La empresa aérea Lan nació en Chile, en principio limitada en su servicio al país vecino. Con una gran gestión, inversión y gerenciamiento moderno, incorporó en no mucho tiempo Lan Cargo, para convertir el área de negocios en la más importante de toda América Latina.

Acorde con el mundo global se expandió a numerosos países vecinos constituyendo Lan Argentina, Lan Perú, Lan Ecuador y Lan Colombia.

Uno de los pasos más importante y trascendente en su crecimiento fue la adquisición de la empresa brasileña Tam.

Ese gran salto implicó el cambio de su nombre comercial. A partir de esa fusión todas las compañías pasaron a llamarse Latam y también por ese paso, entre otras vicisitudes, surge un serio problema de gestión y gerenciamiento de la  inmensa y empresa brasileña.

A pesar de las dificultades por el crecimiento, y el impacto de la competencia en el mundo global,  su iniciativa inversora e innovadora no cesó, ya que fue una de las primeras empresas del mundo en incorporar a sus vuelos a EEUU y a los transoceánicos, los más modernos aviones de Boeing, los llamados Dream Liners.

Para continuar siendo sustentable, sostenerse y conseguir financiamiento vendió su paquete accionario en primera instancia a Qatar Airways y luego a la estadounidense Delta Airlines.

Desde su inicio en 2008, su historia en Argentina, donde llegó a tener el 18% del mercado, estuvo llena de obstáculos y dificultades. Los numerosos gremios que intervienen en la actividad aérea, desde el principio fueron hostiles contra la empresa, tornando imposible cualquier tipo de acuerdo para posibilitar una política de recursos humanos adecuada.
A esto se suma la concepción de soberanía aérea por la que la empresa Aerolíneas Argentinas, estatal, luego privatizada para finalmente ser reestatizada, debe ser protegida y privilegiada frente a todo tipo de competencia.

Latam fue perseguida desde sus comienzos. Las prohibiciones de habilitar nuevas rutas, lugares pequeños y distantes en los sitios de despacho y embarque, la imposibilidad de uso de mangas en Aeroparque y demoras inexplicables en la provisión de escaleras que provocaban esperas de hasta una hora en el desembarque, fueron algo corriente.

Sumado a esto, la aparición de la pandemia provocó un golpe adicional gravísimo a todas las líneas aéreas del mundo. Latam no fue la excepción. Esto lo llevó a concursarse a nivel mundial por una deuda de 10.000.000 de dólares, debido principalmente a su política de alta inversión. Al no ser línea de bandera no pudo tener el auxilio estatal como Aerolíneas Argentinas, pero a todos los inconvenientes que traía, en medio del progreso del virus, no tuvo ninguna consideración del gobierno ni de los gremios ultras. Lo dejó en claro Latam, en el comunicado donde anuncia el fin de sus servicios en el país.

Perdieron con esta decisión los 1.715 trabajadores y los argentinos. Menos conectividad, menos competencia y seguramente mayores precios son la consecuencia de otra empresa que abandona el país. Hasta ahora no se ha anunciado que Latam abandone los otros países de América Latina en los que opera.

Menos fuentes de trabajo, menor inversión, mayor aislamiento y más corporativismo sindical. Es algo que conocemos bien y que tanto daño nos ha provocado y lo sigue haciendo.