el aire, calmaron la tensión.

El equipo trabaja tratando de rescatar cada imagen, cada sonido, cada sensación. Los bolsos y herramientas desparramadas en las terrazas delataban nuestra ansiedad. Omar, Pablito y su equipo de sonido, se cruzaban con las tomas de Andrea. Todos los ángulos convergen en un mismo punto: la escena de tranquilidad de nuestro actor en los piletones. El agua: la protagonista de la tarde.
Bajamos cuando el sol muestra a la quebrada como una herida más en esta accidentada geografía. Esta noche, seguramente, dormiremos arrullados por el sonido del agua corriendo entre las piedras.

Laura Aroca (Prensa de Adobe Extremo)
 

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